Capítulo 3

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Las guirnaldas coloreaban las calles del condado mientras la gente bailaba, congregada en el centro de la calzada.

Los niños salieron antes de lo normal, tan pronto que cuándo me desperté por la música, estaba sola y ansiaba estar lista para mi día favorito del año. Durante esas horas no existirían diferencias entre nosotros e incluso vendrían personas de otros condados, creando un crisol perfecto.

Me enfundé uno de los vestidos elegantes de criada que guardaba y una capa azul, y salí al exterior. El aroma a asado y a dulces de hojaldre me hizo avanzar más rápido de lo que había pensado y me acerqué al epicentro de la fiesta para bailar o simplemente girar una y otra vez, enganchándome a los brazos de vecinos a los que no podía reconocer porque solo estaba atenta de la música.

Si esta tuviese letra hubiese cantado lo más fuerte que mi garganta me lo hubiese permitido y con todo el aire de mis pulmones.

Una de las niñas apareció a mi derecha y me cogió de la mano para que bailara con ella, moviendo mis caderas igual que ella movía las suyas. El primer día que la conocí, la puse el apodo de Ardilla porque no dejaba de saltar por toda la habitación y parecía tener un problema para mantenerse quieta. Sus ojos saltones y su facilidad para hablar no mostraban lo contrario.

- Rayna - alguien susurró mi nombre y paré de repente, para mirar en todas direcciones, no obstante, con la confluencia de gente era prácticamente imposible reconocer a alguien. Aun así, le dije a la niña que fuese a jugar y se alejó corriendo hasta que no pude verla más.

- Las mentiras pueden salvarte o acabar contigo - la misma voz grave y difusa bailaba en mis oídos, aclarándose con cada palabra - No te distraigas y desconfía de todos, lobos con piel de cordero intentarán debilitarte.

- ¿Y esos quiénes son? - le pregunté aunque no quedaba más que el viento para responderme.

Di un paso hacia atrás y me choqué contra alguien, a lo que musité una disculpa y en cuanto puso la mano en mi hombro supe que era Dain. Me giré rápidamente y le vi envuelto en una larga capa oscura y una capucha que dejaba su rostro entre sombras, aunque no sus ojos brillantes.

-¿Has oído algo de lo que ha dicho? - le pregunté aún confusa.

-¿No te entiendo?

- No tiene importancia- negué con la cabeza y con las palabras repitiéndose en mi mente no pude evitar sonreír de oreja a oreja al darme cuenta de que había conseguido llegar sin ser visto. ¿Era la única forma en la que le vería? ¿Disfrazada de otros o si él fingía tener otra identidad? ¿Por qué no le decía a Jeremiah que no podía seguir cerca de él porque su simple cercanía me hacía dejarme llevar por fantasías de niña? Fantasías que jamás había tenido antes porque no las había sentido a mi alcance y entonces, aunque no le conocía desde hace tanto tiempo, disfrutaba de su compañía como nunca lo había hecho con la de nadie. Y a él solo le importa conseguir lo que quiere de mi maestro, pensé.

- Aún no he visto a Jeremiah.

Dain frunció el ceño y miró a otro lado.

- ¿Me permitirías un baile? - susurró y solo por el movimiento de sus labios pude saber lo que decía - Después iremos a buscarle o simplemente...- me ofreció la mano y negó con la cabeza.

Se la cogí dudosa y me colocó la otra en su hombro, para después poner la suya en mi cintura. Giramos y nos movimos al ritmo de la música de una manera totalmente distinta a la que estaba bailando antes. Era el estilo de danza que se llevaba en palacio y que me hacía pensar que volaba, con todos sus giros y movimientos amplios, lo más extraño era que la gente no se diese cuenta de que lo que hacíamos parecía una provocación a nuestra forma de vida.

El heredero de las nubes "Concurso Literario Elementales"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora