El peor día

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Se supone que sería un buen día en la oficina, hasta que sonó el teléfono. Estaba en medio de una reunión con mi jefe y un coordinador de ventas, lo cual terminaría siendo una charla muy provechosa tanto para la empresa como para mí. El repique le dio fin a nuestra reunión, ambos se despidieron emotivamente y abandonaron mi oficina. Eché la silla para atrás haciéndola chillar y me levanté, caminé hasta la puerta y la cerré para contestar aquella llamada en un ambiente más privado. ¡Levanté el teléfono!... una voz áspera, entre sonidos de interferencia, palpó mi capacidad de manejar un conflicto y, de alguna manera, sentenció una negatividad en mi mente... -Aseguró tener a mi hija, que la mataría- Comencé a exaltarme y apoyé bruscamente mi mano sobre el escritorio. -Que la mataría si no obedecía.- Mi respiración ahogaba mi aliento mientras el hombre de voz áspera me daba instrucciones; eran precisas, supongo que, incluso, eran sencillas de cumplir sobre todo si la vida de un hijo está en medio. Al terminar la llamada hice caer una pila de documentos al suelo, los nervios me estaban apretando tan fuerte que sentía desgarrarse algo dentro de mi piel. Me dirigí a la puerta y la abrí rápidamente, en el sitio solo se escuchaban las voces de todos mis compañeros y alguna que otra máquina funcionando. Corrí al ascensor y un pitico me avisaba su llegada al piso.


-Planta baja.- Corrí a la calle intentando llegar lo más rápido posible al otro lado, olvidé mirar, sentí frenar bruscamente un auto a mi izquierda echándome corneta, bastante desorientada termino de subir a la acera, miraba a todos lados casi percibiendo una realidad en cámara lenta, yo quería ser más rápida, encontrarme con menos obstáculos en el camino, cada cosa que me detenía creaba en mí la necesidad de gritar desesperadamente. Corro hasta el local abandonado de la esquina, sacudo la puerta principal intentando abrirla sin éxito, me quité mis zapatos y con el tacón golpeé uno de los cuatro vidrios cuadrados de la puerta para abrirla desde adentro. Al entrar lancé el bolso, con el material que aquel hombre requería, dentro de una vitrina, como lo había pedido. Salí de allí apartando todo a mi paso, afuera no veía a nadie sospechoso, solo algunos curiosos observando la manera violenta y paranoica en la que actuaba. Murmuraban, no alcanzaba a entender una sola palabra aunque, si tuviera mente para analizar, podría crearme una teoría de lo que decían.

Regresé al edificio donde trabajo. Al llegar vi a mi hija sostenida por un extraño, ella parecía tranquila a lo lejos, <<¿Mami?>> -Su voz sollozaba- las personas asustadas comenzaron a correr, las santamarias comenzaron a bajar y los gritos alcanzaron volumen cuando aquel hombre disparó. <<No es personal, ni hubiese querido hacerlo>> -fueron sus palabras antes de huir dejando a mi hija allí.- Mi respiración se aceleró por poco tiempo más, involuntariamente dejé caer mi cuerpo al suelo mientras escuchaba gritos y algunas sirenas, todo parecía irreal, deseaba que así fuera. Miré varias veces al cielo y lo alternaba con la carita incrédula de mi niña. Un escalofrió adormecedor subía mis talones y rodillas llegando hasta mi estómago, entonces remojé mis manos en la fría sangre que, hasta ahora, me percato que es mía... ¡No entiendo qué me llevó a esto! ¿Por qué? Escuchaba múltiples pasos rodeándome, una chica que no conozco llorando como si yo fuese su familia, mi hija al otro lado de la calle levantada con expresión atónita. La miré fijamente y sonreí. <<¡Tú estás bien!>> -susurré- y en cuestión de un minuto mi fuerte respiración, mi desesperación, mis gritos ahogados y todo lo demás se volvió tenue, luego un poco más oscuro y al final... se hizo el silencio.

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