Instante II

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El metro recorre los túneles a gran velocidad. Su traqueteo menea a Cassius, sentado entre una señora de pelo plateado recogido en un moño y otro hombre con aspecto afroamericano. Las luces pasan con rapidez, una detrás de otra.

Centra su atención en el libro que está leyendo y no en las fechas pintarrajeadas en el asiento, ni en los nombres que se juran amor eterno con un rotulador de punta gruesa, ni en las noticias del periódico que lee el caballero de su izquierda.

Alza la mirada, sin ningún motivo. Sus orbes recorren el vagón, repleto de tonos sin vida y el rostro de los pasajeros iluminados por el amarillo y efímero fulgor de los focos del exterior. Cassius, por casualidad, ve a alguien (que todavía no tiene cara) leyendo el mismo libro que él. Desliza sus ojos hacia arriba. Se topa con una chica de labios carnosos y mirada segura que pasea su vista por las líneas que tiene delante. Lo que más le llama la atención es su pelo cobrizo. Le recuerda al otoño. A un otoño donde los lados de las carreteras se llenan de hojas. A un otoño que huele a amor vicioso, que revuelve las entrañas, que atrae al insomnio.

Ella también alza la vista. También observa su entorno y se detiene en la portada del libro de él. Una sonrisa perfecta se asienta en su rostro.

El mustio vagón se ilumina con un resplandor blanco que parece proceder de aquella hilera de azahares.

Aunque quizás esto solo pase para Cassius.

InstantesWhere stories live. Discover now