Prólogo.

2.5K 247 24
                                    

Un libro escrito en letras plateadas se encontraba a la vista. Era tan simple como cualquier diario, solo una tapa negra y dentro de él cinco palabras Ortografía de la clase "A"  perfectamente escritas.

– Este –tomó el cuaderno entre sus manos–. Será el diario de la clase. Evaluare su ortografía al final del año y el avance de esta.

Clarence, la maestra de literatura. Más agria que un limón y tan poco querida por los estudiantes como una clase de matemáticas. Juraban preferir pasar tres horas haciendo geometria a estar con ella en un mismo salón.

Este año 3ºA de la escuela HPoul había tenido la desdicha de tenerla como profesora.

–Escribirán lo que deseen, no quiero textos que no completen minimo una carilla. Será cada dos semanas, señores, señoritas.

La rubia frente a ella se sentía tan perdida, pequeña en muchos sentidos al ser tan baja y temerosa. No levantar la mano no era una opción, era un reflejo. No podían quedar preguntas sin responder.

–Sarah Direypad –revisó en su lista, mirando a la muchacha fijamente, esta aún sin bajar su brazo–. Dime.

–¿Qué tendrá en cuenta para corregir?

–No importa que sea lo que escriban, señores. Intenten ser sinceros, no quiero cuentos. No le prestare atención a que hacen con sus vidas, tan solo quiero ver su evolución en la clase.

–¿Esta diciendo que puedo escribir que soy un asesino y a usted no le importará? –río sin escrúpulos Harold, balanceando su silla, sin siquiera dirigirle la mirada a la profesora.

–Dudo que tenga las agallas para asesinar a alguien, Plutwis. Pero, si fuese así, esto será como un contrato psicologo-paciente. Nada saldrá de mi boca.

Harold frunció el ceño ante lo primero, bajo la vista a su pantalón rasgado y decidió no continuar lo que podría llegar a una discusión con su ya profesora menos favorita.

La mayoría de la clase alzó su mano. Era un curso pequeño pero chillon como ninguno. Clarence se sentó en su silla, tomó el diario entre sus manos y comenzó a anotar los nombres de cada uno de los alumnos.

–No oiré objeciones. Es obligatorio, y que no se diga más –todos bajaron su mano, ofendidos y resongando–. Y, ppr cierto, recuerden una simple regla: No leas la pagina anterior.

¿Quién en su sano juicio estaría de acuerdo con algo así?

Ese año seria una condena.



El diario del "A" [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora