2-. En el hielo.

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Fue una buena nevada. A la mañana siguiente una capa blanca cubria cada centímetro de la calle donde vivíamos, mas el techo de la casa y de mi auto.
No pude reprimir una mueca llena de emoción mientras miraba por la ventana de la cocina y llamaba a gritos a mis hermanos.
Sung Yeol y Sung Jong acudieron al momento, aun en pijama y con los rostros adormilados, mirándome como si acaso me hubiese vuelto loco.
—Es muy temprano, Sung Kyu.
Se quejó Yeol, mientras que Jong hacia un puchero con sus manos, llevando con él a su oso de peluche favorito. Cuando lo veías así fácilmente podías calcularle menos edad.
—Lo sé, pero si esperan más ya no podrán ver esto.
Y me aparté de la ventana. La expresión de sus ojos valió la pena. Mas tarde las máquinas quitanieves harían de las suyas y ya sólo quedaría una fina capa sobre el piso.
—Wow. Que hermoso.
Chilló Sung Jong.
—Salgamos a jugar.
Propuso Yeol con emoción, siendo secundado por el menor, pero los detuve en el acto.
—Oh no. Los llamé para que vieran, nada mas.
—Pero...
—No, Sung Jong, además ya sabes que no es conveniente que te expongas así.
—Me abrigaré bien.
—No.
Sung Yeol empezó a reír por detrás de mi, cruzándose de brazos.
—Ya ves, Jongie, eso te ganas por tener pulmones débiles.
—¡No tengo pulmones débiles!
Se quejó el de menor edad, apretando los puños con fuerza.
Miré el reloj y decidí que era hora de irme. La nieve era un espectáculo hermoso y maravilloso, eso no podía negarse, pero tampoco podía negarse que era complicada. Y complicaría mucho mi llegada al trabajo a tiempo.
—Bueno ya, dejen de pelear —dije, tomando mi abrigo y mi mochila —no se olviden de desayunar y de despertar a la abuela —lo único que podía considerar bueno de todo eso era que los dos estaban de vacaciones—. Y Yeollie, limpia un poco la entrada principal. El año pasado las vecinas se quejaron.
—Muy su problema —replicó él —es nuestra casa, no suya.
—Ya sé, pero nunca esta de más tener buenas relaciones con los vecinos.
Le recordé, terminando mi café de un trago y haciendo una mueca al sentir la sustancia caliente bajar por mi esófago. Dios, si seguía haciendo eso en las mañanas me saldría una úlcera.
—Esta bien, pero dile a Sung Jong que me ayudé.
Bufo el mas alto.
—Lo siento, pero no puedo —respondió Jong —tengo pulmones débiles y no debo exponerme mucho al frío.
Contuve la risa mientras abandonaba la casa. Ese niño siempre decía lo correcto cuando se trataba de zafarse de tareas domésticas. Una lástima para Yeol no saber como lo hacia.
Llegué a la biblioteca media hora después, apenas quince minutos antes de mi hora de entrada. Era bibliotecario adjunto, pero mi jefe directo era un chico llamado Dong Woo, quien era además un año menor que yo y que, sin embargo, prefería pasarse los días jugando en las computadoras que trabajando, por lo cual yo terminaba haciendo todo el trabajo. Era algo así como un jefe en las sombras, siendo el que tomaba realmente las decisiones importantes.
Para variar Dong Woo aun no llegaba. Me di prisa entonces en abrir la puerta principal de la biblioteca pública. Siempre le decía que debíamos estar ahí temprano. Nunca se sabía cuando alguien tuviera necesidad de un libro, pero Dong Woo siempre me rebatía diciendo que en esa época tan llena de Internet eso era imposible. Ya nadie necesitaba los libros impresos para consulta y aun menos con urgencia.
Limpié mi escritorio con un paño húmedo, no del todo convencido por sus palabras. Aun debía existir gente que prefiriera los libros impresos a los electrónicos.
Mientras pensaba en ello no pude dejar de recordar al chico del día anterior. Era realmente muy guapo, como si fuese un modelo de una revista o una estrella de pop. No pasaba que todos los días me topara con alguien así. Una lástima, pensé, ya que no volvería a verlo. Y no me sentí tan mal por no darle mi nombre, de todas formas era probable que ni siquiera le interesara.
—Hola, Sung Kyu, buen dia.
Saludó mi "jefe" llegando con una amplia sonrisa y un grueso abrigo azul, haciendo demasiado ruido para ese lugar.
—Buenos días.
Respondí y solté un suspiro. Aquel iba a ser un largo y frío día.

La biblioteca cerraba a las seis y esa era por ley mi hora de salida, aunque a veces me quedaba un par de horas mas para acomodar libros y limpiar los ordenadores. Pero ese día no lo hice, ardía en deseos de llegar a casa y ver la nieve desde mi ventana, tal vez bebiendo chocolate caliente y mordisqueando galletitas hechas por la abuela. Vale que era un plan soso y aburrido, pero mi vida era sosa y aburrida, excepto cuando me topaba con ardientes chicos en el cementerio.
Me sonrojé un poco mientras estacionaba el auto. No era muy correcto tener ese tipo de pensamientos sobre un chico que ni quiera conocía; y más aún de un chico que había conocido en el mismo sitio donde mis padres descansaban eternamente. Me sentí como un pervertido, aunque tomé nota de buscar a Nam Woo Hyun en facebook, tal vez podría pedirle que fuese mi amigo. O volverme un acosador en las sombras.
Reí mi propio mal chiste y bajé del auto, mirando con aprobación el limpio camino de entrada. Di un par de pasos en dirección a la casa cuando la puerta principal se abrió de golpe, dejando salir a dos chicos que bien podrían ser niños.
—¡Sung Kyu!
Chillaba Sung Jong con la voz cargada de dulzura, pero lo conocía lo suficiente para saber que no debía fiarme de esto. Por lo regular Jong se llenaba de azúcar cuando quería algo.
—Hola, chicos. ¿Que tal el día?
Inquiri, fingiendo no darme cuenta de sus intenciones.
—Muy bien —respondió Yeol —mira, limpié como dijiste.
—Mm, si, que bien.
Pero al intentar entrar en la casa ambos me bloquearon el paso, mirándose entre si con malicia. Fantástico, ¿que nueva cosa se les habría ocurrido?
—¿Que pasa?
—Escuchamos por la televisión que hay una pista de hielo.
Explicó Sung Jong.
—Y quieren ir, ¿no?
—Si, por favor.
Suspiré. Me sentía un poco cansado, pero no negaría que la idea también me atraía. Podría ver la nieve un poco mas de cerca.
—De acuerdo, pero preguntenle a la abuela si quiere ir.
—Ya ha dicho que no.
Dijo Sung Yeol y sacó un par de patines justo detrás de él mientras se dirigía al auto. Jongie me tomó de la mano y tiró de mi para hacer otro tanto.
Al final ellos ganaron, subí al auto de nuevo y conduje hacia donde Yeollie me indicó. Fue una sorpresa ver que por esa ocasión no peleaban, demasiado excitados con la idea de patinar un poco. ¿Cuantos años que no hacíamos aquello? ¿Cinco?
—Lo sentimos, Kyu —dijo Jong una vez llegamos —pero olvidamos traer patines para ti.
—No importa, no pienso patinar.
—¿Que no ves que ya esta muy viejo para eso, Jongie?
Se burló Yeol y echó a correr rumbo a la pista. Sung Jong pegó un grito y fue detrás de él. Yo los seguí a paso lento. No era ninguna sorpresa que el lugar estuviese lleno, la mayoría eran padres que habían llevado a sus hijos. Me sentí realmente viejo, era casi como ellos, un padre con hijos adolescentes.
Me recargue en una valla para verles jugar. Disfrutando a la vez del espectáculo blanco que me regalaba la naturaleza. Amaba la nieve, al igual que amaba el invierno.
Cerré los ojos entonces, dejando que mis pensamientos divagaran, recordando sin proponérmelo el día que le había dicho a mi familia sobre mi sexualidad. Los había reunido a todos y se los había dicho, muy nervioso por su posible reacción, me llevé una sorpresa cuando aseguraron que ya lo sabían. Según mi abuela era algo obvio y no le molestaba; según Yeol y Jong tendrían que ser imbéciles para no darse cuenta ya que nunca había salido con una chica y que, según ellos, yo me embobaba mirando partidos de fútbol únicamente por los jugadores, ya que odiaba los deportes.
Sonreí a medias y abrí los ojos. Tenía una gran familia.
Miré hacia mis hermanos, habían comenzado con sus cosas de nuevo por lo que podía ver, pues ambos daban saltitos sobre el hielo. No eran mas que niños.
Me dirigí hacia ellos, mas que dispuesto a regañarlos, pero no calculé la densidad del hielo y termine resbalando, cayendo de senton.
Genial. Una anécdota humillante para los niños.
Escuché una risa alegre detrás de mi y volví la cabeza, irritado. No necesitaba a ningún gilipollas riéndose de mi torpeza. Y entonces una mano se posó delante de mi cara.
—¿Necesitas ayuda?
Sentí un vuelco en el corazón al reconocer al chico delante de mi.
Nam Woo Hyun.
¿Que estaba haciendo ahí? Consideré seriamente la posibilidad de que el acosador fuera otro.
Tomé su mano, avergonzado y me levanté, con ayuda suya. Tenía una fuerza considerable. Además de unos ojos hermosos y una sonrisa algo torcida que de rara resultaba muy atractiva.
—Gracias.
Murmuré, sintiéndome como la heroína de una novela barata. Dios, era vergonzoso todo eso.
—Parece que vives una vida extrema.
Se burló entonces.
—Y tú parece que vives salvando gente.
—Podría decirse.
Asintió, sin dejar de sonreír. Era de verdad muy guapo. Pensé en soltar algún comentario sobre ello, algo que lograra avergonzarlo aunque fuese un poco, pero entonces escuché un crujido seguido por el grito de una mujer.
Me giré al momento. Vi un agujero en el hielo y a varias personas corriendo, alejándose. Vi también a Sung Yeol, luchando para mantener el equilibrio y no caer; pero lo peor no fue eso, sino lo otro. No vi a Sung Jong por ningún lado. El hielo se lo había tragado.

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