Cuando eres la perfecta definición del omega imperfecto, pierdes todo pensamiento positivo de algún día encontrar al amor de tu vida. Mimosa Vermillion tiene veinte años, un hijo de tres y un lazo roto debido a su ingenuidad ¿Qué alfa querría encarg...
El cuerpo de Vanessa se tensó y me apartó lo suficiente para notar a donde se enfocaba su mirada, una de mis manos pasó a su pecho, mientras Dante la observaba con temor, pero a la vez con enojo, Vanessa estuvo a dos segundos de lanzarse encima del otro alfa cuando me coloqué frente a ella en un movimiento y paró en seco, casi impactando contra mi cuerpo.
Mimosa, quítate - me ordenó, sin embargo no me moví -
Vanessa, basta. Está herido, lo vas a matar si pelean.
¡El te hizo daño!- rugió, apartando su mirada de mis ojos y enfocándose en al chico que supuse continuaba detrás de mí, a una distancia prudente -
Sí, pero no vas a matarlo por eso.
Ella no parecía ceder, su mirada cargada de enojo y rabia, tan roja, en medio del precioso morado, noté y pude jurar que Vanessa estaba dispuesto a matarla o que quizás era su alfa a quien no le importaba acabar con una vida. Mordí mi labio y sin pensarlo dos veces, pues sabía me retractaría, me acerqué a su cuerpo y dejé que una de mis manos descanse en su pecho, acariciándolo, mientras su brazo me volvió a rodear, aunque aún sentía la tensión emanando de su ser, sus feromonas se disparaban indicando su enojo contenido.
Ya, ya, Vane - mi mano acarició dulcemente su pecho, dejando un beso a la altura de su pulso, acariciando la parte baja de su espalda también - ya pasó ¿Sí? Estoy bien. Estoy aquí, contigo. Deja que se vaya.
Debí de haber considerado buena idea cuando mi madre me quiso enseñar, de más pequeña, a aprender a arrullar a un alfa, pero tampoco era algo que me interesara a mis cortos catorce años; ahora lo necesitaba más que nunca, sonaban pésimas mis palabras, aunque disfruté del momento en que los hombros de Vanessa se relajaron.
Ella aún miraba a Dante, pero ahora ya no estaba tan tensa, sentí su respirar largo y profundo, seguro intentando calmarse ella misma, mientras mi mano no dejaba de subir y bajar por su espalda.
Ven. Bésame, por favor.
Me sorprendí a mí misma diciendo eso, aunque no pasaron ni dos segundos cuando sentí la dulce presión de sus labios sobre los míos, una de sus manos tomó la mía, que acariciaba su espalda y entrelazó nuestros dedos. Gemí de puro placer al sentir su lengua penetrar en mi boca, volviéndome completamente loca, había pasado tanto tiempo desde el otro beso y sin embargo sentía aquel encuentro tan cálido, como si nuestras bocas hubieran sido hechas para encajar juntas.
No sé qué fue de Dante después de eso, tampoco me importó, cuando nos separamos, solo le susurré un "Llévame a casa." y subimos a su auto, con mis mejillas tan calientes, mi cuello tibio y el rostro de Vanessa con un gesto serio, pero ella ya no estaba molesto, olía bien. No me atreví a mirarla después, hasta que me dejó en mi casa. Esa noche dormí tan bien que me sentí mal.
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.