{♚} Capítulo veinte.

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Natalia observó las marcas con los ojos abiertos como platos, tratando de buscar una razón lógica que pudiera explicar cómo era posible que Pietro tuviera esas marcas cuando no había entrado nadie a su habitación.

No podía seguir ocultándole a mi hermanastra la verdad; no después de haber sido testigo de la brutalidad de aquel hombre que había tratado de asfixiarme en el pasado, ahora dirigido contra mi hermano pequeño.

Los atlantes habían decidido traspasar un límite que no iba a permitir que se volviera a repetir; consolé como bien pude a un lloroso Pietro mientras Natalia comprobaba que la ventana de la habitación estuviera correctamente cerrada.

Me extrañó muchísimo que la hermana de Giancarlo no estuviera allí, que no hubiera aparecido alertada por los gritos de Pietro y el jaleo que habíamos montado Natalia y yo para llegar hasta nuestro hermano.

Hasta que Laurence apareció en el quicio de la puerta, abrochándose la bata que llevaba y con aspecto de acabar de levantarse; Natalia la miró de hito en hito, incapaz de poder creerse que su propia tía no hubiera acudido antes en su ayuda.

-¿A qué viene tanto escándalo? –preguntó, ahogando un bostezo con la mano.

Natalia la miró como si estuviera a punto de saltar sobre ella para estrangularla con sus propias manos; yo me aferré a mi hermano Pietro, que seguía gimoteando por lo bajo, observando con pavor las marcas de sus muñecas.

-¡Alguien ha atacado a Pietro! –gritó con enfado.

Laurence enarcó ambas cejas, más escéptica que preocupada por la idea de que alguien hubiera hecho daño a su sobrino.

-¿Y cómo es posible eso, si se puede saber? ¡Su dormitorio está en el segundo piso y no veo nada fuera de su lugar!

Me removí en la cama. «Eso es porque lo han atacado en sus sueños... como a mí», respondí a su pregunta en mi cabeza; Habis y Desdémona habían decidido jugar sucio, yendo directos a por gente de mi entorno.

Primero habían comenzado con Matteo, quien se había visto involucrado de manera accidental, y ahora habían ido directos a por Pietro. Habis no había dudado ni un segundo en demostrarme hasta dónde sería capaz de llegar en el enfrentamiento, pero no iba a permitírselo.

Cuando desvié la mirada del rostro lloroso de Pietro pillé a Laurence mirándome con un brillo de acusación, como si supiera exactamente que la culpable de todo aquello era yo.

Laurence chasqueó la lengua.

-No creo que sea tan grave lo que ha sucedido –sentenció-. Seguramente se tratara de una pesadilla.

Todo el cuerpo se me puso en tensión cuando pronunció la última palabra. Mi mente repitió lo que había sucedido unas noches atrás, cuando Desdémona se había introducido en mis sueños y me había guiado hacia el mar con la única intención de que me ahogara; pero la milagrosa irrupción de Habis me había salvado la vida.

-Muy bien –intervino Natalia-. Llamaré a papá y le pediré que venga, ya que tú no eres capaz de ver nada.

Vi a mi hermanastra moverse con resolución hacia la puerta, pero Laurence la atrapó con demasiada facilidad por la muñeca y la empujó de nuevo al interior de la habitación; Natalia la miró con estupefacción, al igual que Pietro y yo.

Laurence respiraba agitadamente.

-Nadie va a llamar a nadie –ordenó y me estremecí entera al escuchar su tono imperativo.

-¡Pero...! –trató de protestar Natalia. Una sola mirada de Laurence la calló de golpe.

-¡Ni una sola palabra más, niña! –hizo una breve pausa para coger aire-. Ahora nos vamos a ir todos a la cama y a olvidar esta espantosa equivocación; ya veréis como mañana lo veis todo más claro.

Crónicas de la Atlántida I: El secreto.Where stories live. Discover now