Ley #3

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Todo lo malo se repite


En el pequeño receso de quince minutos, Murphy había salido con Sara a estirar las piernas después de una infinita y estresante jornada de matemáticas. Bueno, era esa su percepción, en realidad solo habían pasado 90 minutos.

Murphy había tenido hasta ahora una mañana tranquila, sin embargo su propio nombre ya establecía su destino: algo malo iba a pasar. Y así fue, tan solo habían pasado unos minutos y una pelota de plástico proveniente de unos niños (con mala puntería) había golpeado su mano, haciendo que su jugo en caja de naranja se derramara en su blusa. "Mierda, ya vamos a empezar", dijo para sí misma.

Intentó llevar la situación con la mayor dignidad que pudo, pero para el destino no era suficiente: luego de unos minutos, le llegó una pelota de basquetbol en plena cara, lo que la dejó aturdida.

—¿Murphy? ¿Estás bien? Mejor siéntate en el banco que está allí—dijo Sara, señalando un banco de madera a tan solo unos metros de ellas—, iré a la enfermería a pedir una camilla para que te lleven a un lugar más seguro y descanses. 

Murphy finalmente ya estaba acostada en una camilla en medio del patio y evidentemente otra desgracia sucedió: una de las personas que sostenía la camilla tropezó con una pelota de fútbol que justo se cruzó, soltando el extremo que llevaba y haciendo que nuestra protagonista cayera boca abajo.

Las Leyes de Murphy © [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora