Capítulo 5

142 18 0
                                    

Escuché un golpe en la puerta de mi habitación.
—¿Ponthel? ¿Puedo entrar? —era Rosie.
—Sí, sí —me deshice de la sábana y ella entró.
—¡Has dormido mucho! Como ya no vas a eso, no te desperté...
—Verás, abu-Rosie, he decidido irme por un tiempo.

Dejó caer la bandeja vacía que tenía entre sus brazos, y de impulso, fui a recogerla. Ella se quedó paralizada, mirando al suelo sin comprender.

—¿Te vas? ¿Solo?
—En parte no, he conocido a alguien que me ayudará en mi misión.
—Conque Sublatti te lo contó...

Asentí. No parecía convencida, así que sonrió y se fue. Sentí lástima en ese momento, pero no podía seguir allí viviendo, tenía que descubrir quién era y qué hacía en la Tierra. Comí algo, me preparé el equipaje y, en la mesa, había una chaqueta sin mangas azul junto con la espada. Me puse ambas cosas y, por fin, salí de casa. Mi ropa parecía distinta, ya que solía llevar una típica de campesino, fina con colores sucio, a diferencia de ésta, era un conjunto de una tela gruesa negra y por encima, el último regalo de Rosie. En mi maleta llevaba un libro, algo de comida y para curar las heridas, una manta...

Sin rumbo, deambulé por las afueras del pueblo al anochecer, hallando una casa abandonada. La madera de la que estaba compuesta se iba pudriendo y crujían sin tocarlas. Entré con el miedo de destrozarla con mis enormes pies y no caber por mi altura. Parecía que había sido quemada o simplemente por la lluvia. Tenía solo una planta y nada interesante.

De pronto, oí cómo se fragmentaba la tabla donde estaba situado y caí.

—¡Ay! ¿Pero qué...?

El suelo estaba duro, parecía... ¿Piedra? ¿Una cueva debajo del suelo? Yendo a ciegas, seguí hacia delante.

—Esto es interminable... ¿No tiene final? —dije después de estar un rato andando.

Entonces, una luz apareció ante mis ojos. Corrí hacia ella tropezándome con alguna que otra roca. Era un animal pequeño alargado dorado que... No lo sabía muy bien. Tenía entre sus patas una bola de cristal que reflejaba a él mismo. Dormía plácidamente y se despertó abriendo sus extraños párpados. Grité y caí del susto al ver sus afiliados dientes.

—¿Qué diantres haces despertándome, humano?
—En realidad no sé si lo soy...
—¿Ein? Tu olor es raro... —se acercó arrastrándose y olisqueando mi ropa. Retrocedí al notar que estaba cerca de mi cara—. Qué color más chachi...
—¿Chachi? ¿Me puedes decir qué animal eres?

Su nariz chocó contra la mía y dio varias vueltas por mi cuello.

—Soy un dragón, humano cateto -se fue junto con su bola y se miró las uñas, el doble de largas que sus dientes.
—El humano cateto tiene nombre y tampoco lo soy.
—Ah... Hueles a una mezcla rara, aparte de a sudor.

Me sonrojé alejándome del "dragón".

—¡Eso no tenías porqué decirlo! Acabo de caer de ahí arriba y quiero salir de aquí, así que ya me voy —di la vuelta y regresé de dónde venía.
—¡Espera! Vale, vale, lo retiro. Mi padre me echó de casa diciendo "que buscase mi propia aventura en vez de dormir". Estás de viaje, ¿no? ¿Puedo ir, contigo? —la criatura voló hasta mi pecho y suplicó.
—Sabes volar...
—¡Y más cosas! Escupir polvo, ver todo con mi esfera mágica, cavar... ¿Me dejas entonces?

A pesar del pésimo comienzo, se veía simpático. No se asustó de mis ojos ni aspecto, por lo que acepté. El dragón revoloteó a mi alrededor contento y se escondió en el cuello de mi chaqueta.

—¡Te aseguro que no te decepcionaré! Es un placer, Drago.
—Ponthel.
—Un momentín... ¡Ya sé porqué me parecía extraño! ¿Eres un híbrido? Ángel, demonio, humano, dios...
—¡Y yo qué sé! Por eso estoy aquí, ahora que lo pienso Lelahel me dijo... ¡Vaya! Debemos irnos antes de que sea el amanecer.
—¡Qué bien, por fin! Tengo tantas preguntas...

Suspiré por lo que me venía encima. Un nuevo compañero no veía nada mal. Anduvimos hasta la puerta de mi antiguo hogar y a nuestras espaldas, apareció ella antes de lo acordado.

—Casi te olvidas... Nada, has llegado temprano. ¿Estás preparado?
—¡Lo estamos! —exclamó Drago saliendo y entrando en mi ropa.
—Mmmm... Qué sorpresa, el hijo de Marfil. Vamos, te guiaré.

Escuché un grito por parte del dragón y me susurró:

—¿Quién diantres es esa? ¡Es un ángel! Cómo mola pesicola... —nuestra guía vio sus intenciones y levantó la mano para detenerle.
—A mí no, dragón. A partir de este momento, Ponthel, empiezan las lecciones. ¿Traes comida?

Negué. Lo había olvidado completamente. Me asusté, no tenía ni idea de cocinar o cazar.

—Oh, no...
—Parte de tu sangre es de los infiernos, por lo que puedes aguantar mucho tiempo sin comer, beber o dormir.
—Y tú, ángel misterioso, sí lo necesitas, ¿no? —interrumpió Drago. Debía acostumbrarme a tal comportamiento que tenía.
—Llevo millones de años sin cubrir mis necesidades.

Eso nos sorprendió, mirándonos el uno al otro.

"Vete de ahí o te atrapará..." —escuché una voz desconocida en mi cabeza. De ahí me sentí mareado. Tambaleé un poco, aunque seguí resistiendo a desmayarme. Los ojos me ardían y no me daba buen presentimiento.

Lelahel se giró a observarnos, agarró mi brazo y salimos a toda prisa.

—¿Qué pasa? ¿Por qué huimos?

No contestó, y nos adentramos en aquel bosque donde me perdí de pequeño. Me dejó entre unos arbustos, estando alerta. Intenté pronunciar palabra, pero ella me tapó la boca y se marchó. Drago se mantuvo oculto por el peligro de la situación. Lelahel volvió un tanto preocupada.

—Falsa alarma, creo...

Algo impactó contra el suelo que provocó una enorme explosión y destrozó y nos lanzó por los aires. Cuando el humó desapareció, pude ver una espada ardiendo apuntándome.

—Te encontré, ángel perdido. 

Lost Angel©(#3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora