Vivir el momento

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Situación espacio/tiempo: Hace año y medio, Willy y Vegetta aún no se han mudado a Los Ángeles y Luzu si vive allí.


Narra Willy


Al fin estaba en casa tras haber pasado la última semana en la playa, al fin estaba en Madrid al igual que él. Nadie puede imaginar bien cuanto había deseado que ese día llegase, ni siquiera mi amigo Luzu a quien tanto le había hablado de ello. Aquello era algo entre Vegetta y yo, algo que después de aquella llamada la madrugada del pasado domingo 16 de este mes era más especial que nunca. Porque yo siempre lo había considerado un gran amigo, pero que él me confesara lo importante que era nuestra amistad, que yo era indispensable en su vida iba más allá. Todo lo que me dijo aquella noche fue lo más profundo y bonito que me había dicho en el último año, desde que nos conocíamos.

Pero hoy, después de semanas sin vernos, al fin cruzaríamos nuestras miradas. Miradas repletas de vergüenza seguramente, porque nuestra relación siempre habían sido risas y bromas, nunca sinceridad de sentimientos. Me iba a sonrojar tanto cuando lo viese... pero aquello no me importaba, quería verlo, quería pasar tiempo junto a él.

Ya eran las ocho de la tarde y aún no había salido de casa. Me había tenido que quedar cuidando de Carol y no paraba de hablar con Vegetta diciéndole que en cuanto pudiese iría a su casa, así como Luzu no paraba de decirme que quería que le contase todo en cuanto volviese a la noche siguiente. Solo iba a poder estar este fin de semana aquí puesto la semana que viene me iba a una conferencia en Bilbao, a este paso apenas iba a verlo y no tenía la menor idea de cuando volvería por aquí. En cuanto llegaron mis padres, salí corriendo dirección a su casa.

Cogí el móvil y le escribí un "Voy para allá!!!" a lo que él respondió un "*-*". Al fin nos íbamos a ver, no lo podía creer. Le puse un último mensaje a Luzu, "Cuando regrese te cuento todo". Me apresuré en el camino a su casa, tan solo dos paradas de metro me quedaban para llegar. Justo hoy, Vegetta no había tenido que ir a trabajar al gym donde habitualmente iba, así que estaría descansado y podríamos hablar de cualquier cosa. Apenas iba a llamar a su casa cuando él abrió la puerta, debía haber estado pendiente de cuándo iba a llegar... ¿pero durante cuánto tiempo habría estado mirando por la mirilla esperando mi llegada?

— ¡Willy! Al fin te veo — buscaba entre mis recuerdos y encontraba muy pocas escenas en las que Vegetta sonriese tal y como lo estaba haciendo ahora... y una de ellas era cuando hace unos meses bailamos pegados Labios rotos, una canción que desde ese día solo me recordaba a él.

— ¡Si! — le respondí feliz y con otra sonrisa enorme en mi rostro. Me abalancé sobre él y lo abracé, llevaba tanto tiempo sin oler el aroma de su colonia que lo necesitaba demasiado. Me quedé un buen rato disfrutando de ese mismo olor y de cómo sus brazos me envolvían hasta que fui consciente de lo raro de la situación y me separé de él.

— Pasa, no hay nadie en casa — me invitó mientras señalaba con su mano al interior.

— ¿Nadie? — pregunté extrañado. Era raro que sus padres que casi siempre estaban en casa no estuvieran hoy.

— Nadie, mis padres salieron a cenar... así que tenemos la casa para nosotros solos — me dijo sonriendo, como si aquella sonrisa quisiera esconder algo.

Tanto tiempo esperando este momento y al fin estaba pasando, estaba junto al que era mi mejor amigo, mi confidente, mi alma gemela. Subimos a su cuarto, era pequeño y una pequeña lámpara que colgaba del techo alumbraba ligeramente las paredes azules del mismo. La cama pegada a una de las paredes ocupaba gran parte del espacio del cuarto y la única opción era sentarse allí o en la silla de su escritorio, donde se encontraba el ordenador y la webcam desde donde habíamos hecho Skype tiempo atrás. En cierta manera, aquel espacio reducido era acogedor y tenía un aroma inconfundible que me recordaba a él. Encendió el ordenador y se sentó junto a mí en la litera, en vez de en de quedarse en la silla en la que estaba.

— Te he echado muchísimo de menos Willy — me declaró apenado, sin mirarme a los ojos, sino fijando la mirada en el suelo.

— Y yo a ti Vegetta — le dije mientras, al igual que él, miraba el suelo. De todas las veces que nos habíamos visto, nunca antes habíamos estado tan avergonzados como para no poder cruzar nuestras miradas, nunca antes habíamos tratado temas tan delicados. Bueno, delicados no, quizás profundos sería más adecuado para describirlos.

— En cuánto a la última vez que hablamos... — comenzó a decir hasta que lo interrumpí.

— ¡No, no! Dijimos que no volveríamos a tocar ese tema — me apresuré a decirle. No quería volver a ponerme sentimental y emocional con él. No quería que me viese llorar, y había sido suficiente con que el otro día me hubiese escuchado así.

— Lo sé, pero escúchame un momento, — lo miré fijamente a los ojos y esperé paciente a que me dijese aquello que necesitaba contarme. — Willy, eres la persona más maravillosa que conozco y quiero tenerte junto a mí para siempre, — las lágrimas comenzaron a aflorar en mis ojos, era tan extraño que aquella escena se estuviese repitiendo, pero esta vez el uno frente al otro. Era raro, pero sobre todas las cosas, era hermoso. Levantó su mano y acarició mi rostro, pasando un dedo por debajo de mi ojo para atrapar una de esas lágrimas que había conseguido escapar. — ¿Por qué lloras? — me preguntó preocupado.

— Yo... — no podía continuar, se me rompía la voz. Estaba demasiado emocionado con el momento, tenía todos mis sentimientos revolucionados y encontrados.

Y cuando menos lo esperaba se acercó a mí y nuestros rostros estaban muy próximos, tanto que podíamos notar la respiración el uno del otro. Mis pupilas fijas en las suyas y viceversa. Parecía que todo el mundo a nuestro alrededor se hubiese detenido, no existía absolutamente nada ni nadie más que nosotros dos en esa habitación, en esa calle o en todo Madrid. Solo nosotros dos, unidos pero a la vez separados. Entonces sus labios se acercaron a los míos y nos besamos. ¿Lo mejor de todo? Jamás había besado a nadie así, nunca. Porque no era atracción, era sentimiento. Todo lo que sentía por él, todos mis recuerdos junto a él, tanto las risas como los llantos, revolotearon en mi interior provocándome un cosquilleo que duró durante aquel beso tan perfecto. Podía sentir sus labios aterciopelados deslizarse delicadamente con los míos, su lengua jugar suavemente con la mía. Perdí la noción del tiempo, pero finalmente nos detuvimos y me miró fijamente a los ojos.

— He esperado tanto a que llegase este momento — me confesó, esta vez sin bajar la mirada.

Se levantó un momento de la cama y fue hacia el ordenador donde no tengo la menor idea de que estaba haciendo. Yo continuaba inmóvil, pensando en todo lo que aquel chico, al que yo consideraba mi mejor amigo, me había hecho sentir. Cosas que creía irreales o que solo eran ficción que existía en las películas.

Una canción comenzó a sonar, supongo que eso es lo que había estado buscando. No tardé en reconocer los primeros acordes... era nuestra canción. Volvió junto a mí y me abrazó, y me volvió a besar. Nos tumbamos los dos en aquella cama durante horas, con aquella canción puesta en repetición, con nuestros cuerpos completamente juntos, nuestras miradas conectadas y nuestros labios acariciándose a cada rato. Simplemente, estábamos viviendo nuestro momento.

Vivir el momento | One Shot WigettaWhere stories live. Discover now