Me pregunto dónde está...

—Se ha ido —expresa, respondiendo así la pregunta que no pronuncié en voz alta.

—Oh.

No me atrevo a cuestionarle nada más. Soy entrometida, pero no tanto. Supongo que sé respetar la privacidad cuando es necesario.

—Bueno, te daré un tour por los alrededores —bromea—. Ya has visto la sala y la cocina, que son dos tercios de la casa. Solo queda el baño y las habitaciones.

Enarca las cejas dándole un doble sentido a sus palabras y no puedo evitar rodar los ojos.

—Mejor quedémonos en la sala —musito.

—¿Miedo de lo que pueda pasar en mi cuarto?

—¿Miedo? ¿De ti? Claro que no.

—Vale, di lo que quieras, ambos sabemos que no puedes resistirte a mí.

—Como sea.

Me dejo caer sobre el sillón de la sala y él hace lo mismo. Coge el control de la mesa y entonces comienza a vagar por los programas en busca de algo bueno por ver.

—¿Te digo algo? —suelta de repente tras algunos segundos. Su mirada está fija en la pantalla viendo los canales pasar. No parece estar prestándome mucha atención.

—Ajá.

Se detiene en una película con mucha acción y sangre. Parece satisfecho con su elección, porque suelta el control y cruza sus brazos sobre el pecho. Yo estoy sentada a su lado, unos pocos centímetros nos separan, y me encuentro más tensa que nada.

Estoy nerviosa. Tal vez sea su olor o su cercanía, o que con cada movimiento su brazo se roza con el mío. Puede que sea que noto cada respiración que toma o el calor que desprende su piel y acaricia la mía. Tal vez solo es el hecho de que me atrae y que estamos solos en su casa, pero me siento como si en cualquier momento fuera a saltar fuera de mi piel. Mis ojos están clavados en las escenas de la película, pero cada una de mis terminaciones nerviosas está concentrada en él. Toda mi atención está fija en Fidel.

Mueve su brazo hasta que queda detrás de mis hombros y distraído comienza a enredar entre sus dedos un mechón de mi cabello.

—Estar contigo no es tan malo como pensé que sería —anuncia sin mirarme. Mis cejas se enarcan casi de modo automático y no sé cómo debo tomar sus palabras.

—¿Se supone que es un cumplido?

—Es una verdad, nada más. —Ahora sí me mira con una amplia sonrisa y trato de no dejarle ver lo mucho que ha acelerado mi corazón con ese gesto; la tormenta que ha desatado en mi interior—. Me la paso bien a tu lado, aunque me hagas enojar.

Desvío mi mirada a mi regazo sin poder soportar más la intensidad que desprenden sus ojos fijos en mí.

—Entonces —continúa—, ¿me vas a dejar?

Ahora, eso sí que capta mi atención.

—¿Dejarte qué? —cuestiono curiosa.

—Demostrarte que puedo hacerte feliz.

Debería decir que no. Es más que obvio que esto es un juego para él, y sé que bien puedo jugar, pero tengo miedo. Somos demasiado iguales. Cuando me mira, siento como si pudiera ver dentro de mí, a mis miedos e inseguridades; me hace sentir vulnerable, expuesta, desnuda, y no me gusta esa sensación de estar desprotegida.

—No lo sé —murmuro. Él no responde nada más.

Solo nos quedamos ahí sentados lado a lado con la vista fija en el televisor.

***

Ya es de noche cuando detiene su carro frente a mi casa. Nos quedamos toda la tarde en su hogar, viendo películas y hablando sobre cosas sin importancia. Su mamá nunca llegó y mi papá nunca llamó para preguntar dónde estaba. No es raro para mí.

—¿No te vas a meter en problemas? —pregunta apagando el motor.

—No.

No pienso darle explicaciones, ya mucho sabe sobre mi vida.

—Bien. Entonces nos vemos mañana.

Asiento y abro la puerta del coche, pero antes de que pueda bajar su mano toma mi muñeca y me detiene. Cuando solo me mira sin decir nada, le lanzo una mirada confusa y él sacude la cabeza.

—¿Qué pasa? —inquiero.

—Nada, nos vemos mañana —dice con dureza.

Doy un paso atrás cuando enciende el coche de nuevo y lo veo desaparecer al final de la calle.

No importa lo mucho que hayamos hablado hoy, parece que ninguno de los dos quiere abrirse por completo. Yo sigo guardando secretos y él también lo hace, puedo verlo en sus ojos. Dice que quiere hacerme feliz, pero eso no tiene sentido. Apenas y me soporta. Aunque dijo que se la pasó bien conmigo.

Sonrío un poco al recordarlo diciendo esto. Su peculiar manera de darme un cumplido.

Entro a casa y veo a Diego en la cocina preparando algo de cenar.

—Tienes suerte de que se haya desmayado en cuanto llegó del trabajo —dice cuando camino hacia el refrigerador.

Busco algo de jugo de naranja y trato de no pensar en lo molesto que va a estar mañana si se entera que no estuve.

—¿Preguntó por mí?

Es demasiado notorio el miedo en mi voz. Solo una vez he visto a mi padre enojado. Fue cuando mamá estaba demasiado débil ya. Se molestó con Diego por una estupidez y entonces comenzó a golpearlo. Y mi hermano se fue.

Nunca se lo he dicho a nadie, ni a Nai, solo porque él me hizo prometerlo. Dijo que no quería preocupar a nadie. Luego mamá murió y él no estuvo aquí, no volvió y me enojé. Me molesté con él, con mis padres y conmigo misma. Estuve molesta con el mundo durante mucho tiempo. Creo que todavía lo estoy.

Veo a Diego acercarse y plantar un rápido beso en mi frente.

—Le dije que estabas haciendo tarea con tu amiga. A la próxima envíame un mensaje si vas a desaparecer toda la tarde.

—Gracias —murmuro.

Él solo se encoge de hombros y sale de la cocina con un sándwich en la mano.

—Como sea.

Muerdo mi labio inferior cuando me asaltan unas repentinas ganas de llorar. Si no fuera por mi hermano seguramente ahora me encontraría en grandes problemas.

Siento mi celular vibrar en el bolsillo y lo saco para ver el mensaje que ha llegado. Es Fidel.

Fidel: Olvidé decirte lo bonita que te veías hoy.

Sonrío ante esas palabras. Es difícil de creer lo rápido que está comenzando a afectarme.

Besos que curan [ADL #2] ✔Where stories live. Discover now