II Cambios

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Los hijos del rey se defendían el uno al otro, pues fueron criados para ello, para cubrirse las espaldas uno al otro. Diana, la más grande, veía y protegía a sus hermanos y más a Alberto.
Ambos entrenaban juntos, cabalgaban, se enseñaban trucos nuevos y trucos de batalla y sobre todo compartían secretos.

__Algún día, iré por las rosas de Aujinuis y Ajuidon, y las entregaré al reino para que sea mas próspero y más feliz con tu reinado, hermano mío.__ le había dicho una ocasión Diana al pequeño Alberto. Él solo era un niño de una edad mínima, 7 años, un niño de hermoso y rebelde cabello castaño y ojos verdes, un niño que ya era todo un guerrero, y ella tenía ya más de los 15, ya había pasado por sus Cambios. Antes, ella tenía cabello castaño como su padre, pero después de sus Cambios, la marca se había plasmado en su hombro derecho y su cabello había cambiado su color por el negro azabache de su madre.

__Hermana, eso es un mito. Yo siendo un niño lo sé, y dudo que existan en realidad.
Eso la había desanimado sin ninguna duda, pero ella jamás renuncio a ese sueño. Sabía que existían, lo sabía, lo sentía. Iría a Henovaria para sacar la primera rosa hasta por debajo de las piedras.
Todos los hijos del rey ya habían tenido sus Cambios,a las gemelas no fue gran cambio, pues sólo se había cambiado sus rasgos físicos y la marca estaba ya puesta en su nuca, en Susey fue extraño, pues era una niña de cabello oscuro y ojos cafés, sus Cambios habian sido extremadamente raros, pues su cabellera ya no era oscura, si no blanca, como la nieve y su piel también había cambiado al mismo tono que su cabello, sus ojos se volvieron azules y la marca se hizo presente también en la nuca, como siempre. Todos sus hijos ya habían presentado el Cambio a excepción del último que cumpliría sus 15 años pronto y con ellos, sus Cambios.
Dos días antes de su décimo quinto cumpleaños, el príncipe Alberto se encontraba mal. Había escuchado decir a sus hermanas que sus Cambios llegaron sin previo aviso, y que no se habían sentido mal como lo hizo Diana. Su padre la había dicho que los Cambios del primer y el último descendiente eran similares, dolorosos y más bruscos que los Cambios de los demás.
En ese preciso momento le creía. Se sentía muy mal, le dolía la parte baja del estomago y se sentía mareado. Su temperatura había subido y se sentía muy mal. Una semana antes, lo habían preparado para sus Cambios, pero aun así se sentía horriblemente mal. Se había dejado caer en el suelo y se había hecho un ovillo.
Sentía mucho dolor, estaba desesperado y empezó a agarrarse la cabeza y cerrar muy fuerte los ojos mientras gritaba. Sintió unas diminutas agujas picandole la parte baja del hombro izquierdo...
Los Cambios ya estaban llegando. Nunca había sentido un dolor igual, era como si lo estuvieran torturando. Se quito las manos de la cabeza, pues el cabello esta a una tamperatura muy baja, como congelado. Por un segundo pensó que su cabello se convertiría como el de su hermana Susey. Los dolores siguieron llegando, más fuerte que los anteriores, mas agonizantes y sentía muchísimo dolor en el hombro.
Después de un rato, que para Alberto le parecieron una eternidad, el dolor paro poco a poco. Cuando se estaba estirando un poco para poder descansar, un dolor más fuerte que los anteriores le hicieron abrir los ojos de par en par. Grito con ganas, más fuerte de lo que él jamás había gritado y oído gritar a alguien. Su voz se oía diferente, mas grave y madura. En eso la puerta de sus aposentos se abrió de un solo golpe y su padre entró acompañado de su hermana mayor Diana. Sintió que algo en su interior empezaba a recorrerlo en cuerpo hasta detenerse en su hombro. Los Cambios habian terminado. Se dejó caer completamente en el suelo y extendió sus brazos, jamás se había sentido tan pleno y liberado. Que bueno que los cambio sólo ocurrían una vez en la vida. Su padre se arrodilló a un lado de él y su hermana hizo lo mismo, ambos subieron al príncipe en su cama y lo dejaron descansar.

El Último DescendienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora