Cap. 1 El cambio

11.2K 564 82
                                    

Todo el oscuro espacio, todo el silencio y todo el dolor, me dolían los pies de correr sobre los cristales rotos pero la oscuridad me atrapaba y el silencio me agobiaba, solo sabia correr, correr sin escuchar ni un solo cristal romperse mientras mis pies descalzos sentían como todos se clavaban hasta el mismo hueso, daba igual cuanto llorara o corriera, el silencio no se rompía mis sollozos eran mudos, y el espacio de la inmensa oscuridad parecía no moverse mientras cada vez era más pequeño el espacio, hasta que al final, de tanto correr, de tanto dolor y de tanto agobio mi cuerpo cae al suelo oscuro, y en vez de encontrarme con suelo o cristales me encuentro con el vacío, un vacío inmenso que me hace caer sin encontrar un suelo contra el que sufrir el golpe o una voz con la que romper el silencio, solo la oscuridad seguía persiguiéndome y haciendo el vacío mas doloroso todavía...

Como siempre me termine despertando en sudor, lagrimas y gritos, tanto míos como los de la monja que me intentaba sacar de mi horrible pesadilla, una vez despierto me levante de cama e ignore cualquier cosa que dijera la monja, siempre lo hacia, siempre preguntaban, y lo que menos quería era recordar.

Después de 17 años y aún seguía teniendo esas horribles pesadillas, a veces pasaban durante una temporada, otras las tenía todos lo días y me despertaba varias veces en la noche para volver a dormirme y soñar lo mismo. Siempre lo mismo, repetitivo pero infernal.

Después de salir corriendo de mi habitación y conseguir llegar al baño del orfanato me vi en el espejo, siempre era asqueroso verme en esta situación, mi pelo negro estaba hecho un estropicio por el sudor y mi pijama azul estaba igual. Por la poca claridad que había debía de ser pronto, tal vez aún fueran las 6 y aun estuviera a nada de salir el sol, aproveche que no había nadie despierto para ducharme y relajarme, todavía podía sentir mi corazón a punto de salirse del pecho.

Me tome poco tiempo para salir de la ducha, no soportaba quedarme mucho tiempo quieto, y menos todavía cuando estaba recién despierto, no quería que el sueño me atacara de nuevo y volver a pasar por lo mismo.

-Edgar? -Peto una monja desde el otro lado de la puerta del baño.

Sabia de quien era la voz, tal vez no supiera reconocer al resto de monjas pero la Madre Isabela siempre tenía la maldita manía de aparecer cuando menos la quería cerca.

-Ya salgo -Conteste antes de que pensara que me había ahogado.

Como no había traído ropa para cambiarme solo me coloque una toalla por la cintura y la ropa la deje en el cesto para lavar, en cuanto salí lo primero que vi fue a Madre Isabel con el mismo ceño fruncido, era una señora algo mayor ya, un saco de huesos siendo realista, pero era una señora demasiado alta (aunque yo no sea muy alto por naturaleza) que daba igual su edad, intimidaría donde fuera que pisara.

-Que a sucedido Madre Isabel? -Pregunte al mismo tiempo que dirigía mi mirada hacia arriba para poder verla a los ojos.

-Me han dicho que as vuelto a tener un mal sueño -Contestó a la vez que se veía como endurecía la mirada.

-Y? -Conteste a la vez que empezaba a caminar de vuelta a mi dormitorio.

-Sabes que vas a peor, deberías dejar que te hagan de una vez el exorcismo! -Contestó sin seguirme.

Yo ignore sus palabras y fui directo a mi habitación.

"Los creyentes y sus ideas de demonios" Pensé para mi mismo.

Pero como ya estaba acostumbrado a tratar con ese comentario todos los días le quite importancia en cuanto me puse ropa limpia, unos pantalones vaqueros normales, unos tenis  negros también normales y una camiseta lisa de color blanco. Nada de marca, ni letras en la ropa, ni colores vivos ni nada, siempre ropa lisa y normal. Normas del orfanato.

De mi sangre, a tus ojos (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora