Como todos los sueños éste acabó igual que los otros, una extraña luz blanca me dio la bienvenida. No te encontré en la nueva realidad, y me hallé aprisionado en una jaula lo suficientemente espaciosa. Un humano que vestía con una bata verde me saludó y parecía examinarme con atención. Mi olfato se había recuperado lo suficiente cómo para captar su intenso olor aséptico, intuí al instante que era un veterinario. Pocas veces me llevaste al veterinario, ella siempre se había quejado de que el dinero iba y que no merecía la pena malgastarlo en tonterías. Pero en general nunca me habían inspirado confianza visitar una de estas clínicas.

—Veo que tienes mejor cara —comentó y yo le miré inseguro—. ¿Quieres comer algo?

Pegué un blinco de alegría, de repente ya no me pareció tan mala persona. Tenía tanta hambre. El veterinario me sacó de la jaula, y me ofreció un curioso pero delicioso paté. Después de aquello, el hombre me observó concienzudamente y me cuido hasta que estuve repuesto. Estaba tan contento por volver a recuperar parte de mis fuerzas, y tan agradecido al hombre que le dí un montón de lametones cada vez que se acercaba. Sin embargo, tu recuerdo vibraba en mi corazón, y en cuanto pudiera reanudaría la búsqueda.

Una tarde llegó una preciosa mujer, me asustó la idea de que fuera a gritarme igual que tu esposa, pero me sorprendió ver una inmensa sonrisa. Su mirada reflejaba entusiasmo y alivio, hasta ahora solo había visto ese sentimiento reflejado en tus pupilas. Lo que hacía que me sintiera cómodo frente a ella.

Al escuchar su voz la reconocí inmediatamente, era ella la que había hablaba con el veterinario cuando yo me encontraba con los ojos cerrados.

Me llevó hasta su hogar. No era tan amplio como nuestra casa, pero era un lugar acogedor y hasta tenía un pequeño jardín. Desde el principio supe que no iba a estar con ella durante mucho tiempo, pero agradecí que me cuidara con tanto cariño.

Cada mañana me llevaba a pasear por lugares fantásticos, me encantaba ir a la playa y caminar sobre la cálida arena. Como estaba aún débil apenas podía correr a gran velocidad, pero eso no me impedía ir tras las gaviotas para asustarlas. Me encantaba verlas alzar el vuelo al compás de la brisa marina. Sin duda aquel lugar era maravilloso, ojalá hubieras estado allí conmigo para disfrutarlo. Seguro que te hubiera encantado. La siguiente vez que volví, ya me había recuperado y hasta pude jugar con una pelota que ella se había traído. Después de tanto tiempo volvía correr y a sentirme libre, y por supuesto perseguir a las aves como Dios manda.

A pesar de que nos habíamos hecho muy amigos, el inevitable día de la separación llegó. Ella me contemplaba con tristeza, me daba tanta lastima tener que separarnos precisamente ahora que los dos habíamos creado un fuerte lazo. Ella se agachó y me susurró dulcemente:

—Siento tanto no poder hacer nada más por ti, ojalá pudiera adoptarte —rompió a llorar, y sin poder evitarlo lamí sus lágrimas saladas para aliviar el dolor que le afligía—. Eres un buen perro, y la familia que te adopte será muy feliz contigo.

Podía sentir su pena como si fuera la mía, y no obstante, por muy triste que fuera jamás me arrepentiría de haber permanecido a su lado. Yo sí que era feliz, por haber compartido parte de mi vida con la suya. Su recuerdo permanecería en mi corazón para siempre.

El hogar donde me llevó, no era tan acogedor como me había imaginado, eso sí, lo prefería a la solitaria carretera. El ambiente en aquel lugar era asfixiante, se sentía la tristeza en el aire. En un principio me recordó a la clínica veterinaria, se encontraba lleno de salas que recordaban a la jaula donde me curaron, pero estas eran mucho más grandes, y casi todas ellas las ocupaban otros animales. Sus miradas reflejaban preocupación y ansiedad. Me guiaron hasta una de esas habitaciones, donde habían dos perros. Un cachorro de mi especie y una hembra mestiza. Yo me puse bastante alegre de hacer nuevos amigos. La mestiza parecía rehuirme, pero el pequeño se puso a jugar conmigo desde el primer momento. Seguramente aquel chiquitín te hubiese caído fenomenal. Era muy enérgico y pillo.

Lazos de lealtadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora