—No —Por fin consigo arrancar la mala hierba testaruda con el tirón final decisivo —. Es una tontería. Olvídalo.

Ya ni siquiera estoy segura de lo que estaba preguntando. Tengo las corvas sudorosas. Me pongo de pie para estirar las piernas.

—Las dos personas tienen derecho a los tomates — dice mi madre —,aunque a una de ellas le gusten más que a la otra.

—Olvídate de los tomates. A ver, es como si... imagina que tienes una amiga que tiene una mascota. Un perro. Y, cada vez que vas a su casa, el perro se pone contentísimo porque tú le gustas más que su ama. Quizá el perro sea alérgico a tu amiga y no debería vivir con ella. Así que tu amiga te regala el perro porque sabe que será mucho más feliz contigo.

—¿Qué raza de perro es?

—Es un... bulldog francés. Así que das por hecho que de ahora en adelante todo estará bien, pero entonces tu amiga se enfada contigo porque tienes a su perro.

—Pero te lo dio ella.

—Sí. Pero ahora está enfadada contigo por llevártelo y quiere que se lo devuelvas. ¿Qué harías?

—Supongo que dependería de lo unida que esté al perro.

—Muy unida. Adoras al perro.

—¿Y cuánto quiere mi amiga al perro?

—¿Y eso qué más da? El perro es desgraciado con ella.

—Pero el asunto no tiene que ver con el perro, ¿no? Tiene que ver con mi amiga.

Como siempre, mi madre tiene razón. Me fastidia muchísimo. Sé que Erin se va a enfadar conmigo. Lo único que puedo hacer es esperar que el enfado no dure demasiado.

Terminamos con el jardín como cinco siglos más tarde. Tengo que ir derecha a la ducha al aire libre. Mi padre es un genio por haberla construido, sobre todo porque funciona con energía solar. Hace tanto calor fuera que el agua, que se supone que debería de estar fría, solo está fresca, así que ni siquiera toco la llave del agua caliente.

El resto del día lo dedico a actividades que no implican esfuerzo mental y que se llevan a cabo en interiores. No pienso volver a salir hasta mucho más tarde, por la noche. Justo cuando se supone que no puedo hacerlo. Lo de tener que estar en casa a las once es un rollo. ¿Cómo pueden mis padres pensar que es tarde cuando al día siguiente ni siquiera hay clase? Las once es super temprano. Este verano, toda la gente que conozco tiene que estar en casa a la una. Hasta los padres de Danielle la dejan salir hasta medianoche y eso que son súper estrictos. Así que no me siento mal por escaparme para estar con Justin.

Quedarme en mi habitación sería absurdo: no puedo dormir, de ninguna de las maneras. Lo único que hago es quedarme tumbada en la cama despierta toda la noche, muriéndome de ganas de estar con él. Así que, ya que voy a estar en vela, mejor disfrutar de la vigilia. El tercer escalón contando desde el suelo cruje. Si bajo las escaleras muy despacio, me quedo cerca de la pared y esquivo el escalón delator, debería poder salir de casa sin despertar a mi madre. Mi padre podría seguir durmiendo aunque estallara el Apocalipsis.

Con las chanclas en la mano, me escabullo escaleras abajo. Estoy segura de que hasta los vecinos están escuchando cómo me late el corazón. Cuando llego al cuarto escalón contando desde el suelo, deslizo el pie izquierdo hacia abajo para no pisar el escalón que cruje, aterrándome con desesperación a la pared. Soy demasiado bajita para este tipo de contorsiones.

Cuando por fin consigo bajar las escaleras, miro con nerviosismo al segundo piso, como esperando que mi madre salga de su habitación y me castigue de por vida. Pero eso no sucede. No oigo nada. Me escabullo por la puerta trasera. Así que así es el mundo cuando todos los demás duermen. La humedad opresiva del día prácticamente ha desaparecido. Hace como diez grados menos. Lo único que escucho es el canto de los grillos. Las luciérnagas me rodean. Creo que podría acostumbrarme a explorar el mundo de noche.

El novio de mi mejor amiga.Where stories live. Discover now