Extra de Navidad: El Regalo (Parte II)

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La mañana del veinticinco de diciembre un claxon sonó frente al pequeño edificio donde vivían Lysandro y Cordelia.

Él se asomó a la ventana. Karel estaba abajo, recostado de un taxi, extendió la mano y lo saludó con la sonrisa pintada en el rostro. Lysandro hizo lo mismo.

—Ya bajo —gritó.

Se miró en el espejo, peinó con los dedos el cabello todavía húmedo y se puso el sobretodo negro. Tomó el bolso que había preparado la noche anterior y bajó las escaleras.

La calle estaba desierta luego de las festividades. La brisa fría sopló y el cabello de Lysandro se levantó así como las orillas de su abrigo. El joven se acercó al médico y lo saludó con un beso corto en los labios.

—¿Y Cordelia? —preguntó Karel mirando detrás de él.

—No vendrá. Está durmiendo. En casa de Brianna ayer hubo una fiesta.

Los jóvenes subieron al taxi y este arrancó.

—Debes estar cansado, entonces.

Lysandro sonrió y acarició la mano de Karel.

—No tanto. ¿Y tú? ¿Mucho ajetreo en el turno?

Karel negó con la cabeza.

—Hoy es el peor día en el hospital. En Nochebuena casi todos están celebrando, pero los veinticinco es como una guerra.

Lysandro frunció los labios, le parecía que ser médico era una profesión difícil.

—Entonces me alegro de que estés libre hoy.

—El señor Rogelio preguntó por ti —dijo Karel y su tono de voz adquirió un toque de amargura—. Creo que se enamoró.

Lysandro se echó a reír. El anciano había insistido en que hiciera otro baile después del segundo y cuando Lysandro terminó, lo llenó de halagos y le regaló una moneda antigua como muestra de agradecimiento.

—Iré a visitarlo un día de estos —dijo y Karel hizo un mohín de disgusto. A veces el médico podía ser tan celoso como un niño pequeño, a Lysandro eso le daba algo de ternura—, después de verte a ti, por supuesto.

Tomó su barbilla y la alzó, miró los ojos verdes brillantes y hermosos y lo besó en la boca.

Los labios de Karel tenían un sabor a menta fresca, la calidez de su lengua al colarse en su boca lo estremeció. Lo sujetó más fuerte y se pegó a él profundizando el beso.

Cuando se separaron las mejillas de ambos estaban rojas y sus pechos subían y bajaban agitados.

—Vaya forma de hacer que me olvidé de que tienes un admirador —dijo Karel con una media sonrisa.

Lysandro negó con la cabeza y siguieron hablando tonterías hasta que unos minutos después llegaron al departamento del médico.

La casa de Karel no se parecía en nada a la suya, empezando porque era tres veces más grande, los sofás eran de un diseño moderno y confeccionados en piel. Cada cosa estaba en su lugar sin una mota de polvo o mancha. Casi parecía que nadie vivía ahí y era uno de esos departamentos de revista.

Nada que ver con los muebles viejos de su casa o el desorden que siempre había en la sala. Se sintió un poco intimidado.

—Siéntete en tu casa—. Karel se quitó los zapatos y los dejó a un lado.

Lysandro se quitó el bolso y lo dejó en la mesita del vestíbulo. Karel entró a la cocina de diseño abierto.

—¿Quieres algo? —dijo de espaldas, rebuscando en la nevera—. Hay zumo de frutas, refresco, leche, agua. Puedo preparar café, si prefieres. ¡Ah! ¡Y también tengo vino de peras!

Cuando Lysandro conoció a KarelWhere stories live. Discover now