Senni (VI)

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Consecuencias.

Los animos estaban muy bajos a pesar de la victoria. No habían tenido bajas mortales pero Senni había perdido los dos brazos, Rurik tuvo que ser atendido de urgencia y Minuri Zagi estaba tullido de por vida; él único que salió sin un rasguño fue Selim, que llegó días más tarde, arrastrando del mamono que lo perseguía.

—Que Ridley le enseñe modales —dijo el vampiro nada más llegar.

Llevaron a la criatura a la jaula donde habían metido a Minuri Zogu; el hermano de Zagi estaba en una fase avanzada de transformación sombría, ya no era capaz de articular ninguna palabra con sentido y su cabello se había vuelto blanco y quebradizo. Yagmer, un orco que se había unido a ellos en la última semana, arrastraba la jaula. Al principio el semidragón temió que los dos se mataran allí dentro, pero entre criaturas sombría no peleaban, algo muy interesante y digno de estudio por parte de los investigadores que trabajaban para el pelirrojo.

Cuando Senni llegó al salón principal todos los que le habían acompañado en a misión estaban esperando; Minuri Zagi, apoyado en un bastón de madera, tenía el rostro lleno de magulladuras y grandes ojeras; parecía haber envejecido diez años a pesar de que solo había pasado una semana. A Ridley le gustaba hacerlos esperar, en ocasiones, demasiado. El pelirrojo estaba de espadas a ellos, mirando la inmensidad de la ciudad imperial de Oriente desde la ventana del castillo.

—¿Me aceptas un pulso Senni? —le propuso entre carcajadas, Selim. 

—¿Te parece gracioso, vampiro? —respondió con desprecio—. Hemos perdido mucho en este viaje, no es lugar para bromas.

—Pero lo habéis conseguido —la voz de Ridley detuvo una posible respuesta del vamipiro—. En el camino dejasteis mucho, pero los resultados son los que esperaba. Nuestros últimos movimientos están siendo firmes y pronto comenzará.

—Con el debido respeto —intentó tranquilizar los ánimos el semidragón—. Todavía no tenemos fuerzas suficientes para dar el golpe, solo tenemos esa mano, ¿qué podemos conseguir con ella? 

La risa de Ridley encrespó el bello de los allí presentes. Cuando el pelirrojo se giró, sus ojos verdes brillaban con una mayor intensidad; tenía una mano vendada. Los peores presagios de Senni se habían hecho realidad.

—¿Esa es la mano que robamos? —preguntó Zagi, con voz ausente—. Mi hermano se ha convertido en un monstruo, no puedo mover mi pierna...

—...silencio —lo cayó Senni, tapando la boca del pequeño cangrejo—. No digas nada de lo que puedas arrepentirte.

Ridley se acercó lentamente a Zagi.

—Has perdido a tu hermano y tu pierna por tus errores, Minuri Zagi.

El chico del cangrejo agachó la cabeza y apretó el puño.

—Todavía me queda un deseo —le recordó al pelirrojo.

—Perdiste ese derecho cuando dejaste a tu compañero a su suerte —le recriminó—. ¿Creías que no habría consecuencias? No intentar que Stukeley muera y salir impune. Tengo suficiente poder para curar a tu hermano, pero no lo haré.

—Curaló —pidió en voz baja el cangrejo. Lentamente el muchacho de baja estatura se agachó hasta ponerse de rodillas delante del pelirrojo—. Es mi único hermano, él no tiene la culpa. Por favor.

El monje recordó el día que se unió a Ridley, en ese entonces él era más o menos como Minuri Zagi, un chico perdido, sin rumbo y que estaba preso de su culpa. 

—Sácame de aquí y te seguiré durante toda mi vida —prometió Akodo Senni en aquella ocasión. Estaba la prisión planaria de Carcerí, junto con cientos de peligrosos criminales, miles de almas consumidas por el mal y que pagaban por sus pecados.

El legado de Rafthel I: El señor del sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora