Apenas crucé la puerta de mi habitación, me deslicé los zapatos y solté un suspiro largo. El aroma del perfume de Evan aún flotaba sobre mi vestido. Me quité el collar que me había puesto para la cena, deshice los tirantes del vestido de seda azul y lo dejé caer con cuidado sobre el respaldo de la silla frente al tocador. La cena había sido... tranquila. Dulce, como siempre. Y Evan, atento y encantador. Como era conmigo.
Pero algo dentro de mí se sentía diferente. Desacomodado.
Fui al baño y abrí la regadera. Me recogí el cabello en un moño desordenado, me deslicé dentro del agua caliente y cerré los ojos. Dejé que los pensamientos me llovieran encima con la misma intensidad con que el agua golpeaba mi espalda.
Johnny.
Volví a verlo en mi mente. Sonriendo con esa mezcla de confianza relajada y calidez desordenada. Desde el viernes no dejaba de escribir. Mensajes rápidos, espontáneos, sin rodeos.
Y yo...
Yo le respondía. Cada vez más rápido. Cada vez con menos culpa.
Cuando salí del baño, envuelta en mi bata blanca y con el cabello húmedo sobre los hombros, la pantalla de mi celular parpadeaba.
Claire 💖 llamando...
Me acomodé en la cama, peinándome los mechones húmedos con los dedos antes de contestar.
—¿Hola? —dije en voz baja.
—¡Holiii! —saludó Claire alegremente—. ¿Qué haces el fin de semana que viene?
Me mordí el labio mientras me deslizaba bajo el edredón y alargaba el brazo para echar el pestillo de la puerta.
—Nada —respondí—. ¿Por qué?
—Porque Gerard aprobó la teórica el viernes y Tráfico, en su infinita locura, decidió darle un carnet provisional. Le regalaron un coche y quiere llevarnos a todos a dar una vuelta —soltó todo en una ráfaga rápida.
—¿Todos?
—Los de siempre: Gerard, Hughie, Katie, Pierce, Lizzie, Patrick... Johnny... y tú, por supuesto.
El corazón me dio un vuelco. Sentí un calor extraño trepar por mi pecho.
—¿Por qué yo?
—¿Ali? —interrumpió otra voz en la llamada.
Era Shannon. Al parecer Claire había hecho llamada triple.
—Aquí estoy —respondí. Mi voz sonó más baja de lo que esperaba.
—Tía, porque eres amiga nuestra —continuó Claire.
—Amiga tuya y de Lizzie —puntualicé.
—Y Gerard me dijo que te invitara. Supongo que desde lo de Brian te considera buena gente. Además, tú y Johnny estuvieron hablando el viernes, ¿no?
Shannon soltó una risita.
—Los vi juntos en la cancha —añadió—. ¿Después de eso también estuvieron? Porque alguien me contó que te fuiste con él a la fiesta, Ali...
—¡Shan! —le reproché, sintiendo las mejillas arder—. Solo hablamos. En serio. Nada más.
—¿Y qué tan "nada más"? —rió Claire—. ¿Por qué no me dijiste que estabas hablando con él desde el viernes?
—No era importante. Es decir... él fue amable, nada más —mentí a medias.
Porque sí me gustaba hablar con él. Y no quería que se acabara.
—Te estuviste haciendo la dura, pero luego subieron una historia juntos y tú... Ali, ¡estabas sonriendo como si te hubiera dicho que eras la única chica en la Tierra!
—Claire... —suspiré.
Justo en ese momento, vibró mi celular. Miré la pantalla.
Johnny 🟡:
"¿Ya cenaste? Te veías hermosa en la foto de hoy. ¿Podemos hablar un ratito?"
Tragué saliva. El mensaje me dejó helada... y a la vez, flotando.
Inmediatamente después, otro mensaje.
Evan ❤️:
"¿Estás en casa? Espero que hayas disfrutado la cena tanto como yo. Te amo, princesa."
Mi corazón se partió en dos mitades pequeñas y ruidosas.
—¿Ali, sigues ahí? —preguntó Shannon.
—Sí, sí... es que me llegó un mensaje —dije rápido, escondiendo el temblor en mi voz.
—De Johnny, ¿verdad? —se burló Claire.
No respondí. No hacía falta.
—Te gusta —dijo Shannon en voz baja, pero segura—. Lo noto en cómo hablas.
—No sé qué siento —confesé al fin, dejándome caer boca arriba en la cama—. Con Evan llevo nueve meses. Y lo quiero. De verdad. Pero cuando hablo con Johnny... no sé. Es diferente.
—¿Te hace reír? —preguntó Shannon.
—Mucho —susurré.
—¿Y te escribe sin razón aparente?
—Sí —admití, y una sonrisa se me escapó sin permiso.
—Entonces le gustas —soltó Claire—. Y tú no estarías tan confundida si no sintieras algo también.
—Esto está mal —murmuré—. No debería estar hablando con él así.
—No estás haciendo nada malo —replicó Shannon—. Solo estás hablando con alguien que te interesa. No estás besándolo, ni mintiéndole a Evan. Solo... estás empezando a sentir algo. Y eso pasa.
—Pero Evan me ama. Me lo dice cada día —dije en voz baja, acariciando la pantalla de su mensaje sin abrirlo.
—¿Y tú? —preguntó Claire, seria por primera vez—. ¿Lo amas igual?
Me quedé en silencio.
—Ali... —susurró Shannon—. No te castigues por sentir cosas nuevas. Solo... tómate tu tiempo. Piensa. Y mientras tanto, si quieres hablar con Johnny, háblale.
—¿Quieres que te dé su número? —preguntó Claire, intentando sonar casual.
Solté una risa suave.
—Ya lo tengo —admití—. Desde el viernes. Me lo pidió él.
Hubo una pausa dramática.
—¡Eso no me lo dijiste! —chilló Claire.
—¡Porque me ibas a molestar! —me defendí, riendo al fin.
—¿Entonces vas a venir el próximo fin de semana? ¿Vamos a cenar, dormir en mi casa y ver pelis? —insistió Claire con voz de súplica.
—No puedo —respondí, sintiéndome vacía de repente—. Evan no me va a dejar.
—Ni lo va a saber —dijo Shannon—. Di que tienes ensayo, o lo que sea.
—No quiero mentirle —susurré.
—No es mentir —dijo Claire—. Es... sobrevivir. Divertirte. Respirar.
Volví a mirar el mensaje de Johnny.
"¿Podemos hablar un ratito?"
Y sin pensar demasiado, le escribí:
"Sí. ¿Quieres llamarme?"
Las chicas seguían hablando al otro lado de la línea, pero mi mundo ya se estaba inclinando, resbalando hacia otro lugar.
Uno donde Evan ya no era el único que me hacía sentir viva.
JOHNNY
Tenía el celular en la mano desde hacía diez minutos. El mensaje seguía ahí, recién llegado, como una chispa temblando en la pantalla:
"Sí. ¿Quieres llamarme?"
Me quedé mirándolo. Leí esas seis palabras unas veinte veces, como si fueran una canción nueva y tuviera que aprenderme la letra.
Me pasé la mano por el cabello
, y apreté "llamar".
Me la imaginé al otro lado de la línea, con esa voz suya bajita, como de piano que no quiere romper el silencio. Me gustaba cómo hablaba. Me gustaba cómo se quedaba callada. Me gustaba ella, punto.
—¿Hola? —dijo al contestar. Su voz era suave, con ese acento leve que sonaba a Europa y a secretos bien guardados.
—Hola —respondí, sin intentar disimular la sonrisa—. Pensé que me ibas a dejar en visto.
—Estaba hablando con Claire y Shannon —explicó—. Y me estaba secando el cabello.
Me imaginé eso. Ella en pijama, descalza, con el cabello negro chorreando por la espalda. No dije nada por unos segundos. Solo escuché su respiración.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —le dije.
—Claro —respondió, curiosa.
—¿Por qué te mudaste a Irlanda?
Hubo una pausa breve.
—Por el trabajo de mi papá. Siempre es por eso —dijo, sin sonar dolida, pero con ese tono resignado que tienen los que ya están acostumbrados a despedirse.
—¿Te gustaba vivir en Italia?
—Mucho —contestó sin dudar—. Iba a un internado en Florencia. Solo para chicas. Era muy exigente, pero me gustaba. Teníamos clases de arte, literatura clásica, griego... Y yo estaba en el equipo de esgrima. Era la capitana.
—¿En serio? —me reí—. Eso sí no me lo esperaba.
—¿Por qué no?
—No lo sé... eres tan... pequeña —dije, sonriendo para mí—. ¿Qué mides, uno cuarenta y ocho?
—Uno cuarenta y ocho y medio —replicó, y juro que podía escuchar su sonrisa a través del teléfono.
—Ah, medio. Lo siento —dije, divertido—. No me olvido del medio. Es importante.
—Muy importante —añadió ella con tono burlón.
—¿Y qué más hacías allá?
—Era capitana del club de debate también. Y del ballet.
—¿Eres buena bailando?
—Lo era. Antes. Hace mucho que no practico.
—Tal vez podrías enseñarme algún día —solté sin pensar.
Ella no respondió de inmediato. Solo escuché un suspiro muy leve, como si estuviera sonriendo, pero también pensándolo.
—¿Y tú? —preguntó ella—. ¿Qué hacías antes de convertirte en el chico que todas conocen aquí?
—¿Yo? —me pasé la mano por la nuca—. Nada muy especial. Iba a clases, jugar rugby lo normal.
—¿Y te gusta aquí? —preguntó con curiosidad.
—Hay cosas que sí —respondí despacio—. Como esta llamada, por ejemplo.
Ella se rió, un sonido bajito que se me metió directo al pecho.
—Eres muy directo, ¿lo sabías?
—Solo cuando me importa.
—¿Y qué sabes de mí? —preguntó entonces, como si se diera cuenta de algo.
Tragué saliva. No podía decirle que había leído su informe escolar, ¿verdad? Era confidencial. No tenía que haberlo visto. Pero lo leí. El primer día que llegó. No sé por qué lo hice. Tal vez porque ya desde entonces... me llamó la atención.
—Sé que tienes una forma rara de escribir la A cuando tomas apuntes —respondí en su lugar—. La vi en tu cuaderno de biología.
—¿Eso fue lo que notaste? —rió.
—También noté que lees poesía en el almuerzo. Y que no te gusta el puré del comedor.
—Eso sí es cierto —dijo entre risas—. Es un crimen contra la humanidad.
—Y que cuando hablas italiano al teléfono con tu madre, sonríes más que cuando hablas con cualquiera aquí.
Ella guardó silencio.
—¿Te molesta que te observe tanto? —pregunté.
—No —susurró—. No si eres tú.
Me quedé en silencio unos segundos, saboreando esas palabras como si fueran algo que no se escucha todos los días.
—Me gustas, Aliannore —confesé.
—Lo sé —dijo bajito.
—¿Y tú?
Silencio.
—No lo sé todavía —respondió con honestidad—. Estoy saliendo con alguien. Desde hace nueve meses. Lo quiero.
—Lo sé —dije también. Porque sí lo sabía. Todos lo sabían. Evan era... Evan. El chico perfecto. Buen estudiante, buen hijo, todo en su lugar.
—Pero últimamente —añadió ella—... no sé. Me siento distinta. Como si algo se hubiera abierto dentro de mí. Y no estoy segura de qué significa.
No dije nada. No necesitaba decirlo.
—Gracias por llamar —dijo después de un rato, bajito—. Me hizo bien.
—¿Te gustaría hablar conmigo mañana también?
—Sí —susurró, con esa voz suya como hilo de seda.
—Entonces es una cita. De voz —bromeé.
—De voz —repitió ella, sonriendo.
Nos quedamos en silencio por unos segundos, ninguno queriendo colgar primero.
—Buenas noches, Johnny.
—Buenas noches, Aliannore.
Y colgó. Me quedé viendo el techo de mi habitación, todavía con el teléfono en la mano.
Algo había empezado.
Y lo sabía.
