Fui criada entre luces perfectas, reglas estrictas y sonrisas vacías. En Auradon, la oscuridad era un error que debía corregirse, no una parte de uno. Pero nunca dejé de pensar en Seabrook, en ese caos vibrante de colores, criaturas y secretos. Ahí...
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El aire estaba cargado de expectación mientras Víctor encajaba la segunda llave en forma de engranaje dentro de la puerta. El metal rechinó como si despertara después de siglos, y la penúltima capa se abrió lentamente con un rugido profundo que resonó en todo el campamento.
Los murmullos se apagaron de golpe. Nadie respiraba. Ante nosotros apareció el hueco exacto para la última llave, brillante y vacío, como una promesa y una amenaza al mismo tiempo.
—La llave final... —susurró Víctor, y su voz retumbó justo antes de que la tierra comenzara a temblar.
El suelo bajo nuestros pies vibró con una fuerza brutal. Un círculo inmenso de piedra, justo en el centro del claro, se hundió con violencia, levantando polvo y obligando a más de uno a retroceder tambaleándose. Las ramas de los árboles crujieron como si fueran a partirse; pájaros salieron volando despavoridos, llenando el aire con aleteos frenéticos.
El temblor creció hasta que, con un estruendo final que nos hizo taparnos los oídos, la piedra volvió a elevarse, esta vez cargando una enorme esfera sobre su superficie. Se asentó con un golpe seco que sacudió el campamento entero, como si la tierra misma respirara por primera vez en siglos.
El silencio que siguió fue casi más aterrador que el estruendo. Entonces, las letras antiguas talladas en el borde comenzaron a brillar con un resplandor sobrenatural.
"Solo un equipo puede ganar."
Nova y Víctor avanzaron al frente, con pasos firmes, como si fueran los únicos capaces de descifrar lo que acababa de ocurrir.
—Los vampiros debemos empujar la roca hacia la luna —dijo Víctor, su voz grave y solemne, como un decreto irrefutable.
—Y los daywalkers hacia el sol —añadió Nova, sin apartar la mirada de la inscripción que ardía con luz plateada.
Víctor giró el rostro hacia ella, sus ojos oscuros llenos de un fuego que parecía imposible de contener. —Entonces estamos destinados a ser enemigos.
Nova frunció el ceño, apretando los puños. —Eso no tiene sentido.
El murmullo de dudas recorrió al grupo, pero antes de que alguien más hablara, una voz cortó el aire. Vero, una de las vampiras más fieras, dio un paso adelante, con su sonrisa ladeada y los colmillos apenas expuestos. —Tiene todo el sentido. Si solo un equipo puede ganar, entonces debemos pelear hasta que el vencedor quede claro.
Sus palabras fueron la chispa. Como si hubieran estado esperando ese permiso, vampiros y daywalkers corrieron hacia la esfera al mismo tiempo. Sus manos se clavaron contra la roca, y la empujaron con violencia, inclinándola primero hacia un lado, luego hacia el otro. Los músculos tensos, los gritos de esfuerzo, el rechinar de la piedra contra la piedra llenaron el claro. El suelo temblaba con cada embate, como si la roca se resistiera al destino impuesto.