Él de todas las personas. Él que había hecho tanto daño. ¿Podría redimirse lo suficiente y ser digno de ella?

Y además, tenía que tener en cuenta que ella estaba determinada a mantener eso en un plano profesional. Los últimos dos días que habían pasado en el pueblo luego de esa noche mágica que habían vivido, Ari había actuado como si no hubiese sucedido nada, incluso cuando él había dejado caer algún comentario o intento de broma en relación a ello. Mal por su parte, pero no había podido evitarlo.

¿Tendría ella los mismos recuerdos cuando se acostaba por la noche? ¿Daría vueltas en su cama pensando en él?

Tuvo que sacudir la cabeza para despejarse. No quería que Ari lo notara, si pretendía ganársela, cosa que todavía no había decidido, ese no era el camino a tomar.

Tuvieron un almuerzo muy tranquilo, ella le hizo algunas preguntas sobre el trabajo y escuchó muy atenta sus respuestas. Quería ocultarlo, pero estaba nerviosa por volver a la oficina. Solo había estado allí una semana y luego se habían marchado al pueblo, donde las cosas eran muy diferentes.

Y ahora Kassie le dejaría su puesto por completo. Tendría que hacerse cargo de todo, que no era poco.

—No estés tan preocupada, te prometo que haré un gran esfuerzo por no volverte loca el primer día —dijo él cuando terminaron de comer y ella rechazó el postre.

—Estoy un poquito nerviosa —reconoció—. Es muy importante para mí hacerlo bien, me dirás si lo hago mal ¿verdad?

Trevor sonrió, pero terminó asintiendo al ver la mirada ansiosa de ella. Ari no bromeaba. Tenía que admirarla por el empeño que ponía en cada cosa que hacía. Se esforzaba al máximo y daba todo de sí. ¿Se entregaría de esa forma a un hombre? O mejor dicho, ¿sería capaz un hombre de ganarse ese corazón que ella protegía tanto?

—Por supuesto. Lo harás bien, Ariadne. Estoy muy feliz porque Kassie te haya elegido a ti, no podría haber hecho una mejor elección.

Ella sonrió algo tímida. —Gracias, Trevor. Espero no hacer que te arrepientas.

—Sé que no lo harás, confío en ti. Haremos un gran equipo.

—Sí... —murmuró—. Ahora debería irme, estoy muy cansada y tengo muchas cosas que hacer antes de que acabe el día. Seguro que tú también.

—Mi chofer te llevará.

—Oh, no, no. No es necesario. —Se apresuró a decir ella.

Trev pagó la cuenta y se levantó cuando ella lo hizo. Salieron del local y buscaron la maleta que habían dejado en el recibidor del edificio al cuidado del portero para no tener que subirla y volver a bajarla del departamento.

Ariadne vio que a pesar de su negación, el chofer de su jefe estaba esperándola junto al cordón.

—De verdad no necesito que me lleven.

—Podrían robarte la valija, al menos hoy, dame esa tranquilidad.

Ella suspiró. Él tenía mucha razón, sí. Nunca le había parecido demasiado cómodo el transporte público de la ciudad, no con toda esa masa de gente que siempre llenaba todo y no le iría mejor con el equipaje extra.

—Gracias —volvió a decir aceptando el viaje gratis a pesar de no estar del todo convencida—. Te lo agradezco mucho.

—Kassie también usa uno de los coches de la empresa para trasladarse a la oficina y luego de regreso a casa, también podrías...

—No. —Lo cortó sin querer ser muy tajante. Después de todo él solo intentaba ser amable—. No me sentiría cómoda.

Trev le dio esa tregua. —Pero si algún día lo necesitas, lo utilizarás. Recuérdalo.

Lo que ocultan las cerezasWhere stories live. Discover now