Capítulo diez: "Si estás dentro, lo estarás siempre"

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"Si estás dentro, lo estarás siempre"

Me levanté de la bolsa de dormir con sumo cuidado. Anna dormía plácidamente en la bolsa de dormir a mi lado. Todavía era muy temprano, pero desde que me desperté en la casona vieja ubicada en mi antiguo —todavía no logro acostumbrarme a adjudicarle ese nombre— vecindario no logro dormir tantas horas como lo hacía antes.

Recuerdo que mi madre solía despertarme para ir al instituto, obviamente antes de que me comprara el odioso despertador del mal. Eso justificaba mis faltas en el secundario, la mayoría de ellas eran por haberme quedado dormida.

Ahora me despertaba a las seis de la mañana casi todos los días, y sin una pizca de sueño, por más increíble que suene.

Sentía la ropa pesada y sucia. El lago no quedaba tan lejos así que opté por ir allí mientras Anna dormía. Ella no despertaría hasta el mediodía, estaba segura.

Tomé la mochila color crema y la colgué en mi hombro. Éste dolía debido a la presión que ejercía la mochila, y también el cansancio.

Tenía la pierna entumecida y andaba cojeando por las calles del desierto vecindario. La herida en mi muslo no había sanado, nadie en el refugio se había dado cuenta de mi herida. Quizás porque la oscura ropa lo disimulaba bastante bien.

Solté un quejido al sentir el sol apuntando directamente a mi figura. Por un momento me sentí como esos animales que son iluminados por los faros del coche y colocan esa expresión de "Estoy ciego".

La ciudad se sumía en el ya normal silencio. El viento cálido hacía volar los cabellos que sobresalían de mi coleta, esparciéndolos sobre mi rostro.

Luego de unos minutos de caminar por las desoladas calles de la ciudad, el sonido del agua del lago inundó mis oídos. Me generaba un nudo en el estómago, todo me recordaba a mi familia.

Arrastré mis pies hacia la orilla del lago. El agua verdosa formaba ondas en la superficie y con sólo admirarla, pude sentir el fresco que ésta poseía.

Me deshice de mis prendas y las dejé a un lado. Le eché un vistazo a mi pierna y no pude evitar soltar un siseo. Un largo tajo se extendía por mi muslo, que era rodeado por enormes moretones verdes, morados y azules. Tenía un arco iris en la pierna, asombroso.

Me adentré al lago conteniendo la respiración; a pesar del agobiante calor, el agua estaba muy fría.

Cerré los ojos con fuerza al sentir pequeñas punzadas en la herida. La froté con una mano delicadamente, tratando de ahorrarme el dolor.

Me relajé ante el suave roce del agua con mi piel semidesnuda. Ahora que mi cuerpo se había acostumbrado a la temperatura baja del agua, se sentía templada.

Volteé hacia el horizonte e imaginé que mi hermana estaba a mi lado. Solíamos nadar en el lago cuando eramos más pequeñas. El lago quedaba cerca de la casa y, mientras nuestros amigos salían a fiestas o paseaban por la ciudad, nosotras jugábamos en el lago.

El sonido del agua chapotear me hizo girar otra vez. Un caballo marrón tomaba agua de la orilla del río lentamente. Ese caballo era del granjero Stuart, si mal no recordaba.

Sonreí levemente, no había visto a un animal en todos estos días.

Me acerqué para acariciarlo, pero un estruendoso disparo sonó por todo el lugar. Y si mi vista no fallaba, estaban tratando de pegarle al caballo.

Éste se levantó en sus dos patas traseras y se vio aún más grande frente a mi pequeña figura. Me incliné hacia atrás, pero de igual forma, el caballo corrió con rapidez y se adentró al inmenso bosque. No tuve tiempo de hundirme bajo el agua, cuando un hombre aparecía de repente desde los arbustos. Un rifle se posaba sobre sus dos manos.

—Vaya, vaya... —silbó, mientras una leve sonrisa invadía su rostro — Y yo que pensaba que el nuevo mundo era aburrido.

Miró mi cuerpo de arriba abajo, y lo único que logré hacer fue hundir el cuerpo en el agua. Ahora mismo deseaba patearle la entrepierna y salir corriendo; estaba desnuda frente a un desconocido que probablemente no tiene relaciones sexuales hace meses. Es trágico, y bastante incómodo.

Me incliné hacia adelante para tomar mis prendas y taparme con ellas mientras salía del lago, bajo su atenta y desconocida mirada. Me vestí rápidamente, y me mantuve lejos de su figura.

Él definitivamente no era un rebelde, jamás lo había visto en el refugio. Entonces ¿quién era él?

—¿Quién eres tú? 

Él extendió su mano para que la tomara, pero simplemente la miré sin tener ninguna intención de tomarla.

—Kyle —me respondió. Cruzó los brazos sobre su estómago cubierto por una chaqueta dorada y negra, y apretó la mandíbula —. ¿Y cuál es tu nombre, dulzura?

Mi nombre es Notepasesdelisto y mi apellido es Oteromperélacara —sonreí con superioridad.

Jamás se me dieron bien las bromas; y peor aún en situaciones serias. Bromear en situaciones serias o límite era mi especialidad. Por ejemplo ahora, que el muchacho armado casi me lanza dagas por los ojos. 

Su mirada descendió al pañuelo blanco —el cual no me había deshecho — que colgaba de mi mano. Torció los labios y soltó una carcajada.

—Rebelde —pronunció —. Debí suponerlo. Ningún gilipollas inadaptado estaría tan a la defensiva como lo estaría un Rebelde.

Asentí sin querer entablar una conversación con él, no tenía cara de buen tipo. Así que levanté mi mochila y pasé por su lado. Pero su mano se encerró firmemente alrededor de mi antebrazo, y me empujó contra su dura anatomía.

Forcejeé tratando de escapar de su agarre, pero me era imposible. Su fuerza era descomunal, y no pareció importarle que sea una chica.

—¿Ya te vas, bebé? ¿Tan rápido? —murmuró. 

Su aliento a cigarro me invadió por completo, y evité demostrar mi desagrado ante aquello. Tenía en cuenta de que era un depravado, y también no tenía la mejor relación con los Rebeldes. Pero eso aún no explica de donde viene y, lo más importante, si hay más junto a él.

—Déjame ir, maldito imbécil —forcejeé por última vez. Mi pierna estaba encarcelada entre las suyas, y mis brazos por los de él, por lo tanto, no tenía movimiento alguno.

Luego, todo aconteció en cámara lenta. La fuerza que ejercía sobre mis brazos se relajó, y el cuerpo cayó a mis pies con una herida de bala en el omóplato. Cuando subí la mirada, mis ojos se encontraron con unos mieles a pocos metros de mí. 

Su mandíbula estaba muy apretada, más que otras veces, tanto que me dieron ganas de correr. Sus manos caían a cada costado de su cuerpo; una de ellas poseía la pistola. 

Tenía en cuenta que los Rebeldes eran capaces de asesinar; hasta me creía capaz de soportarlo. Pero ver a Justin apretar el gatillo sin ningún tipo de culpa, me paralizó. 

—Aunque no lo creas, los Rebeldes tenemos reglas —espetó con frialdad goteando en cada una de sus palabras. Agarró mi antebrazo con fuerza y me arrastró por entre los arbustos —. Y la primera de ellas es: Si estás dentro, lo estarás siempre. Escapar es de cobarde. Escapar demuestra que no tienes fuerza. Y si no tienes fuerza, estás fuera del juego. 



N/A: ¡Holaaaaaa! ¿Qué tal todo, bebés? ¡Espero que muy bien! 

Biennnn, aquí un nuevo capítulo. Espero que les guste, y no olviden comentar sus opiniones♥

—Cía







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