CAPÍTULO I: Dimitri Mascovich.

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En mi vida sólo he experimentado el amor una vez, pero fue hace ya mucho tiempo y desde ese momento, el único amor que me queda es el de mi familia.

En poco menos de tres años, cambié radicalmente. Dejé de salir con amigos por salir a buscar chicas. Pase de ser un chico tierno y atento a ser alguien encerrado en su mundo. Dejé de pensar en el amor de pareja por pensar sólo en sexo sin sentimientos.

De hecho, es mi hobbie. Ir a buscar chicas por las tardes mientras mis padres no están, es simplemente divertido. Una que otra vez, ellas me buscan a mi, sobre todo mis preferidas porque ya saben a lo que le tiran. Sin amor, sin sentimientos y con condón.

Por obvias razones ellos no lo saben y no, no se los diré por una muy buena razón. Mis padres son muy apegados a la religión que profesamos y prácticamente, vivo en el pecado. Y no sé, pero creo que se dan un idea de lo que hago, tanto lo creo que me metieron en un instituto only boys, lo irónico es que esta plagado de homosexuales y según nuestra religión, ellos están condenados al infierno eterno. ¿Ignorancia, donde?.

A todo esto, mi nombre es Dimitri Mascovich y tengo diecinueve años. Soy hijo único, lo cuál me tiene muy feliz, porqué soy muy celoso con mis padres. Hablemos de mi apariencia. Soy alto, muy alto, mido un metro noventa y cinco metros. Mi piel es blanca, lechosa. Mis ojos son color café claro y según mi madre, los más hermosos que han visto. Mi cabello es negro, lo se es raro, y despeinado a lo largo del rose mi oreja. Mis facciones son varoniles, pero al mismo tiempo son atractivas, gracias a mis genes. En mi labio inferior tengo una perforación, una sensual argolla. Mi cuerpo porta orgulloso tres tatuajes, uno a lo largo de mi clavícula en forma de espinas con una rosa al final, otro en mi muñeca izquierda en forma de código de barras con mi fecha de nacimiento y por último, un infinito en el huesito de mi cadera (que no saben cuanto dolió). Lo sé, no son muy sexys pero me gustan. Entre las pocas cosas que me gustan hacer, aparte del sexo, son estar con mi familia, ver películas de terror y cocinar. De hecho, soy el master chef de mi casa.

Hace poco regresamos a México porque las cosas, económicamente hablando, se mejoraron así que estoy empezando de nuevo, otra vez. Énfasis. Un nuevo colegio, dónde no hay chicas. Una nueva casa, con vecinos. Y por supuesto, más chicas lo que implica más diversión para mí.

~

Me levanté tarde, por que aún no me acostumbro al horario de acá, pero gracias a mi madre pude levantarme a tiempo. Me salí de bañar e inmediatamente me puse mi ropa de la escuela. Un pantalón de vestir negro entallado, una camisa blanca, un corbata gris, y un suéter abotonado negro con franjas rojas en las muñecas con el logo de la escuela.

Bajé lo más rápido que pude a almorzar con mis padres que ya me esperaban muy felices de la vida.

- Buenos días, hijo - sonrió ella.

- Hola padres - salude a mi madre con un beso en la mejilla y a mi padre con uno en la frente.

- ¿Listo para tu primer día? - preguntó él.

- Yo siempre estoy listo - alardé - Soy un Mascovich - sonrei

- Eso si - rió mi madre - Toma, vas tarde y aún no desayunas - me reprendió.

- Ya, ya madre, ya voy - me senté en el taburete.

Me devoré el almuerzo que me hizo mi madre con tanto cariño. Eran unos deliciosos hotcakes con fresas y blueberries encima acompañados con miel de maple, café y fruta. ¡Ah mi madre me ama!

- Hoy tampoco estarán ¿Verdad? - pregunté

- Ya sabes, llegamos en la noche - respondió mi padre.

¿Mamá, me enamoré?Where stories live. Discover now