Capítulo 3

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Pero el mundo voló lejos de su alcance,
y las balas atrapadas entre sus dientes.

Todo empeora, no bastaba con un solo aspecto de su vida malo, ¿por qué todo debía ser insoportable para ella? No, no hay esperanza.

-Quiero que laves los platos, y el piso. Maldición Bethany, esta casa está hecha un asco. Me das vergüenza, hija. Ojalá pudiera estar sola y ser libre sin ti –dio un trago a la botella que tenía en la mano y Bethany se mareó con el aliento de la mujer- Nunca te ocupas de nada, ni estudias ni trabajas en la casa... no sé qué hacer. Mi vida sería tan fácil si no estuvieras aquí... –con la vista baja Beth enrojeció. Nada de eso era cierto. Tenía uno de los mejores promedios en el colegio y si no fuera por ella la casa ya hubiera caído a pedazos. La mujer la miró de arriba abajo y con un ademán afectado se dirigió a su cuarto- deja en condiciones la cocina y la sala, puede que hoy venga un amigo a cenar.

               
Cuando su mamá se encaminó hacia su habitación, con un suspiro Beth fue al armarito de la limpieza y sacó una escoba. Odiaba tener que limpiar toda la casa para su madre y sus novios y sólo recibir golpes como recompensa.
Después de un largo rato de duro trabajo la sala estaba lista, solamente le faltaba lavar el piso de la cocina y podría estar en paz. Con un pañuelo atándole el pelo oscuro se esforzaba en dejar la cerámica limpia, mientras soltaba suspiros ocasionales pensando en la injusticia.
Su mamá siempre estaba afuera, tomaba, fumaba y no se hacía cargo de la casa. Ella en cambio limpiaba casi todos los días, hacía la comida y limpiaba toda la suciedad que dejaba su madre en su cuarto, además de mantener su propia habitación y el piso de arriba ordenados. Tan concentrada estaba con su trabajo que no escuchó los golpes en la puerta.

-¡Bethany! –Gritó otra vez su mamá, sobresaltándola- ¡Alguien te busca!

"¿Alguien me busca?"Pensó Beth. Nadie nunca iba a su casa, ¿Quién podría ser? Se desató el pañuelo que llevaba en la cabeza y se sacó el delantal, quedando con ropa digna para salir a la calle. Su mamá le pasó por al lado y se internó en su habitación con otra botella. La chica negó con la cabeza y se aprestó a abrir.

Cuál no sería su sorpresa cuando vio nada menos que a Trent afuera del porche, a mitad de la vereda. Enseguida se sintió como si por fin una de sus ensoñaciones se hubiera hecho realidad, el chico que le gustaba estaba en la puerta de su hogar y con ese auto espectacular de último modelo. Un poco más alejado de él estaba uno de sus fieles amigos, Dean, con el pelo en un extraño ángulo siguiendo el último grito de la moda y una sonrisa socarrona en sus labios. Trent, personificando sus sueños, estaba esperándola con una sonrisa y las manos en los bolsillos. Beth se puso un mechón de pelo atrás de la oreja y con delicadeza bajó los escalones y cubrió la distancia que la separaba de él.

La sonrisa del joven le parecía un poco falsa, pero supuso que sería común en él, acostumbrado a estar por encima de los demás. Con timidez se plantó delante de él, alisando su pulóver pasado de moda.

-¿Me buscabas? –le preguntó con timidez.
–Hola... esto... ¡Beth! Sí, eso. ¡Claro, te buscaba! –su amigo soltó una risita extraña- es que... quería preguntarte algo –largó mirándola a los ojos.
-¿Sí? -Le preguntó ella con la curiosidad pintada en el rostro. ¡Él, haciéndole una pregunta! ¿Y si le pedía ayuda en algo, o la invitaba a reunirse con sus compañeros como siempre había deseado? ¿Qué haría, qué respondería, cómo actuaría?

-Es sobre algo que está circulando en la escuela –su voz se apagó. Había tornado de ser agradable a tener un deje de algo que la empezaba a asustar.
-¿En la escuela? –preguntó con inocencia.
–Sí, tal vez hayas hablado con Charlotte. Es un problema. Que me concierne –su voz se tornaba peligrosa y demandante. Como si volviera a suceder, Beth recordó una situación el martes anterior con Charlotte:



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