capitulo 12

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  Mis tensos músculos solté cuando él me pidió que lo hiciera. Samuel me estaba enseñando lo que era un abrazo.

Él tenía sus brazos, quietos, alrededor mío, apretándome contra su cálido cuerpo. El silencio era nuestra música de fondo, mientras que ambas anatomías estaban pegadas. Samuel comenzó a acariciarme de una forma suave y reconfortante la espalda. De arriba hacia abajo. Con movimientos circulares... Mi mente se relajó, y de algún modo me sentí protegida al estar junto a él.

—Eres tan inocente... —susurró contra mi cabeza luego de unos segundos.

Puede que tuviera razón al deducir aquello. Cuando necesitaba defenderme, de igual forma salía lastimada. No conocía mucho el mundo exterior, solo entendía por aquello un mundo cruel y violento, que solo lastimaba. Jamás conocí la amistad, ya que desde niña que yo estaba sola o me dejaban de lado. Tampoco conocía el amor, ni si quiera aquella palabra se encontraba en mi diccionario mental. Poco sabía sobre él. ¿De verdad cuando una persona especial se te acerca sientes mariposas en el estómago?

Aún así, no respondí ante aquella deducción.

Samuel me soltó de a poco, poniendo sus manos en mis hombros para mirarme fijamente al rostro, levantando una comisura para así hacer una tierna casi-sonrisa. Me pasó el dorso de su dedo índice suavemente por la mejilla, mientras que yo solo tendía a apartar avergonzada la mirada de él.

—No fue muy terrible, ¿o si? —me preguntó, entre unas pequeñas risitas.

Negué, aún avergonzada con la cabeza, mientras intentaba esconder mi rostro bajándola lo que más podía. Samuel me agarró con delicadeza el mentón y me obligó a mirarlo. Suspiré.

—Ven, mamá está preparando el desayuno. Será mejor que bajemos ahora.

Se levantó de la cama y me ofreció su mano. Con una sonrisa forzada, la tomé y juntos bajamos hasta el comedor.

Pame estaba sirviéndole cereales a Presley, quien estaba sentada en una silla frente a la mesa cepillando a una muñeca de trapo. Al vernos, sonrió mientras se bajaba de la silla, dando un pequeño salto para caer al suelo. Se acercó a mi y me abrazó por las piernas a causa de mi altura. Miré a Presley algo apenada, pero también la abracé, pegándola a mi cuerpo.

—Mira, te presentaré a Milly —me dice, antes de apartarse de mi y tomar mi mano para arrastrarme hacía la mesa que había allí en la cocina.

Miré a Samuel, intentando preguntarle quién era ''Milly''. Él solo rió mientras Presley me hacía sentarme en una de las sillas. Samuel se encogió de hombros mientras se sentaba también con nosotros.

—Es la muñeca. —me dijo.

Asentí, mientras Presley me pasaba su muñeca marca Barbie, aun que ésta tenía el cabello castaño y no rubio.

—Me la compraron cuando cumplí seis años... —me dijo Presley, señalando la edad con los dedos.

Acaricié el sedoso cabello de la muñeca, por más que fuera artificial, antes de responder: —Es muy bonita —le dije, mientras se la devolvía.

Ella sonrió. Miró la muñeca en sus manos, para luego volver a mirar a _____ y desviar su mirada a su muñeca nuevamente.

—Te pareces a Milly —me dijo.

Samuel le pidió la muñeca a Presley y ella se la dio. Él inspeccionó con ojo experto la muñeca para luego mirarme a mi, provocando así que me ruborizara. Claro, ¿Quién no lo haría estando en mi situación, viendo como un chico y su hermanita me estaban comparando con una Barbie?

—Sip, te pareces. Tiene tus mismos ojos, cafés claros —sonrió inocente, mientras continuaba explicando minuciosamente el porqué de mi similitud con la muñeca— También tiene la forma de tu rostro y el color de tu piel... Además, tiene tu mismo cabello —dijo, aún sonriendo— Es como su hubieran hecho esta muñeca por ti —concluyó por fin.

—Samuel, déjala tranquila, la pones nerviosa —le regañó su madre, quien me miraba con una cálida sonrisa en su rostro.

Samuel se encogió de hombros mientras soltaba una ligera risita. Le devolvió la muñeca a Presley mientras yo intentaba hacer bajar la sangre de mis mejillas que ahora deberían de estar de un rojo puro. Miré la hora del reloj de pared que había allí. Eran las 11:33 am. Debería estar en casa para preparar el desayuno y el almuerzo a mi padre.

Lo mejor de todo, era que la tormenta había detenido un poco, ya no era muy fuerte. Podría caminar. Me levanté, mientras suspiraba.

—Yo... Creo que ya es hora de irme. Mi p-padre no sabe que estoy aquí... Debe de estar preocupado —si, claro.

Pame me miró.

—¿No tomarás desayuno con nosotros?

—Oh, no, lo siento, Sra. De Luque... Tomaré el desayuno cuando llegue a mi casa —sonreí, pero de inmediato recordé algo que me hizo hacer desaparecer aquella sonrisa— Mi ropa está mojada... —murmuré.

—Tengo algo de ropa que ya no ocupo a montones. Te podría dar algo que te quedara si lo deseas.

Negué rápidamente con la cabeza, algo tímida.

—No podría aceptar eso.

—¡No es problema, cariño! Ven, sígueme. ¿Samu? Cuida a tu hermana y vigila los huevos para que no se quemen, ¿vale?

Lo miré, viendo como él asentía. La Sra. De Luque me tomó del brazo y me llevó por un pasillo por el primer piso de la casa. Abrió una puerta, dejándome ver una habitación llena de ropa. ¿Esto es un armario?

—Que... grande.

—Oh, si. Michael quería uno así.

Entró y abrió unos muebles, sacando unas prendas. Me tendió una blusa junto con una camisa manga larga, unos jeans algo ajustados. También unas zapatillas de lona con caña. Me había dicho que las ocupaba ella para andar más cómoda. Acepté gustosamente todo.

Luego de cambiarme, colocándome la camisa manga larga, los jeans y las zapatillas, bajé las escaleras llevando la blusa que también me había dado en la mano. Me dirigí a la cocina para ver a Presley, Pamela, Samuel y Michael sentados comiendo.

El hambre entró en mi, pero me negué a pedir algo. Siempre que lo hacía, nada salía bien.

—Uhm... Venía a agradecerles por lo que hicieron por mi... Ya me debo ir.

Pame se levantó y sonrió.

—¿Segura que no quieres algo antes de irte, cariño?

Si —No, gracias —le sonreí.

Asintió.

—Cuándo necesites algo cariño, ven aquí. ¿Bien?

Asentí con la cabeza. Samuel se levantó, mientras que yo me acercaba a Presley para darle un beso en la mejilla, al igual que con el Sr. De Luque. Le agradecí a él también por todo.

Me despedí de Pam con un abrazo y un beso en la mejilla, luego caminé junto con Samuel hasta la puerta, entonces él me detuvo.

—Podría llevarte yo. Así sabré donde vives —sonrió.

El pánico llegó a mí como una flecha. Mi cara perdió color luego de unos minutos y comencé a sentirme más fría de lo normal. ¿Porqué me ponía tan nerviosa cuando se ofrecía a llevarme a mi casa? Negué rápidamente con la cabeza antes de hacer una estupidez.

—No, no hace falta. Me voy caminando... La tormenta ya se está deteniendo, así que podré ver los caminos. —le dije rápidamente.

Me acerqué a él, teniendo en mente en darle un beso en la mejilla. No pude.
Me aparté de él, sonrojada.

—Gracias por todo,Samuel. —y antes de que dijera nada, me eché a correr todo lo que mis pies me permitían, alejándome cada vez de la familia que me entregó cobijo, comida y amor desde mucho sin nada a cambio.  


Sálvame (vegetta & tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora