Capítulo 1 Una ciudad diferente

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Las luces del amanecer despuntaban en el cielo cuando la barca estaba ya cerca de su destino. En ella, dos personas con capas: una, la más pequeña, hecha un ovillo durmiendo y la otra, más grande, moviendo con calma el largo remo que hundía una y otra vez en las tranquilas aguas del Río de la Luz.
La persona que hacía de barquero dejó por un momento su tarea y observó el sol enfrente suya. A lo lejos, en el horizonte, una gran sombra que indicaba el final del camino. Con parsimonia el encapuchado estiró la pierna y dio unos leves golpes a su acompañante que seguía durmiendo.

-Vamos Keriz despierta, ya hemos llegado.-dijo.

El aludido se removió en el fondo de la barca y agarró la manta con la que se tapaba.

-Solo cinco minutos más mamá...-murmuró.

El encapuchado suspiró mientras apretaba con fuerza el remo pero soltó el aire contenido con cierta calma. Después de tantos años había aprendido a controlarse... más o menos.
Sacó el remo del agua y lo colocó sobre el cuerpo de su interlocutor que seguía en los brazos de morfeo.

-¡¿Desde cuando tengo yo cara de serpiente eh?!-gritó mientras hacía descender el remo.

Pero antes de que este diera en su objetivo, la cabeza, una pequeña mano detuvo el improvisado ataque. La manta que cubría el brazo fue cayéndose y finalmente el rostro del niño que había cogido el remo fue revelado. Un niño de unos nueve años con piel pálida, pelo negro y revuelto y ojos de cobre.

-Desde siempre Ruu.-contestó Keriz sonriente.

Ruu por su parte resopló y devolvió el remo al agua. Desde un principio sabía que Keriz lo esquivaría, los reflejos estaban en su sangre después de todo. Pero de ahí a que lo hubiera comparado con su madre... ¿Cómo podía confundirlo con Saya? Aunque claro, cabía la posibilidad de que lo hubiera hecho a propósito.

-Déjame dormir un poco más... hermano.-murmuró Keriz bostezando.

-¿No eras tú el que se escapó de palacio y vino a escondidas solo para ver la ciudad?-preguntó Ruu frunciendo el ceño.

-Eso fue porque mis padres me dejaron a tu cargo.-respondió el pequeño.-Así que si tú ibas a algún sitio lógicamente yo iría contigo.

Ruu volvió a suspirar y se rascó la cabeza. No servía dialogar con aquel mocoso ya que siempre encontraba respuesta y salida a todo. Desde pequeño había dado problemas, eso fue algo que él mismo predijo desde su nacimiento... Pero escabullirse en la barca cuando Ruu partió de Fodies era algo que ni a él se le hubiera pasado por la cabeza.
Cuando Ruu se quiso dar cuenta de la presencia de Keriz ya había recorrido más de la mitad del río y dar la vuelta sería contraproducente; al fin y al cabo él debía entregar un mensaje de vital importancia.

-Ya te lo dije, cuando le entregue el mensaje a Graown te vuelves a Fodies.-declaró Ruu.-Es peligroso que estés en la ciudad... Si tu padre se entera...

Un sudor frío recorrió su espalda. No solo tenía que entregarle el mensaje a Graown, algo que de por sí no le hacía ninguna gracia, sino que también debía hacer de niñera.

-No te quejes tanto hermanito.-dijo Keriz.-Halla te mandó a ti porque solo tú puedes hacerlo. ¿Se supone que el contenido del mensaje es un secreto para todo el mundo no?

Ruu masculló algo en voz baja y Keriz rió para sus adentros.

-Lo que no quieres es ir a esa ciudad. Tienes miedo de verla.-dejó caer Keriz.

Esta vez Ruu no le reprochó nada. ¿Qué iba a decir si esa era la verdad? De entre todos los lugares de la tierra pisar esa ciudad era lo último que deseaba hacer.

El Cazador de demonios (libro II) HecatombeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora