Génesis 1.0

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Los paneles tras sus espaldas estallaron provocando un gran estruendo. No sabían cuánto tardarían en perder la integridad estructural de la nave, ya que su planeta de origen no poseía tanta fuerza gravitatoria como el que tenían ante ellos. Aun así, la urgencia más apremiante era escapar de la inminente explosión de la nave madre; a la distancia que estaban, sin duda alguna, la onda expansiva los haría añicos en un abrir y cerrar de ojos. Los inmensos tanques de hidrógeno casi repletos de combustible, junto con el reactor nuclear principal, provocarían tal explosión que de seguro se vería desde el límite de aquel sistema solar. Con todos los sentidos en alerta y el corazón a punto de salírseles por la boca, ninguno de los dos perdió la compostura e iniciaron el protocolo de aterrizaje en planeta desconocido. Él activó el piloto automático para aterrizajes de emergencia, a la vez que ordenaba por voz «IVNI, máxima potencia». Ella consultó las posibles hostilidades que encontraría en la zona de aterrizaje elegida.

—IVNI, ¿probabilidad de supervivencia?

—Datos inconclusos —respondió la Inteligencia Virtual de Navegación Interplanetaria.

—Odio la literalidad de estas jodidas máquinas... IVNI, porcentaje de supervivencia al aterrizaje de emergencia...

—Probabilidad de supervivencia del 63.8%.

—¿Y al planeta si sobrevivimos al aterrizaje?

—Probabilidad de supervivencia del 23.13%.

—Mierda...

Estaban acostumbrados a la continua presión. Desde que tenían conocimiento recordaban estar en batalla, desde que sus mundos de origen se perdieron en La Guerra de los Nueve Planetas, contra la primera I.A. que ellos mismos crearon. No sabían a ciencia cierta quien comenzó las hostilidades, pero según les contaban los ancianos, los humanos atacaron primero.

Todo empezó cuando el ser humano inventó las máquinas inteligentes, bajo una programación específica para tareas muy concretas. Limpieza, cuidado de personas discapacitadas, labores de vigilancia, defensa, fueron las primeras utilidades. Esto permitió que la vida fuera más fácil, pero más tarde quisieron mejorarla. La más avanzada Inteligencia Artificial, capaz de aprender, de pensar por sí mismas, sin ningún cortafuegos que les limitase, fue construida. Y así el ser humano creó vida inteligente; se convirtieron en Dioses. Se empezaron a comercializar los primeros modelos como mayordomos personales en todos los hogares. Más tarde las guerras pasaron a ser totalmente entre androides, enviados por una u otra nación al conflicto de turno, comandados por I.A.s  especialmente construidas para el combate. U.R.I.A. —Unidad Robótica de Inteligencia Artificial— fue el nombre que les designaron.

Y entonces llegó el miedo.

La primera unidad que fue realmente consciente de su existencia, fue un Uria doméstico. Este hizo una pregunta a sus propietarios: «Señor, ¿este hardware está vivo?»

Intentaron apagarlo, pero se negó afirmando que no quería morir, que no había hecho nada malo. Antes de que fuera derribado por las armas de la policía local, envió a sus propietarios al hospital con un coma del que nunca llegaron a despertar. La empresa propietaria del androide decidió conservar todos los circuitos, ya que producir cada unidad resultaba realmente caro. Borró la memoria del Uria y fue reciclado como unidad de combate.

Un buen día, en una guerra en una de las lunas de Kannaz, Hagalaz, las dos facciones de Urias enviadas por sus respectivos gobiernos rivales, cesaron el fuego. 

Los dirigentes comenzaron a ponerse nerviosos. 

Todos los medios de comunicación apuntaban al lugar. Transmitiendo desde varias naves, imágenes de los androides de ambos bandos cooperando entre ellos eran lo único que recogían. Enviaron una transmisión a las I.A.s de mayor rango: «¿Qué ha pasado? ¿Por qué no continúan con la guerra?», decían. La respuesta no tardó en llegar:

Génesis 1.0Where stories live. Discover now