brillante

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La vio pasar tan rápido por delante de sus azules ojos que ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar hasta que Pansy, a su lado, preguntó:

—¿Era esa Hermione? ¿A dónde va con tanta prisa?

—No lo sé —contestó Charlie aturdido—. Pero será mejor que lo averigüe.

De esa forma, el hermano de Ron, tomó el mismo camino por el que había visto pasar a su cuñada unos segundos antes. La halló a punto de subir a uno de los taxis que los Greengrass habían contratado para trasladar a los invitados, en caso de que fuese necesario.

—¿Te vas? —inquirió agarrándola suavemente del brazo.

—No quiero estar más aquí, pero no le digas eso a Pansy, dile que me sentía mal, que me dolía la cabeza y que por eso he decidido marcharme —respondió Hermione atropelladamente y sin mostrarle el rostro a su cuñado. 

—Muy bien, le diré eso, pero a mí me cuentas la verdad, Hermione.

—Ahora no, Charlie, no me apetece hablar. Estoy bien, de verdad, quédate tú y diviértete.

Sin decir nada más subió al taxi y, tras darle la dirección adonde deseaba que la llevase, se marchó.
Charlie se quedó quieto observando como el vehículo se alejaba rápidamente del hogar de los Parkinson.

—Creo que estaba llorando.

Charlie se giró hacia la voz femenina que le había hablado.

—Yo también lo creo —admitió—. Tal vez debería ir con ella.

—No es buena idea, se ve que quería estar sola, por eso te ha dicho que te quedes —le recordó Astoria con voz seductora—, y que lo pases bien.

Charlie esbozó una media sonrisa mientras se aproximaba hacia la joven.

—Esta fiesta no es exactamente lo que yo definiría como divertida, aunque la cosa podría mejorar bastante.

—¿Cómo?

—Si aceptas bailar uno de esos ridículos bailes conmigo.

—Soy una mujer comprometida, no sería correcto —expresó Astoria notando como su corazón había empezado a acelerarse. Ella había propiciado aquel absurdo juego de seducción porque le gustaba la forma en que aquel atractivo hombre la miraba, pero una vez comenzado, no sabía cómo detenerlo.

—Sólo es un baile, no hay nada de malo en eso.

—Muy bien, pero sólo uno.

Charlie volvió a ladear una sonrisa con cierto aire de triunfo y, ofreciéndole el brazo a la joven, entraron juntos en la carpa donde sonaba la música. 

El pelirrojo puso una mano en la cintura de Astoria, ella hizo lo propio sobre el hombro de él y comenzaron a girar al compás de la melodía. La muchacha evitaba mirarle a los ojos, aquellos ojos azules que estaban fijos en ella de una forma tan descarada y que conseguía ruborizarla. Únicamente le dedicaba pequeñas miradas de soslayo, miradas que se detenían en su cabello pelirrojo y alborotado, en su rostro, tan lleno de pecas que parecía bronceado, en su nariz perfectamente recortada que dotaba a su cara de un aire de elegancia, que poco tenía que ver con alguno de sus modales.

—Me gustas.

Ese fue el momento en que Astoria se olvidó de las miraditas furtivas y clavó sus ojos aguamarina en aquel esbelto hombre.

—¿Qué has dicho?

—Que me gustas, mucho —repitió Charlie sonriendo.

Astoria dejó de bailar y estaba a punto contestar a aquel atrevimiento cuando alguien empujó con todas sus fuerzas a Charlie que perdió el equilibrio y cayó al suelo. 

—¡Oh Dios mío! —exclamó Astoria dando unos pasos hacia atrás.

En el suelo, junto a Charlie, Blaise y Nott se habían enzarzado en una pelea a golpes de puños. La gente murmuraba escandalizada mientras los rodeaban.

—¡Dejadlo ya! —gritó Pansy tratando de interponerse entre ambos.

Charlie se puso en pie rápidamente y agarrando por debajo de los hombros a Nott —que sangraba abundantemente por el labio— logró separarlo de su rival. Mientras tanto, al ruido del alboroto, Draco había regresado del jardín y trató de separar también a los dos hombres, sujetando a Blaise para impedir que volviesen a liarse a golpes.

—¡Estaos quietos los dos! —les gritó con fuerza.

—¡Él empezó! —escupió Nott intentado zafarse de los fuertes brazos de Charlie que se lo impedía.

—Eres un blandengue, Nott, siempre lo has sido. No es posible que ella te prefiera, es demasiada mujer para ti —le desafió Blaise—. Es imposible que puedas hacerle feliz. Muchas veces me he preguntado si realmente te gustan las mujeres, eres tan educado, tan fino, tan delicado como ellas ¿O es que acaso eres una de ellas?

Nott no pudo soportar ni una sola ofensa más y se liberó de los brazos del pelirrojo con demasiada facilidad. Tras las palabras de Blaise, Charlie sintió un profundo desprecio por él y sus hirientes comentarios, por esa razón no impidió que el joven injuriado se saltase de sus manos. Nott salto nuevamente sobre su rival alzando el puño para demostrarle que sí era un hombre y podía destrozarle la cara por insinuar lo contrario, pero entonces sucedió algo inesperado; Pansy se interpuso en su camino, tratando de evitar que de nuevo volviesen a golpearse, el puño de Nott ya no tenía freno y terminó sobre el delicado rostro de Pansy, consiguiendo que de la inercia cayese al suelo. 
Astoria, que lo había presenciado todo desde una prudencial distancia, corrió hacia Pansy pudiendo observar como el ojo de la joven se hinchaba por momentos.

—Yo… no quería…

—¡Sois un par de brutos! Ninguno de los dos os merecéis estar con ella —les recriminó Astoria—. ¡Largaos de aquí! ¡Los dos!

—Vámonos, Nott —dijo Draco agarrando a su amigo por un brazo y tirando de él hacia fuera de la carpa—. Vamos a casa.

Muy pronto llegaron los padres de Pansy y todo se volvió un caos, en medio de reproches y disculpas por parte de las familias de los dos jóvenes inmiscuidos en el altercado que había terminado de la peor forma. 



Hermione se bajó del taxi, temblaba mientras veía como el vehículo se alejaba de ella. Hacía frío pero sus temblores no se debían a las bajas temperaturas sino a lo vivido en el jardín con Draco. Fijó la vista en la casa que tenia frente a ella y caminó inconscientemente hasta la puerta golpeándola insistentemente.

Luna abrió, ojerosa y envuelta en una bata de felpa de color amarillo intenso.

—¡Hermione! Cielos ¿qué hora es?

—Más de las una de la madrugada —contestó con un hilo de voz.

—¿A ocurrido algo? ¿Qué haces aquí a estas horas? Vamos, vamos pasa, te va a helar.

Entraron dentro, donde se estaba bien calentito; la agradable temperatura reconfortó un poco el ánimo de Hermione.

—Necesitaba hablar.

—Me estás asustando ¿Y ese vestido? ¿Estabas en una fiesta? —Hermione asintió a la pregunta de su amiga. Luna frunció el entrecejo y añadió—. Prepararé té con leche caliente, siéntate y ahora me cuentas qué ha ocurrido.

Apenas tardó unos minutos en llegar al salón con dos tazas de té humeantes. Se sentó junto a su amiga y, sin preguntar nada, esperó pacientemente a que Hermione comenzase a relatarle el asunto que le había llevado a su casa a altas horas de la madrugada.

Hermione tomó un sorbo de té y le supo a gloria, suspiró y al fin se pronunció.

—Me ha besado. —Luna pestañeó un par de veces sin comprender nada. Hermione bebió otro sorbo y continuó—. Draco Malfoy se ha atrevido a besarme.

—¿El abogado?

—El mismo, hoy en la fiesta de los padres de Pansy… no sé como pasó, pero pasó. —Hermione cerró los ojos con fuerza, hablar de ello le producía un fuerte dolor en el pecho.

Luna se puso en pie, caminando por la habitación mientras daba pequeños sorbos de su taza de té.

—No debí dejar que sucediese eso, no puedo, no quiero…

—Hermione, hace tiempo que deseo hablar de esto contigo. Sé todo lo que has amado a Ron y lo trágica e injusta que fue su muerte. Pero hace ya mucho de ello y necesitas dejar atrás el pasado y mirar hacia delante. Ese tipo Malfoy, no es precisamente alguien que me caiga bien, pero hay cientos de hombres que estarían dispuestos a ofrecerte la posibilidad de volver a empezar. Tienes que darte una oportunidad.

—¿Y si no puedo? ¿Y si en cada hombre que pase por mi vida trato de encontrar en él a Ron? Pienso constantemente que lo estoy traicionando… —tomó aire antes de confesarle a Luna algo que jamás pensó que diría—. Me gustó, su beso. El beso del hombre que más aborrezco en este mundo me hizo sentir bien. Es espantoso, espantoso. Él no es una buena persona, su vida es asquerosa, llena de mentiras, traiciones y ambición. Está comprometido con Astoria y tiene de amante a la hermana de ella ¿Cómo puedo sentir algo con él? ¿Acaso me he vuelto tan repugnante como Draco Malfoy? 

—Oh, Hermione, tranquilízate. No eres como él y no debes sentirte culpable por que te haya gustado su beso. No tiene que pasar de ahí si no quieres. Pero no debes dejar que sea el recuerdo de Ron lo que te impida ser feliz. Si ese hombre está comprometido, si no te gusta, no pienses más en eso, pero no te impidas conocer a otros que puedan darte todo lo que necesitas para poder vivir en paz contigo misma.

Hermione sonrió amargamente tras escuchar las palabras de su amiga. Sin darse cuenta, Luna había dicho algo que conseguía desazonarla aún más, porque no estaba segura que Draco Malfoy le fuese indiferente, había algo en él que le atraía, algo que no estaba a la vista y que encubría por algún motivo que desconocía, pero ese algo oculto, escondido a conciencia conseguía que ella no pudiese obviar el hecho de que en el fondo, Draco le parecía un hombre interesante, misterioso y atractivo.

—¿Quieres quedarte a dormir? —La pregunta de Luna la sacó de golpe de sus pensamientos.

—No, Charlie se preocupará si no me ve en casa cuando llegue. Pediré un taxi, gracias, Luna, por escucharme.


Nott entró en su apartamento como una apisonadora, arremetiendo contra todo lo que encontraba a su paso, vertiendo de esa forma la rabia y la frustración sobre sus propias pertenencias.
Draco lo miraba impasible, permitiendo que su amigo se desahogase y esperando a que tarde o temprano dejase de destrozar su piso. 

Desde que Lucius lo echó de la mansión Malfoy, Draco vivía con Nott en una de las dos habitaciones que poseía aquel apartamento de lujo en Chelsey. Era fácil vivir con Theodore Nott, era un tipo tranquilo, sosegado, ordenado y meticuloso en casi todo, así que, apenas había discusiones, se conocían desde hacía muchos años y ambos sabían cuales eran los puntos negativos del otro, así que trataban de no sacarlos a la luz.

El crash de un jarrón al estamparse con el suelo y romperse en mil pedacitos consiguió que al fin, Draco se decidiese a intervenir.

—Nott, tranquilízate, te vas a quedar sin piso.

—¡No puedo! ¡Le hice daño! ¿Viste su ojo! ¡Maldito Zabini!

—Pansy se recuperará, fue un accidente, ella sabe que nunca le levantarías una mano conscientemente.

Nott se detuvo y expiró aire con fuerza. Draco pudo observar como pequeñas lágrimas cruzaban de norte a sur la blanca piel de su rostro y todos los bucles de su largo y oscuro cabello estaban más desordenados que nunca. Sus claros ojos habían perdido casi por completo la luz.

—No puedes imaginar, no tienes ni la menor idea de lo que siento, Malfoy. Todo esto es tan injusto, sabes cuanto he luchado por ella, cuanto he aguantado en silencio mientras la creía feliz. Nunca me hubiese interpuesto entre ellos pero se marchó, la dejó. Y me da igual cuales fueron sus motivos, mas heroicos o menos, se fue y yo la he visto llorar, la he visto sufrir por él. Y esperé día a día, aguardé hasta que vi que comenzaba a superarlo y entonces no dejé que otro que no fuese yo ocupase el corazón de Pansy. —Cerró los ojos con fuerza y dos nuevas lágrimas volvieron a recorrer su rostro—. Trato de ser paciente, de darle tiempo pero en el fondo no quiero hacerlo, la necesito en mi vida. No sé que sería de mí si elige de nuevo a Blaise. No quiero pasar por eso otra vez.

—¡Pues lucha por ella! No te quedes de brazos cruzados —instigó Draco.

—A veces lo he pensado, pero saldría perdiendo porque ella amó con locura a Blaise y por mí, por mí creo que sólo ha sentido cariño. Lo mejor es que me quite de su camino para que pueda ser feliz otra vez junto a ese desdichado.

Draco comenzó a reír, aquella reacción aturdió aún más a Nott que frunció el ceño indignado.

—No, no te enfades, no me río de ti, me río me mi mismo y de lo imbécil que soy. Tienes suerte, Zabini está vivo, tu situación no es tan terrible, cometerá algún error, es muy dado a cometerlos y ella, si no lo ha hecho ya, se desencantará de él; pero, ¿cómo se puede luchar contra los buenos recuerdos? 

—¿Qué quieres decir? —Nott seguía sin comprender a su amigo.

—Que los recuerdos, los felices y buenos recuerdos, no cometen errores. No se puede luchar contra los fantasmas, Nott, pero sí contra quienes aún no lo son. No te rindas, sé que a Pansy le importas y, tal vez mucho más de lo que ella piensa. Blaise no es perfecto, nunca lo fue.

Diciendo eso y sin dar más explicaciones, Draco pasó por delante de su amigo y camino hasta su habitación. Sin desvestirse se tumbó en la cama bocarriba con las manos debajo de la nuca y la vista clavada en el techo. Aún podía sentir en sus labios el sabor de los de Hermione, en sus manos el suave tacto de la tersa piel de aquella mujer y en sus sentidos el dulce olor a lilas que tanto lograba enloquecerlo. En su mente aturdida comenzaron a amontonarse las palabras de Hermione antes de marcharse tan precipitadamente de su lado, cuando apenas había podido saborear aquella extraña sensación de felicidad. 

"No, no estoy preparada." 

"Nunca consentiré que manches la memoria de Ron."

"¡Ron!"

—Ron… maldito fantasma —musitó y pocos minutos después se quedó dormido.



En sólo unas horas, las cosas habían cambiado mucho, Hermione entró en el despacho a la mañana siguiente mostrando huellas de fatiga en el rostro y deseosa de que Draco aún no estuviese allí, pero se equivocó, aquel día, de pronto, se había vuelto madrugador. Hubo un mínimo intercambio de miradas pero ninguno saludó al otro. Él tecleaba en el ordenador con premura, de vez en cuando resoplaba, se pasaba las manos por el mentón y continuaba haciendo sonar las teclas. Hermione revolvía entre los papeles de su mesa, leyendo y clasificándolos. Estaban a punto de tener la primera vista del juicio del Goyle y todos en SIREM andaban muy apurados y diligentes.

Así pasaron al menos dos horas, sin que ninguno de los dos intercambiase ni una sola palabra, ni una sola mirada más. Hasta que de pronto la voz sibilante de Draco rompió el incómodo silencio.

—No volverá a suceder, puedes estar tranquila.

Hermione desvió la mirada de los papeles hacia los grises ojos de su compañero de despacho.

—Eso espero.

Draco tensó los músculos de la cara, Hermione sintió como la mirada penetrante del joven le traspasaba el cerebro, se estremeció. Draco volvió a relajarse y continuó su tarea, que únicamente fue interrumpida por la llegada de Remus y Sirius al despacho seguidos del joven Ernie.

—Buenos días —saludaron al unísono—. ¿Escribiste los hechos, Malfoy? —preguntó Remus acercándose a él.

Draco asintió con contundencia y luego se puso en pie.

—Bien, oigámoslo —convino Sirius.

Draco se aclaró la garganta para comenzar a desgranar lo sucedido aquel fatídico día en que Goyle le arrebató la vida a Eliza White.

—Lo que voy a exponeros está basado en las declaraciones de los testigos, las pruebas de la policía y en mi propia intuición. 

Tomó aire y comenzó.

—Eliza Norma White, veintitrés años, encontrada muerta en el aparta-hotel Baker con claros signos de asfixia en la madrugada del 30 de diciembre de 2010. En un principio todo apuntaba a que había sido asesinada por el ciudadano Vincent Crabbe, sin embargo, la aparición de pruebas posteriores nos indica que no fue él el que cometió tan desalmado acto sino su mejor amigo, el Doctor Gregory Goyle. 
Según mis averiguaciones puedo reconstruir todo lo sucedido durante la noche y la madrugada de aquel fatídico día.

>>Gracias al minucioso testimonio aportado por la testigo Lavender Brown, compañera de la señorita White, sabemos que Vincent Crabbe y Gregory Goyle llegaron juntos al Club "Las tres escobas" aproximadamente a las diez de la noche y se sentaron en el lugar que solían hacerlo. A los pocos minutos, Eliza se acercó a ellos tomando asiento junto a Crabbe, éste le entregó una cajita envuelta en un papel de regalo, que ya sabemos que contenía una pulserita de oro.

>>Una media hora después de la llegada de Crabbe, éste ya había comenzado a ingerir alcohol mientras que su amigo se mantenía sobrio con la misma bebida intacta sobre la mesa. Eliza y Crabbe intercambiaron palabras, risas y licor —según nuestra testigo, eran amigos y a la joven le gustaba la compañía del señor Crabbe—luego ella abandonó su lugar junto a los dos hombres para hacer su número de baile erótico sobre el escenario. Antes de su baile, Eliza habló con nuestra testigo, le enseñó la pulserita y le confesó que no aceptaría a ningún cliente es a noche ya que 
había prometido pasarla con Crabbe. 

>>Mientras Eliza realizaba su número, el doctor Goyle se aproximó a la barra de bar y pidió tres copas más. Crabbe no apartaba la vista del escenario donde bailaba la joven de la que estaba profundamente enamorado. Así fue como el doctor Goyle vio la oportunidad perfecta para llevar a cabo su plan. Nuestra testigo, la señorita Brown vio como la joven Eliza bajaba del escenario y se reunía con Crabbe en su mesa, entonces, le sirvió las copas al doctor que se ofreció el mismo a llevarlas a la mesa. A Lavender le extrañó, puesto que nunca solía servirse él mismo, pero no le dio la mayor importancia. Fue entonces cuando un hombre cercano a Goyle derramó algo de líquido sobre la barra de bar y Lavender, la testigo, quiso limpiarla. Fue a buscar la bayeta que estaba cerca de donde había servido las bebidas al doctor Goyle y lo vio, pudo observar como vertía el líquido de un pequeño frasco en una de las bebidas y, como luego, simplemente se deshacía del él tirándolo a la basura. Aquello sí le produjo cierta inquietud, por eso, hizo uso de su astucia y logró hacerse con el frasquito y los restos de la droga que había en él.

>> En las horas siguientes, los tres ocupantes de la mesa siguieron bebiendo, hablando y bromeando hasta que Crabbe comenzó a sentirse mal, casi no podía mantenerse en pie. Y era extraño porque a pesar de haber bebido no había sido como en otras ocasiones, la droga, que su amigo le había administrado a través de la bebida, comenzaba a surtir efecto. Fue entonces cuando Eliza decidió que era hora de que Crabbe se marchase a casa y, tal y como le había prometido, ella se iría con él. El club se había ido vaciando de clientes con y sin plan para aquella noche. Nuestra testigo vio como el trío abandonaba el local pasadas las dos de la mañana y no a la una como en su testimonio pretendió hacernos creer el doctor Goyle. Nunca se despidió de ellos, sino que los convenció para que fuese él el que los llevara hasta el apartamento de su amigo. La joven se resistió un poco al principio pero luego, despidieron al taxi que los estaba esperando y los tres juntos subieron al coche del doctor Goyle. 
Hasta aquí el relato de nuestro testigo principal, la señorita Lavender Brown.

>>Lo siguiente es pura deducción aunando las pistas y los testimonios recogidos por nuestro compañero Ernie Macmillan. Y esto fue lo que pienso y, es más probable, que sucediese.

—Adelante, prosigue —le animó Sirius. Draco no le hizo esperar.

—Durante el trayecto, Goyle convenció de alguna manera que desconozco a Eliza para que variasen la ruta y se detuviesen en un aparta-hotel de tercera que distaba a medio camino entre el club y la casa de Crabbe. Y así lo hicieron, Goyle en ningún momento debía dejarse ver por nadie, así que le pidió a Eliza —a la que el empleado del hotel conocía muy bien porque solía llevar allí a sus clientes— que se encargase de pedir un pequeño apartamentito de una habitación y un baño. El empleado afirmó que debían ser casi las dos y media de la madrugada y que aparte de a la señorita White no vio a nadie más con ella, aunque supuso que habría ido allí con algún caballero. 

>>Eliza entregó las llaves a Goyle y este ayudó a Crabbe a entrar en la habitación. Sabemos esto porque otro inquilino del aparta-hotel vio como la mujer iba delante y un hombre arrastraba a otro que parecía borracho hacia dentro de la estancia. Luego, en cuestión de segundos, vio salir a aquel hombre, subirse al coche y marcharse. Todo habría quedado ahí, y en ese caso, Crabbe sería el sospechoso número uno, pero Goyle, no contó con una vecina con insomnio que vio como una figura masculina, cuya descripción que nos aportó en su testimonio coincide casi por completo con la del doctor, pululaba por la zona hasta que entró en uno de los aparta-hoteles, concretamente en la habitación de Eliza. 

>>Lo demás sólo son suposiciones basadas en los informes de la policía. Eliza White murió asfixiada por una almohada en donde se encontraron las huellas de Crabbe y extrañamente violada sin restos de fluidos masculinos. Esto nos lleva a pensar que Goyle lo tenía todo más que planeado y no fue un asesinato fortuito. 
A esas alturas de la noche, Crabbe debía estar ya inconsciente. Goyle entró con la intención de acabar con la vida de la muchacha, ya debía llevar guantes puestos para evitar sus propias huellas. Se moría de celos, ya hemos dicho que él también sentía algo por ella y nunca concibió que prefiriese al zafio de su amigo. También sabemos que Gregory Goyle usaba métodos un tanto rudos con las prostitutas y que por esa razón ellas trataban de alejarse de él. Este hombre violó a Eliza aquella noche pero no lo hizo con su cuerpo sino con algún objeto, tal vez uno que use habitualmente en sus consultas; un especulo vaginal, por ejemplo. Luego, cuando ya la hubo humillado, agarró una almohada y se la colocó en la cara hasta que ella dejó de respirar. 
Entonces es cuando utilizó a Crabbe y las huellas de éste para inculparlo en el crimen. Pasó diversos objetos de la habitación, entre ellos la almohada con la que acababa de matar a la chica, por las manos de su amigo y luego abandonó la habitación de la misma forma en que llegó a ella, ocultándose en la noche.

>>Atada y amordazada, así la encontró una joven empleada al día siguiente, Crabbe seguía sumido en su profundo sueño. Luego llegó la policía y enseguida dedujeron que él había matado a la joven prostituta, a raíz de las huellas halladas, ignorando los testimonios que luego han sido de vital importancia para esclarecer el caso.
Y eso es todo.

Terminó de hablar, el despacho estaba en silencio y todas las miradas fijas en la figura de Draco. 

—Debió ser así —admitió Sirius rompiendo al fin el mutismo de todos.

—Exacto, de esa forma todo encajaría —secundó Remus con una media sonrisa de satisfacción.

—Buen trabajo, chicos, mis felicitaciones a los tres. Ahora a preparar minuciosamente la acusación de ese malnacido —dijo Sirius mientras caminaba hacia la puerta seguido de Remus. Antes de salir completamente de la habitación, musitó—: Yo no lo hubiese expuesto mejor.

Draco pudo oírlo y esas palabras lo llenaron de satisfacción. Ernie que había estado todo el tiempo observando desde un rincón se acercó a él diciendo.

—No pensé que me incluirías en tu informe, pensé que te llevarías todos los merito. Supongo que debo agradecértelo.

—Tú hiciste tu trabajo, yo solo tuve que unir cabos, no entiendo por qué no incluirlo en el informe.

Ernie esbozó una sonrisa socarrona y extendió una mano hacia él.

—Ha sido una buena exposición.

Draco se quedó mirando la mano abierta y extendida del joven abogado y, tras dudarlo un poco, la estrechó con la suya.

—Sigo sin fiarme de ti, esto sólo es una tregua —añadió Ernie antes de abandonar el despacho.

Draco ladeó una sonrisa, exhaló un suspiro prolongado; todo había salido bien. Su trabajo parecía haber gustado a los jefes y hasta Ernie se lo había reconocido. Comenzó a reír olvidándose de que aún había alguien más en la habitación hasta que sus grises ojos pudieron ver a Hermione, sentada en su silla de cuero con los ojos fijos en él.

—¿Y tú no dices nada? —inquirió el joven.

Hermione no contestó, se puso en pie, agarró su abrigo y su maletín y abandonó su mesa pasando por delante de Draco. 

—Me voy a almorzar.

Y salió del despacho. Draco frunció el ceño, entendía que Hermione no le perdonase el descaro de la noche anterior pero se trataba de trabajo e incomprensiblemente la opinión de aquella sabelotodo le importaba. Se pasó la mano por el cabello con desasosiego y con el puño golpeó la mesa.

—Sólo una cosa antes de marcharme. —Hermione había regresado y hablaba desde la puerta. 

—¿Sí? —preguntó de mala gana.

—Ha sido brillante.

Se dio la vuelta y se marchó. El rostro de Draco dejó de estar enfurruñado y frustrado permitiendo el paso a una sonrisa amplia y luminosa. Ella no había dicho "buen trabajo" o "bien hecho"; no, había dicho "brillante" sobre eso ya no había nada más que añadir. 


Se lo pensó un poco antes de golpear la puerta, estuvo a punto de dar marcha atrás y largarse de allí junto con la decisión que había tomado, pero no lo hizo y su puño se estampó contra la puerta de Pansy, una, dos y tres veces con decisión. Nott sintió como se le resquebrajaba el alma cuando vio el rostro amoratado y el ojo hinchado de la joven.

—Supuse que vendrías —dijo ella con voz apagada—. Pasa.

El muchacho entró tímidamente, como si nunca antes hubiese estado allí, todo le resultaba extraño. Pansy cerró la puerta y caminó delante de él.

—¿Quería saber cómo te encontrabas? Y no quise saberlo por teléfono —confesó él.

—El golpe en la cara es lo que menos duele, Nott.

—No voy a justificarme, a pesar de que sabes que yo me comporto así habitualmente, pero tengo mis motivos para odiarlo.

—De él me espero cualquier cosa, es temperamental y siempre se deja guiar por lo que siente, pero tú, tú usas la cabeza Nott ¿Qué te pasó?

—También me dejé llevar por lo que sentía en ese momento, por lo que me apetecía y lo único que deseaba borrarle de la cara su estúpida sonrisa —admitió, notando como los músculos de su mandíbula se tensaban tratando de controlar la rabia que le producía pensar en su rival—. No volverás a presenciar algo parecido a lo que sucedió anoche nunca más.

—Me alegra saber eso porque esto está siendo insostenible.

—Tienes toda la razón, es absolutamente insostenible. Es inhumano que tengas que estar decidiendo a quién rompes el corazón, por esa razón estoy aquí. Anoche hablé con Draco y él me alentó a que luchase por ti, pero yo sé que esa lucha es infructuosa y lo único que conseguiría es hacerte más daño. Te dije que te esperaría pero no voy a hacerlo, no es justo para ti ni para mí. Eres libre Pansy Parkinson, libre para volver con él, porque yo no quiero seguir en esta lucha. No quiero que sigas sufriendo tratando de encontrar la mejor forma de romper definitivamente conmigo. Soy realista, siempre lo he sido y sé que en fondo deseas volver con él.

—Nott, las cosas no son así —dijo ella notando como el corazón le latía en la garganta.

—Sí, lo son. Lo han sido siempre, sino de otra forma no habrías dudado un segundo de lo que sentías por mí con la llegada de Blaise. He invertido demasiados años de mi vida en ti, yo también merezco ser feliz.

—Pero yo no estoy segura de nada —imploró Pansy.

—Yo sí lo estoy. No pienses que esto no es duro para mí, es la decisión más difícil que he tomado y tomaré en mi vida pero no me arrepiento de hacerlo. Necesito continuar y atado a ti, a tus dudas, no lo haré nunca.

—No quiero que te vayas, no quiero que te alejes de mi vida.

—Demasiado tarde. No confío en que, de repente, cuando vuelvas a verle cambies nuevamente de idea y no quiero pasar dos veces por lo mismo. Sé feliz, Pansy, que yo también trataré de serlo.

Pronunció aquellas últimas frases mientras se acercaba a ella y depositaba un suave beso en la magullada mejilla de Pansy. Luego le regalo una triste sonrisa y se marchó. 

Quiso detenerlo, quiso correr tras él impedir que se alejase mas no lo hizo, porque ni siquiera ella era capaz de confiar en sus propios sentimientos. Y se quedo allí notando como aquel último beso le abrasaba su dolorida mejilla.


El clima de Londres había variado bastante durante todo el día. Había amanecido con un sol espléndido, aunque debilitado debido al invierno, pero poco a poco densas nubes oscuras fueron apagando aquellos rayos hasta extinguirlos por completo y ahora, bien avanzada la tarde, la lluvia intensa se había apoderado de la ciudad. Hermione regresó de su almuerzo con la misma actitud sombría que antes de marcharse y no cruzó palabra con Draco. En la mente del joven abogado aun resonaba el halago de la muchacha, nadie nunca le había dicho que fuese brillante, ni él, ni nada de lo que había hecho. Al contrario, siempre le indicaban que debía dar más, que no estaba a la altura de casi nada y que siempre sería inferior. 

A las siete de la tarde, Hermione comenzó a recoger sus cosas plácidamente, sin prisa. Apagó su ordenador, metió meticulosamente algunos informes y dossiers en su maletín, se puso su abrigo y con un escueto "Hasta mañana" salió del despacho. Draco era incapaz de comprender por qué aquella situación le afectaba tanto, siempre había podido divorciarse de sus sentimientos hacia las mujeres, si lloraban no le afectaba, si reían le traía sin cuidado, él sólo las utilizaba para aquello que le interesaba y después se alejaba de ellas sin ningún tipo de remordimiento. Pero con aquella mujer no era así, le angustiaba aquel enojo por parte de Hermione, necesitaba oír su voz aunque sólo fuese para escuchar un insulto o una reprimenda. Agobiado por la situación, decidió que ya era hora de dejar de trabajar y regresar a casa de Nott, pero antes pasaría por el apartamento de Pansy para saber cómo se encontraba su amiga después de lo sucedido la noche anterior en casa de sus padres. 

En poco menos que nada, Draco salía por la puerta principal del edificio donde se ubicaban los despachos de SIREM. Llovía a mares, por eso rebuscaba ansioso y distraído las llaves de su coche dentro del maletín, esa fue la razón por la que no se percató que el cuerpo de Hermione estaba delante de él hasta que se tropezó con él.

—¿Qué haces todavía aquí? —preguntó notando como se le empapaba el cabello rubio pegándosele a la cara.

—Espero a un taxi —contestó ella, secamente.

—Te estás poniendo como una sopa, ¿cuánto tiempo más vas a esperar?

—El que sea necesario.

—Yo he traído el coche, ven conmigo te llevo a casa —invitó mientras conseguía al fin encontrar la llave.

—No.

—Oh vamos no seas terca, tengo pensado pasar a ver a Pansy antes de irme a mi casa. No trato de hacerte un favor.

Hermione miró a Draco con impaciencia ante sus ojos vio el rostro mojado de aquel hombre con los ojos entrecerrados para evitar que las gotas de lluvia entrasen en ellos y la respiración acelerada.

—Si no te decides me iré, no voy a mojarme más por ti —apremió.

—Está bien —convino Hermione finalmente.

Caminaron bajo la lluvia hasta el coche deportivo de Draco y se metieron dentro, empapando de inmediato la tapicería de los asientos.

Tratar de cruzar la ciudad en hora punta con la gruesa lluvia golpeando contra el chasis y el parabrisas del coche era algo muy agotador para cualquiera que tuviese el deseo de llegar pronto a su casa. Por ello, la gente estaba más irascible de lo normal y hacía poco caso a las señales y a las obligaciones del tráfico. Aquello mermaba mucho la paciencia de Draco pero trataba de contenerse antes de mandar al diablo a alguno de ellos, ya que no deseaba empeorar aun más la opinión que Hermione tenía de él. 

Cuando ya habían recorrido casi la mitad del trayecto se produjo un pequeño accidente, sin mayor importancia, pero que provocó una retención en el trafico. Y allí estaban, los dos con el coche parado en medio de la calle sin poder avanzar ni retroceder y sumidos en un exasperante mutismo.
Draco golpeaba nervioso los dedos contra la piel que envolvía el volante de su vehículo. Hermione escuchaba aquel repiqueteo constante en sus oídos.

—¿Por qué brillante? —inquirió Draco rompiendo al fin el silencio y cesando el repiqueteo de sus dedos.

—¿Cómo? —preguntó ella aturdida.

—Dijiste que mi exposición había sido brillante —explicó girando sus ojos hacia ella.

—Lo fue, no mentí. 

—Pensé que me odiabas.

Hermione también desvió sus ojos hacia el joven Malfoy.

—¿Por qué crees eso?

—No me has hablado en todo el día por aquel estúpido beso. No lo planeé, surgió y no sé como. Sentí la necesidad de hacerlo nada más.

—No debiste.

—No, no debí, pero ocurrió —admitió Draco.

Hermione le retiró la mirada, sobre el techo del coche se escuchaban aún con más fuerza el estampido de las gotas sobre la lona. Comenzó a ponerse nerviosa, sentía como su corazón palpitaba con tanta intensidad que hasta respirar se le hacía muy difícil.

—Estás comprometido —le reprochó con la voz quebrada.

—Sabes lo que siento por Astoria.

—Eso no te da ningún derecho a ir por ahí besando a otras cuando te plazca. Tendrías que haberte disculpado por tu desfachatez —le increpó Hermione sin dirigirle la mirada.

—¿Por qué? Las disculpas sólo sirven si uno se arrepiente de lo que ha hecho. Yo no me arrepiento de haberte besado, es más, volvería a hacerlo en este preciso instante. —Hermione giró su cabeza hacia él con los ojos abiertos de par en par. Draco ladeó una sonrisa mientras decía—. No te alarmes, te prometí que no sucedería más y así será, no volverá a suceder jamás ya que te repugna tanto.

Hermione no contestó, no podía mentirle, aquel beso no le había repugnado, ni siquiera podía admitir que le hubiese resultado molesto. No fue así. Cuando los labios de Draco se posaron sobre los suyos sintió cosas que creyó olvidadas, sintió paz, alivio y deseo. Y hubiese seguido pegada a esos labios si la voz de Ron no se hubiese interpuesto endulzando sus oídos con aquel último te amo, antes de ver su cara cubierta por la sangre escarlata que lo apartó de ella. Abrió los ojos y vio el rostro de Draco, ahí, tan cerca, con sus labios moviéndose sobre los de ella, consiguiendo arrancar emociones que pensó que no sentiría con nadie más que con Ron y una terrible culpa invadió su alma, logrando que aquellos dulces sentimientos se volviesen sucios de repente. Draco no era comparable a Ron, no lo sería nunca.

Los coches que estaban parados delante de ellos comenzaron a moverse lentamente, el tráfico parecía restablecerse. Hermione y Draco se miraban a los ojos fijamente sin percatarse que todo regresaba a la normalidad. Él comenzaba a arrepentirse de la promesa que había hecho de no volver a probar aquellos suaves labios y ella libraba una dura batalla en su mente y en su corazón porque en el fondo de su alma seguía sin entender por qué aquella promesa de Draco no le hacía tan feliz como era de esperar.

El estridente sonido del claxon del auto que estaba detrás, los hizo regresar bruscamente a la realidad. Draco prendió el motor de su coche y puso rumbo hacia el apartamento de Pansy. Cuando llegaron allí, la encontraron envuelta en un mar de lágrimas sobre el regazo de Charlie, no tardaron en conocer cual había sido el motivo de la desazón de su amiga.

volver a empezar -draco y hermione-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora