(31) Por si no hay mañana

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Luego de terminar mi desayuno, casi obligado, me disculpé y me fui a bañar. Antes de entrar a la ducha, llamé a Kassandra, quien me indicó que sería ella quien me recogería, ya que una de sus amigas quería ir con nosotras.

Una vez terminé la llamada, coloqué mi teléfono sobre la mesa de noche y caminé hasta el baño. Una vez me quité la ropa, entré bajo el agua caliente, comenzando a relajar mis músculos, incluso mi mente; la que, últimamente, se encontraba pensando demasiado, sin contar las preocupaciones.

Los gestos de Arnaldo por la mañana aun provocaban una sonrisa en mi rostro. A pesar de estar molesto, sentía que de veras se preocupaba por mí, que aun me amaba. Tal vez era solo cuestión de esperar un poco más?

Salí de la ducha, secándome el agua que estaba sobre mi cuerpo, y caminando hasta la habitación. No tenía que preocuparme ya que a estas alturas, me encontraba sola en la casa. Comencé a buscar en las gavetas por mi ropa interior, cuando de repente sentí la puerta de mi habitación abrirse.

"Natalia, te llevarás tu auto o el de..." Arnaldo se quedó congelado en sus pasos, sin terminar la oración.

Sí, lo acepto, tal vez suene algo estúpido, pero desde aquel día en que Arnaldo nos encontró a mí y a Orlando platicando, no ha habido ningún tipo de contacto. El más cercano en estas últimas tres semanas, ha sido el abrazo que me dio cuando estábamos en la cocina, sin contar cuando coloqué su mano sobre mi vientre.

Inmediatamente, me sentí algo avergonzada, no sé porqué. Saqué una de las camisetas de Arnaldo, colocándomela lo más rápido que podía.

"Disculpa...pensaba que ya no había nadie..." respondí sin mirarlo al rostro.

"Discúlpame a mí, debí tocar antes de entrar. Habías dicho que te ibas a dar una ducha..." comentó este mirando al suelo.

"Qué querías decirme?" necesitaba romper el silencio que surgió una vez este terminó su oración.

"Si te ibas a llevar tu auto...es que...necesito verificarlo. Ya sabes, esas cosas de rutina..." aun cuando estábamos distanciados, ese aspecto de él no había cambiado.

"No te preocupes, Kassandra vendrá por mí..." no dije más, mientras buscaba mi bolso, sacando las llaves de mi auto y acercándome a él para entregárselas.

"Gracias...nos vemos en la fiesta..." fueron sus palabras mientras tomaba las llaves de mi mano.

"Sí...nos vemos luego..." ambos nos quedamos mirando, y este se acercó extremadamente a mí. No sé porqué, pero pensé por un instante que me besaría, así que cerré mis ojos.

Me di cuenta de que no lo haría, cuando sus labios se detuvieron en mi oído, "cada día te ves más hermosa...me alegro que seas tú quien cargues mi hijo..." y según dijo estas palabras, dio media vuelta y salió de la habitación, dejándome con la piel erizada por el contacto que acabamos de tener, y con mi corazón latiendo fuertemente; probablemente de la alegría por escuchar esas palabras.

Una vez desapareció Arnaldo completamente, y mi corazón comenzó a latir normal, busqué mi ropa y me vestí. Luego continué con mi cabello y mi rostro, tomando mi bolso por último y mirando el reloj. Aun faltaba casi una hora para que Kassandra me recogiera.

Miré mi teléfono y decidí ponerlo a cargar, pues apenas tenía batería y lo necesitaría luego. Solo sería cuestión de recordar buscarlo cuando la chica llegara por mí. Caminé hasta la sala, donde encendí el televisor en las noticias, y poco a poco, el sueño me fue venciendo hasta que quedé dormida sin darme cuenta. Después de todo, desde que quedé embarazada, el sueño me vencía con suma facilidad.

Duele ser infielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora