Capítulo 9

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"De dentro de la cantina"

Estaban todos rodeados, Los 8 completos, la pandilla que escapó del cementerio. Ahora fueron atrapados en aquel pueblo sin salida.

Diego les había dicho que era su culpa, que los zombies venían a por ellos. Que solo ellos eran los responsables.

Sin salida, Diego ya se había resignado. Sus piernas ya no le daban más.

Vio cómo el grupo de zombies que salía de la cantina atrapaba a todos sus compañeros, uno por uno. Le pareció ver a Alexander, Jeffrey y a William luchaban contra ellos y recordó batallas en lugares desconocidos.

Porque en la otra vida eran guerreros, y tenían poderes, y pertenecían a una organización mundial que defendía al planeta del mal. No eran tan fáciles de engañar ni de atrapar. Pero no era esa vida y allí ellos no eran nada, y el pesar acongojó profundamente su corazón y se avergonzó de todo.

Le pareció ver que Randolph descabezaba a un zombie con una pala, y que Christian se defendía de dos o tres más con un palo. Pero él permanecía en el mismo lugar incapaz de moverse, con la mente confundida y añorando otra cosa que no lograba identificar.

No le importaba nada la lucha que tenían allí frente a sus narices, contra las criaturas que salían sin parar de los alrededores. Parecía un espectador, ningún zombie lo atacaba a él. Pero era el terror lo que lo paralizaba.

Un grito sonó desgarrador y cortó la noche como un filoso cuchillo, y cada uno de los brazos y piernas de Diego comenzaba a reaccionar.

Aquello era un circo ridículo, absolutamente ridículo, pero eso no lograba aplacar el miedo.

Hasta que no lo soportó más y cuando tres zombies deformes se enfilaban directo hacia él, Diego gira sobre sus talones y fija la mirada derecho hacia el final de la carretera, aquel final del pueblo que daba a la montaña oscura y desconocida. Su objetivo.

Era como despertar de la pesadilla, tener la meta de escapar de ese pueblo, antes de que lo alcanzaran las tres criaturas. Sus piernas revivieron y se sentía capaz de correr como una vez lo hizo, y saltar con agilidad asombrosa, y escapar, dejarlos a todos allí y escapar.

Esa palabra le dio vida y fuerzas a todo su cuerpo, y así arrancó aunque no supiera hacia dónde los llevaría el objetivo, nada más que una calle sin salida.

Apenas el impulso hizo levantar la tierra a sus pies, la mano muerta le rozó el pelaje de su cola e intentó sujetarlo, pero no pudo. La velocidad fue primero.

Y no pudo gritar más.

Corrió como un desesperado impulsado por la energía del miedo y aquellas manos tenebrosas que casi lograban alcanzarlo, y cada vez que tropezaba se salvaba de caer gracias a otro asombroso impulso. Y atropelló a varios cuerpos muertos que se atravesaban, pero no importaba. Saltó como un resorte la cerca, y continuaba la carretera hasta la negrura que se confundía con el cielo.

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Azotado salvajemente por cientos de ramas y arbustos, su ropa ochentosa estaba hecha jirones, pero Diego no se detuvo. Los gruñidos tenebrosos eran como gasolina inyectada a sus piernas, y al fin llegó hasta un punto en que ya no los escuchaba más. Sin embargo no se confiaba y jamás se detuvo.

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-Y ahora dónde estaré-

Ya no tenía sentido correr, igualmente caería y eso sería mucho peor. Finalmente se detuvo a estudiar sus alrededores, y a la espera de divisar el primer zombie que apareciera.

No podía creer que no ocurriera tal cosa, y todos los gritos y los gruñidos habían desaparecido, sin embargo lo que lo sustituía era peor.

Conocía e ese paisaje, el sendero estaba en el mismo lugar y las tumbas permanecían intactas.

Diego había terminado en el mismo cementerio de donde salieron.

-No puedo estar aquí otra vez- quería llorar –No aquí-

Su camisa con el número tres ya había desaparecido, los pantalones le colgaban rotos y sucios. Tenía su cabello naranja y su cola totalmente cubiertos de tierra y lodo. Pero a pesar del caos del que venía, ahora parecía estar tranquilo el mundo otra vez. Pero no se lo creía, estaba esperando que sucediera lo que tuviera que suceder y así que terminara todo. Ya no podía más.

Entonces caminó, y se internó entre las tumbas como si fuera un zombie más. Cojeaba y estaba muy cansado.

Sin ver por dónde pisaba ya, se tropieza con una última cosa, algo que le cortaba todo camino posible y que recién había salido de su tumba. Y Diego alza la cabeza:

-Hola Diego- le dijo la figura sucia y oscura que acaba de cortarle su camino- ¿Me recuerdas?- Diego abrió mucho los ojos y lo reconoce:

-Joe-

El ataque de los zombiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora