CAPÍTULO UNO

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Todos tenemos un punto establecido donde el ojo humano pierde la visión. Esto se traduce en que: siempre ante nosotros hay una parte del espacio que no vemos. Lo absolutamente sorprendente es que no somos conscientes de su existencia.

En Beverly Hills existe un centro nocturno llamado: Punto Ciego. No tiene este nombre porque sea difícil de encontrar. De hecho, todos en la ciudad, alguna vez, han ido a divertirse a este lugar. El centro nocturno está diseñado para complacer tus más bajos instintos, sin tener la preocupación de que alguna persona pueda reconocerte.

La ciudad de Beverly Hills es pequeña "¿Cómo diablos no se van a dar cuenta, si la mayoría de las personas se conocen?" Es lo que tú podrías preguntarte en estos momentos. La respuesta es muy sencilla. Para poder entrar al centro nocturno, es obligatorio el uso de un antifaz, así, nadie sabrá quién está detrás de los antifaces extravagantes que algunas personas llegan a usar. Interesante, ¿no? No dudo que en estos momentos quieras venir a pasar un rato agradable en el club nocturno más popular de la ciudad: Punto Ciego.

El fin de semana para Wyatt, el dueño de Punto Ciego, comenzaban desde el viernes por la mañana. Ya que el club estaría a reventar por la noche. Tenía que acomodar las sillas, llenar las vitrinas, limpiar las mesas, revisar que todo estuviera perfecto. Wyatt era un hombre atlético, joven y guapo. Su cabello era rubio y tenía unos ojos verdes casi grises que enamoraban a muchas, y a muchos. No por nada era uno de los solteros más codiciados de la ciudad. Como pasatiempo le gustaba escalar montañas, entre más grandes mejor. El lunes en la mañana tenía planeado aventarse de un avión en paracaídas y por la tarde daría un paseo en motocicleta.

―Como cada viernes eres el primero en llegar –Lo saludó Anne al mismo tiempo que ponía su maleta sobre una de las mesas del lugar.

―Y tú la segunda –Wyatt respondió con una sonrisa pícara.

Anne era una mujer que casi llegaba a los 40 años, pero poseía un cuerpo que muchas mujeres de 20 desearían. Quitó sus gafas oscuras, dejando ver sus hermosos ojos azules y quitó el lápiz de madera que sostenía su sedosa cabellera rubia.

―Si por mi fuera, viviría todos los días encerrada contigo en este lugar –sonrió al mismo tiempo que sacaba su maquillaje de la maleta.

Anne era una pieza importante para el negocio. Ella trabajaba en Punto Ciego prácticamente desde que fue inaugurado, hace más de 8 años. Ella era la bailarina exótica más aclamada por los hombres y la más experimentada de todas. Wyatt se acercó sigilosamente a ella y la sujetó por la cintura pegándola demasiado a su cuerpo.

―Con muchísimo gusto mando hacer un departamento en la azotea exclusivo para ti –Wyatt le susurró al oído-. Estoy seguro de que pasaremos unas noches increíbles –La cargó poniendo ambas manos sobre sus nalgas.

―Me encantan las noches contigo –Anne mordía y pasaba su lengua por el cuello de Wyatt.

―Eres una mujer increíble, Anne –decía entre gemidos. Le encantaba sentir la lengua de ella sobre su cuello.

―Lo sé, soy muy afortunada. Muchas darían lo que fuera por tener una noche de lo que yo tengo cada viernes por la mañana –sujetó con fuerza el cabello de Wyatt.

Él la llevó hacia la barra, depósito con mucho cuidado la espalda de ella, después se colocó sobre Anne y comenzó a besarle el cuello, bajando poco a poco hacia sus pechos.

―Muy pocas mujeres valen la pena –Wyatt desabrochaba el pantalón de Anne mientras besaba su abdomen, lo lamia al mismo tiempo que sus grandes manos apretaban con delicadeza sus pezones rosados.

―Me encantas, me enloquece la manera en que te mueves –gemía sintiendo como sus bragas desaparecían. Las manos de Wyatt eran rápidas.

―Será un placer moverme para ti esta mañana, cariño –desabrochó su pantalón liberando su dura masculinidad, encontrando el punto perfecto para saciar sus ganas.

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Un grupo de jóvenes estaban discutiendo sobre el lugar a donde irían a festejar el cumpleaños de Kimberly.

―Como la cumpleañera, digo que me gustaría ir a cenar a un restaurante lujoso Millonaire Cheff estaría bien. Después, podríamos venir a mi departamento y tomar unas copas para hablar sobre lo que hemos hecho en el mes...

―No empieces de aguafiestas –Julius respondió rodando los ojos al mismo tiempo que hacia un gesto de desagrado- Cumples 28, hermosa. Después de los 35 podrás volverte todo lo amargada que quieras –La miró tiernamente agitando sus pestañas de arriba abajo.

A Kimberly no le gustaba la idea de salir a uno de los múltiples centros nocturnos que había en la ciudad. No soportaba sentir la sensación de que sus tímpanos fueran a explotar por la música a todo volumen del lugar. También le desagradaba ver a las parejas besándose y tocándose sin pudor. Ella era una rubia de estatura media. Tenía muy bonita figura, la cual, cubría por la manera aseñorada en que se vestía. Sus lindos ojos azules los cubrían unas enormes gafas de aumento. Por otro lado, Julius era un chico apuesto de 27 años. Él desde pequeño había estado enamorado de Kimberly, pero ella no lo veía de la misma manera.

―Julius tiene razón, Kim. Cuando estés viejita te arrepentirás de todas las cosas que pudiste haber hecho en tu juventud y no hiciste –Barbara sonrió ampliamente mientras ponía uno de sus mechones rubios detrás de su oreja.

Barbara disimulaba los celos que sentía al ver a Julius demasiado cerca de Kimberly. Barbara podría tener a cualquier chico a sus pies. Tenía unos ojos que enamoraban a primera vista, pero a ella solamente le interesaba uno en especial. No entendía como una chica como Kimberly podía tener tan loco a un chico como Julius.

―Tengo una idea –Gorka, el último de los cuatro amigos quiso hacer su lucha para convencer a Kim-. Podemos ir a Punto Ciego. Ahí puedes divertirte y... algo más. Pero no tienes nada de qué preocuparte, querida, porque en ese lugar no te dejan entrar si no llevas un antifaz puesto. Así, nadie sabrá que Kimberly Rosenberg fue a un lugar de muerte y perdición ¿qué dices? –Le guiño el ojo.

Gorka, a pesar de sus preferencias homosexuales, actuaba como un hombre heterosexual. A acepción de cuando quería besar o manosear a Julius. Molestarlo era su pasatiempo favorito.

―Sólo espero que esta vez no te vistas con la ropa de tu abuelita –Barbara dijo en tono sarcástico-. Déjame vestirte, Kim. Estoy segura de que te verás divina con un vestido plateado que tengo en mi closet.

― ¿No tendrás otro vestido para mí? –Gorka bromeó-. Es que quiero conquistar a cierto hombre alto y delgado de ojos verdes –miró fijamente a Julius.

―Dudo mucho que un vestido de Barbara te quede, tienes la espalda más ancha que la mía –Julius sonrió de lado.

―Si el problema es la espalda, entonces puedo reducirla poniéndome más relleno en el pecho –jugó con sus pectorales.

―Toda una machita. Arrasarás esta noche perra –respondió entre risas.

― ¡Ya! Dejen hablar a Kimberly –Barbara interrumpió las bromas de sus amigos-. Aunque, déjame decirte que con o sin tu aprobación iremos esta noche a Punto Ciego.

―Entonces ya está decidido –Kimberly respondió sin una pizca de entusiasmo.

―Yo iré a comprar antifaces para los cuatro. Pónganse muy guapas –Julius se levantó de su asiento entusiasmado por ver cómo se vería Kim con el vestido de Barbara.

―Yo tengo unos conocidos en el lugar, así que iré a hablar con ellos para que nos den una buena mesa. Se me ocurren unas cuantas cosas para la festejada. Estoy seguro de que la pasaremos estupendamente bien –Gorka tomó la mano de sus amigas y sonrió ampliamente.

―A las ocho pasaremos por ustedes, nenas –Julius salió del departamento.

Kimberly sonreía forzadamente. ¿En qué momento decidió ser amiga de estos locos? En fin, esa noche festejaría su cumpleaños en un lugar de perdición. No le quedaba otra cosa más que hacer lo que sus amigos esperaban de ella, que era, divertirse.

LA CASA DE LOS PLACERES [PRIMERA PARTE] *PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora