Cap. 3 La Pausa y el Miedo

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Mi cuerpo era pesado, muy pesado, no me sentía capaz de moverme ni para respirar si no fuera algo obligatorio. Estaba en la oscuridad absoluta, pero en alguna parte podía escuchar los pasos de alguien, los sollozos, las respiraciones si me concentraba.

-Esta bien, no se preocupe, solo a sido un bajón de azúcar y una mala caída -Comento una voz masculina tranquilizando a alguien que sollozaba.

-Pero no se a abierto la cabeza ni nada? -Pregunto la Madre Isabela

-No, no tiene que preocuparse de nada.
Al segundo se volvió todo mudo y seguí en el mundo de la oscuridad.

Mis párpados eran pesados pero logre abrirlos lo suficiente como para ver una habitación con la iluminación del sol entrando por la ventana.

-Gracias a Dios que vuelves! -Comento una monja que estaba sentada al lado de mi cama.

-Donde?... -Intente pronunciar.

-En el hospital, ayer intentaste volver corriendo a casa y te dio un bajón de azúcar en mitad del camino, tuviste una muy mala caída y te diste en la cabeza, cuando nos llamaron pensaban que te habías abierto la cabeza.

Toda la información llego lentamente a mi cerebro, me costo asumirla pero de repente recordé todo, la lluvia, el hombre, la persecución y la caída.

Me lleve la mano hacia el lugar donde me había dado y lo palpe buscando una herida que no encontré.

-Tenias la cabeza con sangre pero no tienes nada, nadie sabe de donde salió la sangre y como llovía siquiera han podido sacar ADN.

La verdad es que yo tampoco era capaz de explicármelo, y menos todavía como había conseguido llegar al hospital, lo único que recordaba era la caída y ver a una persona rubia que no pude reconocer, nada mas.

-Tu sabes explicarlo? -Pregunto ahora levantándose de la silla y sentándose en mi cama.

Negué con la cabeza y lleve la mirada al otro lado de la habitación, el sol se estaba poniendo, se notaba por los colores del cielo.

Al poco apareció un médico en la habitación y me hizo unas pruebas sencillas.

-Bueno, te veo genial para darte de alta en unas horas, pero como no podemos dejarte ir en mitad de la noche te iras mañana a primera hora, te parece bien?

Yo simplemente asentí y me recosté en la cama, aunque había dormido bastante aun sentía todo el cuerpo pesado y me veía capaz de volver a dormirme sin ningún problema.

-Sabes? Tuviste suerte de que un hombre te encontrara y te trajera hasta aquí, ayer las calles estaban vacías por el mal tiempo.

Ignore sus palabras y le di las gracias, yo solo quería saber quien era el hombre, pero tampoco me lo iba a decir, estaba seguro de que no dejo nombre.

El medico hablo fuera de la habitación con la monja, y mientras disfrute de la soledad pensando en el hombre.

-Rubio y pálido... -Susurre para mi mismo.
Y de repente la imagen se me hizo mas clara, el rubio que me había salvado era el del callejón, con el que había soñado el domingo y por el que termine en esa situación el lunes. No podía tener tan mala suerte en tan poco tiempo.

-Si esta claro que la vida te da una galleta y en cuanto la coges te patea, te la quita y te deja llorando en el suelo -Recapacite para mi mismo.

Una médica entro con una bandeja de comida al mismo tiempo que la monja, una vez dejo la comida se fue y nos dejo solos a la monja y a mi.

De mi sangre, a tus ojos (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora