VINCULO RESIDUAL

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Perspectiva de Jack

Jack estaba a tan solo unos centímetros.
El aire entre ambos vibraba, cargado, como si una chispa pudiera incendiarlo todo.
Los ojos de Simón brillaban débilmente bajo la luz de la oficina; el azul transformándose en un matiz dorado rojizo, delatando la energía que trataba de contener.

Jack se inclinó un poco más, su voz baja, ronca.
—Tu olor… —murmuró— no es el de un simple alfa. Huele a algo que no logro entender.
Había sierta curiosidad ante el aroma que transmitía Simón ante Jack.

Simón lo observó en silencio, los dedos crispados sobre el borde del escritorio, intentando mantener la compostura mientras el pulso le retumbaba en las sienes.
Cada palabra del otro era un golpe directo a su autocontrol.

Jack sonrió apenas, disfrutando del desconcierto ajeno.
—Dime, Paladino… ¿qué eres realmente?

Pero justo entonces, toc toc toc.
Tres golpes firmes en la puerta.

—¿Señor Paladino, todo bien?. Se que tenía algo pendiente con el señor Hart —La voz era profunda, tranquila. Era su asistente, Marcus Brody.

Simón aprovechó el instante como quien ve una salida en medio del incendio.
—Sí, todo bien —respondió con una rapidez casi sospechosa, mientras se apartaba de Jack y alisaba su saco, fingiendo calma—. Pase, Marcus.— dijo Jack

La puerta se abrió, y Marcus entró con una carpeta en mano.
Su mirada fue inmediata hacia Jack, evaluadora, casi instintiva.
—Oh,  —dijo con una sonrisa cortés. Reconocía la tensión en el aire; la olía incluso.

Jack retrocedió un paso, sonriendo.
—Nada importante. Solo pasaba a saludar.

Marcus asintió despacio, cerrando la puerta detrás de él.
Mientras tanto, Simón ya había tomado su maletín y se dirigía hacia la salida.
—Marcus, encárgate de los documentos de la junta. Tengo que… revisar unos asuntos pendientes.

Antes de que Jack pudiera decir algo, Simón ya estaba fuera.
El sonido de sus pasos alejándose resonó en el pasillo, dejando tras de sí un aire cargado que ninguno de los dos hombres en la oficina logró ignorar.

Jack se pasó una mano por el cabello, exhalando.
—Vaya, vaya, Paladino… —susurró con una media sonrisa—. Te escondes bien, pero no lo suficiente.

Marcus lo miró de reojo.
—Si planea seguirlo, le recomendaría no hacerlo.
—¿Y por qué? —replicó Jack, divertido.
—Porque usted no tiene idea de con quién está jugando.

Silencio.
El reloj marcó el final de la reunión… y el inicio de algo mucho más peligroso.

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Simón caminó por el pasillo del edificio con pasos rápidos, aunque su cuerpo le pedía detenerse.
La reunión, el encuentro, las miradas... todo le pesaba en los hombros.
El aire afuera del edificio era más fresco, pero no lo suficiente para apagar el fuego que le ardía por dentro.

Se detuvo junto a su coche. Respiró hondo.
Debería marcharse.
Debería estar camino a las afueras, al viejo refugio donde nadie lo encontraría hasta que el ciclo pasara.
Pero no podía moverse.

Su mano estaba sobre la manija del auto, inmóvil.
Un impulso, casi imperceptible, tiraba de él hacia atrás.
No físicamente… sino algo más profundo.
Un lazo invisible.
Un ancla.

—¿Qué… demonios me pasa? —murmuró entre dientes.

El viento sopló débilmente, trayendo un aroma que no le era ajeno: cálido, con un destello a cítricos y manzanilla?.
Su pecho se tensó.
No podía ser.
Las feromonas de Jack aún estaban presentes, persistentes, como si hubieran dejado una marca en el aire… o en él.

~CODIGO ENIGMA~Where stories live. Discover now