*~~~* One Shot *~~*

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Por temor a ofender, se guarda el comentario de que, hasta ese momento, también pensaba que las geishas eran prostitutas con maquillaje ornamentado.

Es en ese momento que Eiji le pregunta si habría problema en tomar fotos.

―¿Fotos?

―Sí ―dice, sacando una cámara de su bolso―. Cuando no estoy compitiendo, aprendo con Ibe-San. Me gustaría tomar fotos de deportistas alguna vez, sobre todo si voy a los Juegos Olímpicos.

Después de eso, es diferente. Eiji tiene su cámara apuntando a todos lados, haciéndole posar con una estatua de Hachiko, en las escaleras de un centro comercial ―que es más bonito de lo que podría admitir―, cerca de una calle con aspecto tradicional, pero que es solo fachadas, con algunos locales que venden comida callejera, en medio de un paso de cebra enorme. Se ríe todo el tiempo, sabiendo que resalta entre todas esta gente como un foco de luz gracias al color de su cabello y altura. Eiji intenta mantenerlo profesional, pero la mitad de las veces están más bien intentando que los demás no les pidan que se corran hacia otro lado porque estorban. Para esto, Eiji siempre se inclina, ofreciendo una reverencia y un "gomen nasai" con aspecto cuidado, Ash lo imita, cosa que parece dar a entender a otros japoneses que su mala conducta es culpa del extranjero sin cuidado.

A Ash no le importa en realidad, no cuando Eiji sigue hablando sin parar a su lado.

Cruzan hacia Yoyogi Park, una especie de Central Park japonés, gracias al cual descubre las bondades irrenunciables de un combini, en el que se abastecen de la comida necesaria para procurarse un picnic improvisado. Eiji traduce todo amablemente para él, incluso con las cosas que no necesita ayuda. No hablan de nada en realidad, no hay preguntas sobre su vida más allá de las habituales, en las que describe a Max y a Jessica, sin llegar a explicar porqué terminó con ellos.

Eiji no lo necesita, solo le dice que es bueno tener un espacio correcto donde estar.

Ese es solo su primer día, la siguiente semana, es un continuo pasear juntos, entrenar juntos y ver los deportes juntos. Compiten muchos chicos de muchos lugares de Japón, además de varios equipos internacionales de fútbol soccer (2) de lugares tan inusuales como Italia e India. Es divertido, se siente como un adolescente normal haciendo ese tipo de cosas, se siente menos inquieto, menos inseguro, más fresco.

Tampoco es difícil confesar al cuarto día, después de una llamada que Eiji recibe de su casa, donde habla con tono cariñoso y anhelante, que su padre lo odia, que su madre huyó de casa y que su hermano murió hace un año debido a las secuelas de la guerra. Contrario a lo que espera, a una huída, a una suave, pero diligente despedida de sus sentimientos, su nuevo amigo japonés solo le ofrece una mirada contemplativa y un: Siento que tuvieras que pasar por tanto solo.

Por tanto, aún no le cuenta lo peor, pero Eiji ya lo mira con una comprensión que parece inadecuada, como si fuera fácil para él saber lo que hay detrás de sus muchas referencias a libros trágicos.

In the heaven of your heart
Even silence was a friend of mine
In the meadows of our love we would run
And we would never fade away

Cuando Eiji se lesiona es Ash quien llora. Está entre la multitud del estadio, con algunos de sus compañeros y la entrenadora Laurier, quien se ofreció a acompañarlos mientras algunos más hacen turismo por el centro de Tokio.

La competencia de Eiji no está dentro de lo que sería unos juegos de colegiales normales, pero dan acceso a todos los del centro para poder pavonear a sus estrellas juveniles en camino a la grandeza. A Ash se le llenó el pecho cuando varios de sus compañeros señalaron que el chico guapo al que habían visto con él era uno de los favoritos, preguntando cómo había conocido a alguien así y porqué nunca mencionaba a las personas geniales con las que estaba relacionado —seis meses antes, la cara de Max estuvo en todos lados por uno de sus reportajes de guerra y su colegio enloqueció porque era el hijo de un periodista de verdad, no como esos que solo presentan noticias—. No le gusta pavonearse, ser visto, aunque esta no parece una manera inadecuada de serlo, pues pone al día a todos ellos con los múltiples logros de Eiji, sus campeonatos nacionales e internacionales y los rudimentos del deporte que ha aprendido tanto de su nuevo amigo como de los cientos de artículos que ha consumido solo para demostrar que puede interesarse en otras cosas —Eiji—.

Heaven of your heartWhere stories live. Discover now