CAPÍTULO 1

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—Un refresco. Y patatas. Y chocolate. Y... no sé algo con una buena cantidad de azúcar para no perder la fuerza en media carretera.

Parpadeo. La miro. ¿Qué?

—Tú no vas al volante, Hanah.

Me mira arrugando su pequeña nariz.

—Da igual, yo también merezco consumir azúcar, ¿o no se me permite solo porque yo no soy la que está conduciendo?

—Está bien, está bien, compra lo que quieras. Solo recuerda que si compras un refresco para tu novio, que está al volante y que lo estará por unos cuantos kilómetros más, entrarías directamente al concurso de mejor novia del año.

Sus ojos marrones me miran de nuevo y luego su nariz, hasta el momento arrugada, se alisa.

—Yo soy la mejor novia que tú nunca podrás tener en tu vida y lo sabes.

Echo la cabeza hacia atrás y pego una carcajada. Su puño se estrella con mi brazo derecho de manera juguetona y cuando intenta abrir la puerta, se da cuenta que le he puesto el pestillo.

—Déjame salir, Derek. Veo la fila de la caja desde aquí, no quiero tardar toda mi vida solo por dos refrescos.

Me inclino y atrapo el lóbulo de su oreja con los dientes. Sé que, aunque me esté dando manotazos, le encanta que lo haga.

—Tú te tardas toda la vida hasta para ir al baño a cepillarte los dientes.

Flexiona sus brazos y me empuja, pero no con toda la fuerza que sabe que necesita para apartarme.

—Derek, aparta ahora mismo o te muerdo.

Estiro un dedo hasta su boca y lo pego contra sus labios.

—Muérdeme si quieres, luego puedes ir bajando.

Esta vez me golpea con más fuerza y me aparto un poco mientras río.

—Está bien, saldrás solo si dices la contraseña.

Sus ojos marrones se van hacia atrás.

—Te quiero.

—Ah, no, esa no es.

—¿Te amo?

—Tampoco. Es: mi novio tiene la...

Me tapa la boca y arruga su nariz antes de sacar la lengua.

—¡Derek, por favor, no seas pervertido!

Arrugo la frente y niego con la cabeza quitándome su mano de mi boca.

—Pero si ni siquiera me has dejado acabar. La pervertida eres tú por pensar que yo me iba a referir a lo que sea que creías que me iba a referir.

Mentira; me iba a referir exactamente a lo que ella creyó que yo me iba a referir. Pero que piense que a veces puede ser más pervertida que yo y se sienta culpable por ello es divertido.

—Oh, bueno. ¿Me abres la puerta?

Me señalo los labios.

—Está bien, pero después de esto ya estaré oficialmente dentro del concurso de la mejor novia del mundo.

Me avisa antes de apartarse el mapa que tenía en las piernas y sentarse a horcajadas sobre mí. Su pelo rubio me cae en la cara cuando intenta acomodarse y estiro el cuello hacia atrás para que salga de mi boca. Es desesperante.

—¿De qué sabor quieres el refresco? —me pregunta, previamente a darme un leve pico en los labios.

—De lo primero que veas, sabes que me da igual mientras no sea a sabor a pelo.

En las botas de DerekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora