" Si se podía arreglar"

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-¡Helena! Carajo, levántate ya.-

-Demonios-gruño. No hago ademán alguno de levantarme, lo que la enfada aún más.

-¿Cuántas veces debo gritarte para que te muevas? Te dije que pronto tu peso sería tanto que no podrías levantarte.

-Considera entonces un milagro que puedas tu levantarte-mascullé. Su mano chocó estruendosamente con mi mejilla-. No me hablas así. ¿Me escuchas, pedazo de mierda?- Primero fue el sabor a sangre, el dolor llego después. La mire directamente a los ojos por unos segundos antes de pararme de la cama y dirigirme al baño. Cerré la puerta con seguro y sentí las lágrimas humedecer mi cara. Maldita sea.

Sé como luce esto. Mi familia no siempre fue un desastre. Mamá y papá se divorciaron hace casi once meses, después de varios años de discusiones que callaban abruptamente cuando yo  los escuchaba y empezaba a llorar. Apenas una semana después de que estaba oficialmente soltera otra vez, mi mamá comenzó a salir con Josh, un tipo quince años más joven que ella, que trabajaba únicamente en las noches. No, no era un vigilante nocturno. Era bastante sospechoso y no sabía que imaginar, hasta que un día que llegué a mi casa temprano y lo encontré en la sala, fumando algo que olía muy raro, con un par de hombres y mujeres desconocidas que platicaban animadamente. La escena, por extraña que pareciera, no me impresionó tanto como cuando mi mirada encontró una pistola completamente expuesta a la vista en la mesa. Realmente no tengo idea que sonido emití, pero todos notaron rápidamente mi presencia. Miré directamente a Josh y él me dirigió una mirada desafiante. No se cuanto tiempo me paré ahí, pero en algún momento salí y estaba corriendo lo más rápido que podían llevarme mis piernas. Llamé a la policía y aunque no estaba fumando nada ilegal, confiscaron el arma porque no estaba registrada y le cobraron una fianza. Josh dejó a mi mamá y ella me culpó por eso. Dice que el fue la mejor cosa que le ha pasado y yo lo arruiné, como lo arruino todo. Nunca se caracterizó por su maternidad pero tampoco había llegado al extremo de... pues, aborrecerme. Era la primera vez que me golpeaba.

Me bañé y cambié (¡Viva la rutina!) y salí de mi casa después de comer una manzana. Llegué tarde a la escuela. Ya no tenía energía para preocuparme por eso, así que sólo entré a clases intentando pasar desapercibida y seguir con el resto de mi día. Hubo comentarios sobre mi cara amoratada todo el día. Pensé que todos serían rumores y que nadie tenía suficiente respeto como para preguntarme directamente, hasta que en la penúltima clase se acercó un chico  pálido y alto, de ojos muy oscuros y cabello largo que casi tapaba sus ojos. Vestía sencillamente jeans y una camisa gris.

-¿Qué ocurrió con tú cara?-preguntó, con la voz profunda y grave que estaba esperando.

-Hola, estoy bien, gracias por tu interés.-respondí sarcásticamente. Sonrió con cierta burla y me inspeccionó unos segundos antes de hablar otra vez.

-Así que te golpearon. Espero que la otra persona se haya llevado al menos un par de golpes, si no, lamento informarte, tu situación es patética.- Su comentario pretendía ser amigable, pero me hizo sentir increíblemente vulnerable. Intenté varias veces que alguna palabra saliera de mis labios, pero no pasó nada. Miré al piso intentando organizar mis pensamientos. Mi situación era en efecto patética, pero, ¿era eso mi culpa? El chico notó mi incomodidad y confusión y se preparó para decir algo (probablemente alguna basura reconfortante) pero antes de que pudiera abrir la boca, me alejé. Caminé hasta ese jardín perdido en la parte de atrás de la escuela, al que nadie se acercaba. El pasto había crecido libremente y había apenas un par de árboles y arbustos, pero el lugar era apropiado para que la soledad se apoderará de tu mente. 

Ahí permití a todos los pensamientos rondar libremente por mi cabeza. Sí, realmente mi vida era un desastre, yo era un desastre. Pero no sabía como arreglarlo. Sí se podía arreglar.




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