Compasión

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-No paras de sangrar. - suspiré. - No sé como parar la hemorragia.

-Tranquila, simplemente presiona. - colocó su mano encima de la mía mientras hacía una ligera presión sobre su hombro. 

Tenía una herida enorme, como si le hubieran acuchillado, hecho con toda la intención. Mientras, él no paraba de mirarme, temeroso de que le juzgara, pensando seguramente que venir aquí había sido un completo error.  O eso es lo que pensaba yo. 

.¿Puedes poner algo de música? - levantó la mirada. - Si no me mata la hemorragia lo hará este silencio. 

-Sigue presionando, ahora vuelvo. - suspiré y un dolor repentino agarró mi pecho. 

Había descubierto un artista nuevo gracias a Alejandra hace unos días y desde entonces vivía obsesionada. Will he de Joji se reproducía desde aquel altavoz que me había regalado mi padre años atrás. 

-¿Por qué? - reuní el valor.

-¿Por qué? No lo sé. - agachó la cabeza. - Solo pienso en ti, mi vida es miserable.

-Es que no te entiendo. - comencé a alterarme. - Me dejas, me pides perdón, se lo ocultas a todo el mundo y a los dos días rehaces tu vida con una modelo. Mientras, yo tengo que cargar con las preguntas incomodas, los lamentos y los lloros, las noches en vela y ver las putas carreras los domingos. Actuar como si nada hubiera pasado, como si no me hubieras prometido una vida y me la acabaras de arrebatar. Y cuando por fin dejo de llorar y castigarme por algo que no comprendo, vuelves, a joderme más. No. Es un no rotundo. 

-Yo tampoco me entiendo. - paró un segundo y continuó. -Sólo sé que tengo miedo de hacerte más daño del que ya te he hecho, un daño irreversible. Sé que estás mejor sin mi. 

Y aunque quería llorar, gritar e incluso pegarle un puñetazo, no hice nada. Le miré y le vi. Por un instante vi a Marc, aquel Marc del que me enamoré, suplicándome con esos ojos que me volvían loca. En cierto punto, la música dejó de sonar, sólo éramos él y yo. 

-Me has roto tanto el alma que ya no sé que hacer. -solté. - Quiero entenderte pero no puedes aparecerte así en mi casa y pretender que te cure como si tuviera una carrera universitaria en enfermería. 

-Lo sé. - se levantó de aquel sofá tan diminuto. - Supongo que fuiste la primera que se me pasó por la cabeza. 

-Llamaré a Àlex, intentaré curarte todo lo que pueda y luego te marcharás con él. - busqué mi teléfono. 

-Vale.- me observó mientras levantaba todos los cojines del sofá en búsqueda de mi móvil. - ¿Te ayudo?

-No, tranquilo. Siéntate y sigue presionando la herida, voy a por una copa de vino. ¿Quieres una? - me dirigí a la cocina. 

-Sí, por favor. - se tiró en el sofá.

Tenía el cuerpo magullado, lleno de moretones. Sentía su atenta mirada mientras curaba toda abertura que visualizaba, parecía un campo de minas. A veces gritaba de dolor, otras mordía una toalla que le había dejado, pero no quitaba su mirada de mi. Àlex me había dicho que llegaría en menos de una hora, pero por aquel entonces, yo ya no aguantaba más su presencia. Cuando se giró y vi como su preciosa espalda se encontraba llena de marcas, me eché a llorar. 

-¿Qué pasa? - se giró de repente.

-Marc, ¿Qué te ha pasado? - las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. 

-Pensaba que no ibas a preguntar. - acarició mi antebrazo. 

-Tienes la espalda magullada, ya no veo tus lunares, no puedo hacer como que nada ha pasado. - le miré a los ojos. 

-Estuve en el lugar y momento equivocado. Un amigo necesitaba mi ayuda y bueno... Acabé así. Se irán al cabo de unos días, no me duele. - colocó sus manos en mis caderas y me acercó a él. 

-¿Y lo del hombro? - acaricié el apósito que tapaba la herida. 

-Bueno, se ve que tenían otro tipo de instrumento con lo que pelear. - suspiró. 

Apoyó su cabeza en mi vientre mientras yo removía su cabello aún mojado. Me sentía tan perdida. Álex apareció al rato con un botiquín más grande que un tocadiscos. Eran las 12 del mediodía y yo ya me había bebido una botella de vino por aquel entonces. Marc se había quedado dormido en el sofá, así que decidimos no despertarle. 

-¿Esto es normal? - dije señalando a Marc.

-Últimamente sí. Creemos que se ha apuntado a un club tipo el club de la lucha, llega así a diario. - bebió del café que le había preparado. 

-Joder, necesita ayuda. - suspiré.

-No te preocupes, va por temporadas. - acarició mi hombro.

-Álex, ¿te puedo pedir algo? - le miré.

-Sí, claro. - frunció el ceño

-¿Me puedes abrazar, por favor? - sentí que iba a llorar.

Me miró, sonrió de lado y me abrazó lo más fuerte que pudo. 

Nuestra Pasión; Marc MárquezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora