capitulo uno

11.4K 468 6
                                    

Desperté. Abrí mis ojos y la habitación cobró  forma.  Una jaqueca terrible amenazaba con hacerme dormir otra vez. Pero me obligué a mantenerme despierta(o medio despierta) y comprender lo que sucedía. ¿Dónde estaba? ¿Qué pasó la noche anterior? Reconocía esa habitación, la había visto en otro momento. Muchas veces. La conocía pero… ¿De donde? 

 Lo ultimo que recuerdo fue que bailaba con mi mejor amigo en una fiesta del primer día de mi último año en el colegio y lo siguiente... esto. ¿Qué pasó? La terrible jaqueca no me dejaba pensar con claridad. Me incorporé lentamente en la cama y me rasqué el pecho. Solté un chillido. No llevaba ropa, mis manos recorrieron lentamente mi cuerpo por debajo del acolchado que me cubría y entré en pánico. Estaba desnuda. ¿Qué? ¿Qué es todo esto? ¿Estoy  soñando? ¿Llegué a mi casa y me acosté a dormir…desnuda? ¡No! Esta no era mi habitación. No estaba en mi casa y eso solo hizo que el pánico aumentara.

Me restregué la cara y me acomodé el pelo. Me tranquilicé un momento, pero parecía imposible. El pánico volvió aumentado en 100 cuando sentí a algo…o alguien moviéndose a mi lado. Me voltee asustada y lo vi. El apacible rostro de mi mejor amigo. El chico que sabía todo, absolutamente todo sobre mí. El chico que una vez, a los 7 años me arruinó el vestido lanzándome un helado y desde ahí nos conocimos. El chico que siempre estaba conmigo y hacía que todos pensaran que era mi novio. Aunque no lo fuera ni un segundo. El chico que me daba consejos  y soportaba escuchar mis interminables charlas sobre los chicos que me gustaban. Estaba justo a mi lado, dormido como un bebé aunque tuviera ya 17 años.

   Tenía el pelo enmarañado como era de costumbre, también estaba tapado con el mismo acolchado que yo, y podía ver que no llevaba una camiseta. ¿Estaría…? ¿Habíamos…? Yo y él. Yo y mi mejor amigo… ¿Dormido juntos? Y no solo dormir, si no “dormir” juntos. ¿Había sucedido lo impensable luego de la fiesta? ¿Por qué no recordaba nada? ¿Habré estado borracha?

Sacudí la cabeza y comprendí. Estaba en su casa. En su habitación. En su cama. Y para colmo sin nada de ropa. Miré a mi alrededor y localicé mi ropa, toda esparcida en el suelo, y una vocecita gritó en mi cabeza:  “¡Sal de aquí antes que Will despierte, estúpida!”

   Me incorporé lo más rápido que pude. No quería despertarlo. ¿Qué le iba a decir? Ni siquiera podía explicarme a mí misma lo que había sucedido con claridad. ¿Cómo explicárselo a alguien más? Me vestí lo más rápido que pude sin mirar hacia mi amigo. No quería verlo, me daría demasiada vergüenza aunque estuviera dormido. Corrí hasta la puerta pero cuando estuve por tomar el pestillo y poder abrirla, una voz me detuvo. La voz ronca de Will resonó en mi oído como un interminable eco.

–¿Zoey? Zoey, ¿Que sucede?

Me volteé y al segundo me arrepentí. Fruncía el ceño, estaba confundido al igual que yo. Pero verlo así, apenas pudiendo abrir los ojos por el sueño que tenía.

No pude y me eché a llorar ahí mismo. Gruesas lágrimas brotaron de mis ojos. “Todo se acaba aquí” pensé. La increíble amistad que teníamos se había terminado. De una noche a la mañana. Y no sabía qué hacer para remediarlo.

No dije nada. Salí de la habitación corriendo sin dejarle protestar, preguntar, levantarse o seguirme. ¿Qué iba a hacer? Decirle: “Ah, hola Will…Al parecer ayer nos acostamos juntos, vale, me voy, nos vemos luego.” NOOO! No podía ni mirarlo. No podría dirigirle la palabra nunca más.  Aunque de alguna forma algo como esto se solucionara. Nada volvería a ser igual.


Bajé  las escaleras y me topé con Reachel. Con su adorable sonrisa de mamá sobreprotectora. Esa sonrisa que me recibía cada vez que iba a su casa.

Desde pequeños, cuando Will y yo salíamos a jugar y a hacer travesuras, ella nos observaba por si nos lastimábamos o teníamos hambre. A Will le avergonzaba, especialmente cuando sus amigos varones estaban cerca y ella lo hacía sentir como un bebé. Aunque para mí era como una segunda madre.

–¡Zoey! Cariño, que gusto verte otra vez! No sabía que te habías quedado a dormir.

Si, por supuesto. Había dormido en la casa de Will incontables veces desde nuestra larga amistad. Will me lanzaba un escuálido colchón con olor a pipí de perro y una sudorosa almohada al suelo para que duerma. Aunque claro, yo siempre terminaba en la cama y él en el suelo. Hablábamos horas y horas. Reachel nos  traía la cena o el desayuno. Aunque cuando se lo pedíamos nos dejaba solos. Ella sabía que entre su hijo y yo no había absolutamente nada. Will era como un hermano para mí. Hacíamos todo juntos y hasta a veces, pensábamos igual.

Levanté  la mirada. Yo, toda despeinada y sonrojada le dije:

–Si, pero debo irme. Dígale a Will que lo siento– Las lágrimas secas de mi mejilla y mi sonrosada nariz me delataban. Solo pedía no llorar otra vez. No frente a ella. No podría explicárselo

–¡Oh, bien! ¡Que tengas buen día, linda! – frunció el ceño. Y me dejó salir. Agradecí al cielo que no hizo ninguna pregunta.

Salí corriendo. Tomé el primer bus  a mi casa. Y al llegar me tiré a la cama y dejé a mis lágrimas salir tranquilas y desesperadas a la vez. Debía llorar. Debía dejar  salir todo lo que sentía. Desahogarme.

“¿Que voy a hacer? Él era única persona  en la que confiaba plenamente. Al 100% y ahora se terminó. Se acabó. ¿Cómo arreglar algo tan grave como esto?”

–Eres la estúpida más estúpida del mundo, Zoey– me susurré. Con voz ronca y llorosa. Aún acostada, calmé mi desesperado llanto,  miré al techo y me puse a pensar.

¿Qué haría cuando debamos volver mañana al colegio y tenga que ver  a Will? ¡Se sentaba a mi lado ! Algún día me preguntaría sobre lo que sucedió. Will siempre preguntaba todo. Sin vergüenza. En cambio yo, sentía vergüenza hasta por la más mínima tontada.

Era hora de que aprenda a solucionar mis problemas yo sola. Algo como esto no se solucionaría solo jamás.

Nadie llamó. Para ser más específica. Will no llamó. En todo el día no supe nada de él y en realidad no estaba segura de querer saberlo. Solo me dediqué a llorar, tomar un baño, volver a llorar y quedarme dormida. Ni siquiera comí.

–Zoey, te traje un yogurt. Por si quieres– sentí que mi pequeña hermana de 13 años se sentaba a mi lado en la cama. Estaba acostada en posición fetal llorando  como una niñita hasta que me quedé dormida. Para cuando Sarah me despertó ya había oscurecido.

–Gracias, ponlo en la mesa

–¿Dormiste con William? – la oí preguntar mientras  toqueteaba algunas cosas en mi mesa.

“Dormir con William” Miles de veces me había preguntado lo mismo. Si había quedado a dormir con Will, me lo preguntaba cada vez que no pasaba la noche en casa. Pero claro… Ahora esa simple pregunta tenía un significado muy diferente. La misma tonta pregunta de siempre, ésta vez hizo palpitar mi corazón con más fuerza y cortarme la respiración por unos segundos.

“Si, dormí con Will. Pero esta vez fue distinto. Fue horrible. Fue el peor error que una persona pueda cometer”

–Si –Logré articular con la voz prendiendo de un hilo. – Por favor déjame sola, Sarah

Escuché que suspiraba y sentí  una caricia. Seguido de el delicado repiqueteo de sus zapatos alejándose de mi habitación.

Ella lo sabía. No sabía exactamente lo que sucedía, pero entendía que su hermana mayor estaba mal. Realmente mal. Jamás había estado así. Ni siquiera cuando terminé con mi novio de tres años hace 6 meses. Me había tirado a comer y ver  caricaturas. Pero nunca había hecho  lo que estaba haciendo ahora. Y es que nunca cometí el error que acababa de cometer.

Algún día no muy lejano mi hermanita me obligaría a contarle todo. A pesar de su corta edad. Lo iba a entender.  Ella  no me dejaría hasta que se lo haya contado.  Y yo tampoco podría dejarla fuera de esto.

Our MistakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora