*~~~* One Shot *~~*

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Tal vez Japón sea algo. Lo pensó cuando se lo ofrecieron. Llamó a Jessica en lugar de Max, le preguntó si ella lo haría, si consideraba que tenía la suficiente estabilidad para volar con un grupo de chicos y dos maestros a participar en una competencia de colegiales. Ella lo había instado a hacerlo, a afirmarse dentro de sí mismo con opciones.

―No importa si no ganas nada, ni siquiera si participas ―su voz sonaba fuerte del otro lado de la línea, intentando transmitirle toda su convicción―. Puedes mirar, encontrar algo, siempre es bueno tener una nueva perspectiva.

―Gracias, Jessica.

―Cuidate mucho, Ash.

And if I'd ask for you to come with me
When the music fades away
Would you smile at me, while saying
"Yes, but not today"

Ve a Okomura Eiji antes de conocerlo. En la mañana, cuando sale temprano para correr, lo ve en la pista también, está junto a un hombre mayor, de mirada fiera. Le está dando indicaciones de tiempo y de distancia. El chico mira a su mentor con una firmeza propia de los samuráis ―ahora que también se ha interesado en Akutagawa (2) puede ver su legado en todas partes―, asiente y después se desplaza hasta el marcaje inicial, junto con su vara de salto.

A Ash nunca le han gustado los deportes, ni siquiera después de empezar a practicar uno, pero se queda allí, entre los cálidos rayos matinales, viendo como el cuerpo completo de un hombre hace su trabajo para dejar atrás casi 40 metros de pista en menos de 30 segundos y elevarse en el aire como un pájaro. La pértiga es tan delgada que parece a punto de romperse cuando se dobla para impulsar, y el chico se ve tan pesado, pero en lugar caer y morir, como teme Ash, su cuerpo es impulsado y su buena posición ―así como el medio giro sobre la barra―, le permiten suspenderse en el aire durante los segundo suficientes para que el sol matutino arranque destellos dorados de su cabello negro y espeso. Cae en el colchón sin rebotar. No hay sonido alrededor, no más que el canto de algunos pájaros y el sonido siempre presente de la ciudad. Ash no se puede mover, no puede echarse atrás, ni recordar porque está aquí.

Quiere llorar, no sabe porqué. Su corazón se estruja, fuerte, una conmoción que llega desde el fondo de su alma. Antes de este momento, no sabía lo que era la libertad.

Vuelve al complejo que le asignaron junto a sus compañeros y demás extranjeros, regresa a dormir. Sueña con un cuervo enorme, de alas imposiblemente oscuras que atraviesa un día nublado.

Más tarde, cuando conoce a Ibe-San, amigo de reportajes de Max. Es un japonés alegre, mucho más expresivo que sus coterráneos, que lo acoge como un tío lejano que está feliz de servir como anfitrión a un sobrino rebelde. Es también él quien le presenta a Eiji.

―Te va a caer bien, Eiji-chan es un prodigio como tú, aunque él lo es en el deporte ―comenta el hombre, mientras lo lleva a una de esas cafeterías estudiantiles tan estériles que hay en Japón―. Todos creen que el próximo año podría clasificar a los Juegos Olímpicos.

Ash no quiere reírse, pero se da cuenta que él y sus compañeros están muy por detrás de los chicos que los reciben en este país. El señor Miller apenas espera que ellos puedan pasar a las competiciones estatales, nadie que conozca piensa en llegar a los Juegos Olímpicos ―nadie que conozca, hasta ahora―. Camina junto a Ibe-San escuchando sus ideas sobre la competición, las fotos que hará, le comenta sobre los reportajes que tiene planeados con Max una vez ambos consigan la financiación adecuada, a Ash le gustan ese tipo de aventuras, el año anterior conoció una reserva indigena gracias a uno de esos reportajes.

―Mira, ese es Eiji-chan ―señala, hacia un adolescente sentado cerca de la ventana. Él levanta la mano y los saluda, tiene una sonrisa enorme. Es el mismo chico que vio entrenar en la mañana.

Heaven of your heartWhere stories live. Discover now