VII. Séptimo deseo

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—¿No le dirás nada al chico que protejo, ni a mis amigos? —pregunté inquieta.

—Tranquila, no pienso e inmiscuirme en tu vida de "ángel de los deseos". Tengo cosas que hacer, y me tengo que ir ya. Ha sido un placer poder hablar contigo —se despidió.

Me despedí igualmente. Al menos me sentí aliviada al ver que de alguna manera el estaba de mi parte, aunque solo fuera porque le convenía. Volvía a casa de Roger. Intenté poner la mejor cara para que no notase que he estado llorando.

—¡Ya he vuelto! —le dije sonriente.

—Me muero de curiosidad por saber quien era ese tipo tan guapo. ¿Es también un ángel como tú? —preguntó entre curioso y intranquilo.

¿Sytry un ángel? Por la cara que tiene podría hacerse pasar por uno.

—Sí, es algo parecido a un ángel. —Al menos no era un humano. Me sentía mal al mentirle, pobre Roger.

—Ya me lo presentarás. Ahora que mi corazón es libre no me importaría conocer a chicos guapos. —El sexto deseo le ha sentado de maravilla. Al menos me alegré de que mi magia demoníaca pudiera hacer feliz a alguien—. ¿Sabes qué se me ha ocurrido hacer esta tarde?

Por lo visto Roger estaba muy animado.

—Dime que plan tienes pensado.

—Podríamos ir a la protectora. Con todo esto de los exámenes no hemos podido ir.

—¡¡Que gran idea!! Así podré ver a Roofy. —Roofy ha crecido un montón desde la primera vez que le vi. Le había puesto ese nombre aquel cachorro de boxer.

Nos preparamos, y con mi magia llegamos en un santiamén. Fue corriendo a ver a Roofy, Era el único perro que se acercaba a mí sin temor. Imaginé que los perros sentían mi esencia demoníaca. Pero Roofy parecía muy feliz a mi lado. Tal vez sea capaz de ver la luz que hay en mi interior, si es que tengo algo bueno.

—¿Qué tal esta mi pequeñín? —Roofy me lamía la cara con alegría, y yo le acariciaba con muchísimo cariño.

—Se pone muy contento cuando te ve. —Roger también parecía contento—. Tú crees que a mi madre le gustaría que lo adoptáramos.

—¡Wiiiiiiiiiiiii! —grité ilusionada—. Me haría mucha ilusión.

—Esta noche se lo podríamos comentar —afirmó sonriente.

—¡¡Aaaaaaaaaaaaaah!! —volví gritar de alegría.

—Chica no grites tanto —me riñó otra voluntaria.

—Si que te ha hecho mucha ilusión —comentó Roger.

Si que me había hecho mucha ilusión lo del perro, pero no era por eso que había gritado, había entrado un chico súper guapo a la protectora. Pero si era ...

—¡Adán! —le llamé.

—Hola —me contestó seductoramente, o eso me imaginé—. Tú cara me suena.

—Ya veo porque has gritado —murmuró Roger.

—Eres el enfermero que me atendió en el hospital. —El enfermero de ojos azules de cielo. ¡Ay! Pero que bueno que estaba.

—¡Ah! Ya me acuerdo de ti. ¿Cómo te llamabas? Perdona es que tengo mala memoria.

—Me llamo Evangélica, pero mis amigos me llaman Eva.

—Y yo soy Roger —le saludó, casi me había olvidado de que estaba conmigo.

—¿Vosotros trabajáis de voluntarios? —nos preguntó con su encanto.

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