12 •the third •

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Taylor saltó sobre la cama, emocionada.
—¡Lo sabía! ¡Ustedes dos serían perfectos juntos!

Belly se sonrojó, yo reí nerviosa, y aunque intenté disimular, una sola pregunta me taladraba la cabeza:

La habitación de Belly era un caos adorable: ropa desparramada por la cama, maquillaje sobre el escritorio, Taylor bailando con el secador de pelo como si fuera un micrófono, y Belly riendo mientras probaba peinados frente al espejo.

—Tenemos que coordinar los outfits para el evento de caridad y también pensar en qué ponernos para la competencia de vóley —dijo Taylor, con tono de general dando órdenes.

—Taylor, es solo vóley en la playa, no los Juegos Olímpicos —se quejó Belly entre risas, aunque dejaba que su amiga la arreglara igual.

Yo estaba sentada en la esquina de la cama, con las piernas recogidas, sonriendo de vez en cuando, pero sin meterme demasiado en la conversación. Mi mente estaba en otra parte.

Toda mi vida había sido así. Belly y Conrad. Conrad y Belly. El dúo destinado, el cuento que todas nuestras madres se encargaban de alimentar en cada reunión, en cada verano. “Algún día esos dos terminarán juntos”, decían como si fuera una ley natural, como si las estrellas ya lo hubieran escrito. Y yo… yo siempre estaba ahí, mirando desde afuera.

Nunca fui la chica de los juegos en la playa, ni la que brillaba en las actividades. Me gustaba quedarme con las mamás, escuchando sus charlas, ayudando con los platos, leyendo en un rincón. Y cuando me sentía invisible, Conrad era el único que venía a buscarme, el único que se escabullía conmigo para ver una película o leer en silencio. Eso había sido nuestro secreto, nuestro rincón seguro.

Pero ahora, con Belly confesando que había besado a Jere y que había intentado algo con Conrad… yo volvía a sentirme como la tercera rueda. Peor aún: como si yo fuera el error en la ecuación. Como si estar con él fuera ir en contra de un destino que todo el mundo daba por sentado.

—Ana, ¿qué opinas? —la voz de Taylor me sacó de golpe de mis pensamientos.

Parpadeé, perdida.
—¿De qué?

—Del peinado, obvio —dijo Taylor, girando a Belly para que yo la viera.

—Está lindo —respondí automáticamente, forzando una sonrisa.

Belly se rió, feliz, y yo asentí como si estuviera completamente ahí con ellas, cuando en realidad lo único que sentía era esa punzada constante:

¿Y si tenían razón? ¿Y si Conrad y Belly estaban destinados desde siempre, y yo solo era la sombra que se metió en medio?

¿Y si tenían razón? ¿Y si Conrad y Belly estaban destinados desde siempre, y yo solo era la sombra que se metió en medio?

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"𝑻𝒉𝒆 𝑺𝒖𝒎𝒎𝒆𝒓 𝑾𝒆 𝑪𝒐𝒖𝒍𝒅𝒏'𝒕 𝑻𝒆𝒍𝒍"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora