❄ Dos ❄

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                                                                            (Narra Annie Rowan)

POLOS OPUESTOS 

Antes era invisible para la sociedad estudiantil y de pronto ya era el centro de su universo.

—¿Es ella?

—Está loca. Ya está muerta.

—Pobrecito, no sabe con quién se metió.

Escuchaba cómo se referían a mí... Aguarda, ¡alguien pensó que era chico!

Sus comentarios no ayudaban a otra cosa más que acrecentar mi miedo.

Crucé los pasillos y jardines del instituto bajo el escrutinio de todos. Era bastante incómodo. Sin darme cuenta, ya avanzaba cabizbaja. Intenté ocultarme bajo mi gorro. Al final, como pude, llegué a la cafetería. Daniel siempre estaba ahí a primera hora para comprar su bebida matutina. Hacía fila. Él me miró y de inmediato salió dando traspiés en mi dirección.

—Annie, ¿qué pasó? ¿No te hizo nada? Estaba preocupado.

—Ayer me siguió y me amenazó, nada más.

«Aún no me ha hecho lo peor», pensé.

No quise que Daniel me hiciera más preguntas, de modo que avancé hasta una mesa y me senté. Por lo visto, mi amigo entendió que no quería tocar más el tema. El asunto cambió de dirección y comenzamos a charlar sobre otros temas sin importancia.

Estábamos a gusto y sin preocupaciones, cuando sentí que algo caliente me entraba por la espalda. Era café. Dos chicos enormes me tomaron por los brazos y colocaron mi cabeza contra la mesa. Estaba inmóvil. Un par chicas se acercaron y agregaron jugo y malteada dentro de mi ropa. No podía levantar la cabeza, pero sí notaba la cara de espanto de Daniel. Se puso en pie de un salto para tratar de ayudarme, pero uno de los chicos lo agarró del hombro y lo sentó abruptamente.

—Tú estate quieto, mudo de mierda.

—¡No lo llames así! ¡Ustedes son unos cobardes! Necesitan cuatro personas para molestar a dos. —Forcejeé con todas mis fuerzas.

—Estás mal, cariño. No a dos, solo a uno. El mudo no tiene importancia —escuché la fría voz de Melissa.

Pero ¿qué hacía ella ahí?

—Mel, ahí viene el director —le dijo uno de sus lacayos. Fue entonces cuando me soltaron.

Ahí me di cuenta de que las chicas no eras otras que las amigas de Melissa. Una de ellas era Carolina. La detestaba. Siempre estaba ahí haciendo de segunda a Melissa. Muchos de mis malos recuerdos eran compartidos con ellas.

Todos se alejaron un poco, pero Melissa se plantó frente al director, un hombre de mediana estatura y complexión robusta. Tenía grandes entradas en su cabello, el poco que le quedaba. Su frente le brillaba mientras avanzaba decidido.

—¿A dónde crees que vas, querida? —La esquelética mano de Carolina evitó que me acercara al director—. No te conviene. Mejor quédate aquí con nosotros, ¿o quieres que Dante se entere de esto? Mel lo solucionará.

Sus asquerosas palabras provocaron la risa de sus "amigos".

Con un lio en mi cabeza, temí lo peor.

Melissa charló un par de segundos con el director, cuya mirada iba de mí a Melissa. Al final, esta última le dio una palmadita en el rostro. El hombre giró en mi dirección. Le imploré con la mirada, pero apartó la cara de inmediato y se fue. ¿Qué significaba eso?, ¿que estaba sola?

Mi Lobo de Invierno  [Fragmento de la nueva versión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora