Décimo Noveno Capítulo, parte uno.

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Caramelos



Lo miraba dormir entre sus brazos, semejaba un ángel que descansa en las nubes, paz adornando los holanes que tenía por pestañas, la tormenta de nieve parecía haberse aliado con el sol, provocando que una potente luz blanca entrará entre las tablillas de la persiana, iluminando en líneas aquel rostro oscuro por las agresiones.

Los brazos del menor estaban alrededor de su cuello y una de sus manos reposaba en su pecho, su corazón parecía solo latir para mecerla, para arrullar y convencerla de quedarse ahí. Sus desgraciadas pupilas miraban cada poro de su piel como si fuese un diente de león germinando, suave bajo las yemas curiosas, labios pálidos y entreabiertos, como la puerta a un corazón que teme a los forasteros.

Hacía tres días que no sentía tanta paz y se cuestionaba por que finalmente lograba sentirla con tan solo tener a aquel joven a su lado. Se encontró comparándolo con un muñeco roto, del cual cada hilo, cada porción de tela, era todo eso que no podía recordar.

Consideraba que tal vez su insistente cercanía podía incomodar a Louis, cuando sus manos traviesas al entrar en contacto como la marea, oscurecían aquellos arenosos pómulos como dos islas que él necesitaba desesperadamente pisar con besos. Había estas olas de felicidad, orillando a los bordes de sus labios a crear unos pequeños huecos en sus mejillas, ahí se escondía un cálido Louis quien se removía contra él con pereza.

Harry sonreía con la sinceridad de un enamorado que observa, que no recuerda, pero siente y se ancla a su cintura con gentileza, acercándolo a él como el niño y su inseparable compañero. Cuando sus ojos se cierran, despide su rostro como sabiendo en el fondo que no la vería pronto.


[...]

La corriente sanguínea por su cuerpo era pesada, su corazón se sentía así, como un martillo de acero que coloreaba de caos la porcelana a cada impacto, la rompía.

—Eres lo peor que me sucedió en la vida.

Se sentía humillado, miserable al igual que el villano que llora mientras lastima, intentando reflejar su dolor para que lo curen, para que sane y alguien vea que hay un corazón que se joroba a sí mismo por el peso de un arma de guerra.

— ¿Qué te hice? —una voz histérica tosía y escupía la sangre de una herida nueva. — Yo quería una vida contigo ¿Por qué destruirme así?

— ¡Tú me destruiste a mí! ¡Tú me quitaste a mi mejor amigo y me hiciste caer por ti solo porque estabas desesperado! Estabas enamorado de él y decidiste usarme, te odio, te odio— su mano tomó nuevamente el cuello de su camisa, su puño parecía un juguete de cuerda que volvía a impactar una y otra vez.

Cuando el juguete cae, él cae también contra un suelo que no lo siente, no lo entiende.

—No es así y no fue así...— se arrastraba por el suelo, forzando a las yemas de sus dedos a cargar el peso muerto del resto de su cuerpo, su rostro ardía igual al de un mártir que clava las espinas del mundo en su cabeza como una corona, su sangre teñía los dientes de león muertos en su piel que caían, lentamente marcando el rastro de un trágico amante.

— Te voy a utilizar del mismo modo, te haré a hacer sentir esto que siento yo — sus ojos estaban empapados, su cuerpo se sentía como un costal de huesos que se incendiaba, ardía cada uno de ellos.

Las rosas llevan vendas➳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora