Introducción

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Miedo, eso es lo que veo en la cara de Rebecca. Está temblando. Sus manos se agarran a mí con fuerza y a pesar de que le aseguro que todo saldrá bien, que nada malo le ocurrirá, no me escucha.

Las lágrimas mojan sus mejillas y me pongo delante de ella. Con una mano intento crear cierta distancia entre el peligro que nos acecha y nosotras. Y a la vez doy un par de pasos hacia atrás, intentando agrandar las distancias, esperando cualquier momento, deseando encontrar la mínima oportunidad para escapar.

Pero un disparo detiene mis movimientos. El estruendo aún martillea mis tímpanos, pero más doloroso me resulta el llanto de Rebecca.

Va a por ella, lo sé. Sabe que provocándole el menor daño me herirá más que si me lo hiciera a mí. No puedo permitirlo. Tengo que evitar que muera y me lanzo contra la amenaza.

Me enfrento a mi vida, mis miedos e incluso rememoro todos mis errores. Es hora de hacerles frente.

Ambos forcejeamos, luchamos ferozmente y el arma acaba disparándose. Al instante el lugar se inunda con el olor a pólvora y el inconfundible aroma de óxido que tan familiar me resultaba.

¡Sangre! Unos de los dos ha resultado herido... pero, ¿quién?

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