—No eres muy buena disimulando, ¿sabes? Tengo ojos. Puedo darme cuenta de cuando me miras fijo, aunque tenga la mirada puesta en otro punto.

Por la expresión en el rostro de Kea podrían decir que la he abofeteado. Luce molesta, indignada, sorprendida y no parece encontrar algún lugar para esconderse. Casi puedo decir que la he avergonzado.
Sus ojos van de aquí a allá, miran a todas partes excepto a mí y eso me causa gracia. Al fin soy yo quien la ha sorprendido. Me inclino hacia atrás otra vez y me divierto viendo cómo Kea desea desaparecer ante mis ojos. Tengo que admitir que luce adorable así insegura, con la guardia baja, y cuando la veo mirarme con sus grandes ojos marrones suplicando piedad, me rindo y dejo escapar el tema.
—Así que... ¿me vas a decir por qué fuiste a mi casa? —pregunto antes de sorber mi bebida.

Veo el agradecimiento aparecer en sus ojos por no presionarla más y le guiño un ojo para que sepa que no ha quedado olvidado. Volveré a sacar el tema a colación... algún día. Quiero que admita que le gusto, ante mí y ante ella porque conociéndola, se ha de estar engañando a sí misma diciendo que no es atracción lo que siente. Lo sé porque soy igual, solo que yo lo admito. Ella me atrae. Y mucho.

—Ya te dije, porque no te vi en la escuela y quise ver...

—No —la interrumpo—, eso ya lo dijiste. Lo que quiero saber es por qué fuiste a mi casa. Existe Facebook, podías enviar un mensaje. O incluso preguntarle a alguien por mi número de teléfono y llamarme. No tenías que tomarte la molestia de ir hasta mi hogar y comprobarme, pero igual lo hiciste. ¿Por qué?
Es una pregunta que me ha estado rondando en la cabeza desde que subimos al auto. Bien pudo preguntarle a Asier, mi mejor amigo, que por viene siendo el novio de su mejor amiga. Él sabe casi todo sobre mí. A menos que...

—¿Fue él quien te dio mi dirección? —cuestiono.

Su rostro palidece un poco y es la única respuesta que necesito para confirmarlo. Mañana en la escuela tendré que hablar con él. Si de por sí nunca lo he invitado a él a venir, ¿nunca se le ocurrió que era por algo que no traía a nadie a casa?

—Al principio no quería decirme —susurra—, tuve que convencer a Nai para que lo presionara. Ella es su debilidad, ¿sabes? No tardó mucho en rendirse y soltar la sopa.

—No me sorprende —mascullo. Se nota a leguas que esa pelirroja lo tiene idiotizado.

—La quiere mucho. Parece que haría lo que fuera por ella.

—No desvíes el tema. Aún no me has dicho la razón por la que fuiste a visitarme —digo con firmeza.

Kea suspira derrotada y mira un punto fijo en la mesa.

—Bueno, sabía que no iba a haber nadie en casa y no quería estar sola, pero ahora Nai ahora se la pasa con Asier y... no sé, pensé que... —Su voz se apaga y sacude la cabeza—. Solo... Dios, no sé. No quería estar sola, eso es todo. No pensé que fuera a molestarte tanto, pero ya vi que me equivoqué y no debes preocuparte. No lo haré de nuevo.

Vuelve a concentrarse en su batido y por un instante me siento como un total idiota.
—No es eso Kea. Solo...

Muerdo mi mejilla por dentro y pienso en las palabras que voy a elegir. No quiero volver a equivocarme en la elección de estas y terminar haciendo sentir peor a Kea. Parece que soy bueno en eso.

—Está bien. Entiendo, en serio.
—No, no entiendes. Solo déjame hablar, ¿vale? —Espero a que asienta y entonces prosigo—. El lugar donde vivo no me enorgullece. Es una casa pobre en un barrio pobre donde vive gente pobre. Ahí no hay parques bonitos ni lugares decentes. Mis vecinos son delincuentes y no me sorprendería el saber que han asesinado a alguien o estado más de una vez en la cárcel. Mi mamá... no es como las demás. —Froto mi frente y desvío la mirada sintiéndome demasiado expuesto—. Me da vergüenza que las personas conozcan mi entorno. Por eso me molesté. No me gusta que me juzguen por esas cosas, ¿sí? No quiero... que me vean con lástima.

Froto mi frente con la palma de la mano y cierro los ojos. Un nudo se ha instalado en la boca de mi estómago y me hace sentir extraño. Demasiado expuesto y vulnerable; con el interior al desnudo para que ella sea capaz de verme.

Siento la calidez de su palma posarse sobre mi antebrazo y levanto los párpados para encontrarla viéndome con comprensión.

—Soy la persona menos indicada para juzgarte, ¿no te has dado cuenta? —inquiere con una sonrisa triste. Se inclina hacia adelante y susurra a centímetros de mi rostro—: Te comprendo a la perfección. Créeme cuando te digo que conmigo puedes ser tú mismo, sin miedo.

Otra sonrisa adorna esos labios y un segundo después me encuentro correspondiéndola. Sé que dice la verdad. Nuestras vidas no son tan sencillas como nos gustaría, y no sé si debo sentirme alegre de tener a alguien que me comprende o tener miedo de lo mismo.

Ella no parece querer encontrar mis puntos débiles para usarlos en mi contra, pero nunca se es lo suficientemente precavido.

—Gracias —susurro, y ese agradecimiento me sale del alma. En verdad le estoy agradecido por su ofrecimiento, su sinceridad y por hacerme olvidar aunque sea un instante las cosas que me agobian. Miro a mi alrededor—. ¿Salimos de aquí?

No espero su respuesta. Me pongo de pie y tomo su mano para sacarla de ese lugar; para demostrarle que no estoy molesto... y dejarla ver algo más de quién soy.

¿Por qué de repente he cambiado de opinión respecto a mantenerla alejada? No tengo idea. Solo sé que ella hace que quiera dejar de esconderme.

Besos que curan [ADL #2] ✔Where stories live. Discover now