XII. Duodécimo deseo

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—Vaya, así que tienes un aliado. —La ráfaga de viento sopló hacia donde debía de estar Roger. Hizo que el cayera, y volviera a ser visible—. Es tan fácil venceros, que me resulta hasta aburrido. Bueno, Lilith, ya es hora de que te dejes de tonterías. Si quieres salvar a tus amigos. Tienes que entregar tu existencia al gran Totrian.

—No, tiene que haber otra manera —contestó Roger.

—La otra manera, sería mataros a todos. Pero imagino que querrás salvar a tus amigos humanos al menos. Estoy seguro de que un "ángel de los deseos" jamás permitiría que le pasara algo a la gente que le importa. No querrás que les pase como a tu amiga muerta. ¿Cómo se llamaba? Ah, ya. Se llamaba Evangélica. —Las palabras de Focalor eran como puñales envenenados. Nunca permitiría que le pasara algo a mis amigos, no quería que nadie pagara por mis errores.

—Llévame hasta Totrian —hablé decidida.

—Así me gusta. —Focalor sonrió siniestramente.

—Pero Roger viene conmigo —exigí, ya que no quería que el estuviera solo.

—Está bien. El pelirrojo de los ojos bonitos puede ir contigo. —Roger parecía mosqueado con Focalor, pero algo me decía que no era solo por lo que estaba pasando, sino que había pasado algo más entre ellos.

Focalor nos guió por la guarida. Salimos de las celdas y fuimos por los laberínticos pasillos. La decoración no había cambiado nada. Todo seguía en ruinas y sucio. El olor a muerte y maldad inundaba todo el ambiente. Recordé una vez en que había puesto toda la guarida de color rosa chillón. Totrian se había enfadado conmigo pero fue divertido. Llegamos a la entrada principal. Subiendo las escaleras llegaríamos al trono de Totrian, pero seguramente el estaría en su laboratorio de alquimia, practicando experimentos perversos de magia negra, como había hecho siempre. No me equivocaba Focalor nos llevaba hasta allí. Justo paramos delante de la puerta. Mi corazón palpitaba de puro terror. No quería a ver al causante de mi existencia, y de todos mis problemas.

—Maestro Totrian. Traigo el espécimen —dijo Focalor desde el otro lado de la puerta.

—Adelante pasa —la voz de Totrian me puso los pelos de punta.

Miré a Roger, y el también parecía tan aterrado como yo. La puerta se abrió, y entramos en el laboratorio.

—Cuanto tiempo, Lilith —me saludó Totrian nada más verme. Su aspecto era el mismo que la ultima vez que le vi. Vestía una túnica negra con dibujos plateados de letras satánicas. Su pelo grisáceo era casi tan largo como el de la profesora Luna, o mejor dicho Veuliah, eso si no era ni la mitad de bonito. Sus ojos eran como los de un peligroso felino.

—Libera a mis amigos —le exigí enfadada.

—¿Te refieres a ellos? —Totrian señaló a unos enormes tubos de cristal.

—¡Mamá! ¡Lesly! —gritó Roger, al ver que su madre, y su hermana pequeña también estaban allí.

Igualmente estaban el resto de nuestros amigos, incluyendo a las gemelas, y a Bruce. Cada uno estaba dormido en uno de esos tubos. Parecía que su interior había un liquido azulado. Solo esperaba que estuviesen bien.

—¿Qué les has hecho? —interrogué atemorizada.

—Tranquila, Lilith. Están durmiendo plácidamente. Era la única manera de que entregaras tu vida a cambio de la de ellos.

—Está bien me entrego —dije sin pensarlo, ver a todas las personas que había conocido corriendo peligro fue suficiente para que me rindiera.

—Al menos eso es lo que tenía pensado. Lo que quería ver era como luchabas contra Lilim, y morías. Pero por lo visto esa herida causada por una espada angelical está tardando en curarse. También tenía otras planes para Lilim que he tenido que posponer. —Odiaba que se fuera por las ramos cuando quería algo.

Trece DeseosWhere stories live. Discover now