Chapter 2

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—¡Estás aquí de veras! —me saludó Claire, medio con una risilla, medio atragantándose, y apretándome con fuerza.
—Estoy aquí —asentí con una pequeña risa, dándole palmaditas en la espalda mientras intentaba sin éxito liberarme de su fuerte abrazo—. Pero no lo estaré por mucho más tiempo si no me dejas respirar.
—Oh, mierda. Lo siento —se rio Claire, dando un paso atrás inmediatamente y liberándome de su agarre mortal—. Olvidé que no has crecido desde cuarto. —Dio otro paso atrás y me miró de arriba abajo—. O desde tercero —rectificó, con una risilla y la picardía danzando en los ojos.
No fue una pulla; era una observación y un hecho. Yo era excepcionalmente menuda para mi edad, más aún por el metro casi ochenta de mi amiga. Claire era alta, de complexión atlética y excepcionalmente guapa. La suya no era una forma recatada de belleza. No, su cara resplandecía como los rayos del sol.
Claire estaba simplemente deslumbrante: tenía unos grandes ojos marrones de cachorrito y tirabuzones rubios claros. Era de carácter alegre y su sonrisa podía calentar los corazones más fríos.
Incluso a los cuatro años, yo ya sabía que era una chica diferente. La amabilidad que irradiaba era tan natural como su risa, y la había sentido durante ocho largos años, siempre de mi lado, incluso cuando defenderme significaba ser el blanco de las mismas burlas que yo.
—No todas podemos ser unas larguiruchas —contesté de buenas, sabiendo que sus palabras no tenían la intención de insultarme.
—Madre mía, estoy tan contenta de que estés aquí —exclamó negando con la cabeza, y me sonrió. Toda adorable, bailoteó de felicidad y luego me abrazó una vez más—. No puedo creer que tus padres finalmente hayan hecho lo correcto.
—Ya —respondí, incómoda de nuevo—. Al final sí.
—Shan, no será así aquí —me aseguró Claire en un tono ahora serio y los ojos llenos de emoción—. Toda esa mierda que has sufrido forma parte del pasado.
Suspiró de nuevo, y supe que se estaba mordiendo la lengua, absteniéndose de decir todo lo que quería.
—Estoy aquí para ti —continuó—, y Lizzie también, si alguna vez decide sacar el culo de la cama y venir a clase.
Con una sonrisa de oreja a oreja, desterré mis demonios al fondo de mi mente y dije:
—Será un nuevo comienzo.
—¡Sí, tía! —exclamó Claire con gran entusiasmo al tiempo que me golpeaba con el puño—. Un nuevo y alegre comienzo.

La primera mitad del día fue mejor de lo que podría haber esperado. Claire me presentó a sus amigos y, aunque no podía recordar los nombres de la mayoría de las personas que había conocido, estaba increíblemente agradecida de que me acogieran y, me atrevería a decir, aceptaran.
La inclusión no era algo a lo que estuviese acostumbrada, y tuve que esforzarme para mantenerme al día con el flujo constante de conversaciones y preguntas amistosas. Ver a gente sonriéndome en lugar de burlarse me provocaba una mezcla de asombro y gratitud que me costaba procesar.
Cuando Lizzie Young finalmente apareció —a la mitad de la tercera clase de la mañana, justificando su ausencia con una cita con el dentista—, fue como si no hubiera pasado el tiempo. Retomamos nuestra amistad como si la hubiéramos dejado en pausa.
Lizzie llegó con los pantalones del uniforme masculino, zapatillas de deporte, una coleta alta y cero maquillaje. Y aún así, con esos ojazos azules suyos, seguía robando miradas por todo el pasillo.

Lo que no esperaba era que una tercera chica nueva llegara ese día. Y mucho menos una como ella.
La noté cuando entró en la clase de Biología. Fue como si el aire en la sala se hubiese detenido por un segundo.
Era pelinegra, con un cabello lacio tan oscuro que parecía absorber la luz. Sus ojos grises eran como metal bruñido, extraños y hermosos, y su piel tenía ese tono de porcelana cálida que no se consigue sin tener sangre extranjera. Y claro, tenía acento.
—Hola... soy Aliannore Basky —dijo cuando la profesora le pidió presentarse.
El murmullo entre los chicos fue casi inmediato. Un, que normalmente se la pasaba dormido, levantó la cabeza para mirarla. Claire me empujó el codo y me susurró:
—Vale, guapísima y extranjera. Tenemos competencia.
Me reí, aunque también me sentí... no sé. Pequeña. Yo medía 1.70 y aún así esa chica parecía más menuda que yo. 1.60, quizás. Pero había algo en su postura, en su mirada educada pero distante, que te hacía pensar que sabía exactamente quién era.
—¿De dónde vienes? —preguntó la profesora.
—Italia —respondió ella—. Acabo de mudarme hace una semana.
La mandaron a sentarse en el escritorio libre, justo delante de mí. Cuando giró para mirarme, me sonrió de forma tímida.
—Soy Shannon —le dije, estirando la mano.
—Aliannore —respondió ella con una sonrisa delicada, casi de otro siglo.

Durante el descanso, Claire, Lizzie y yo la invitamos a unirse al grupo. Para sorpresa mía, aceptó encantada.
—Me alegra no ser la única nueva —comentó mientras sacaba su termo de té y su tupper de fruta cortada perfectamente—. Odio ser la novedad.
—Créeme, contigo aquí, ya nadie me mira a mí —bromeé.
Aliannore se rió. Tenía esa risa suave, educada, que parecía salida de una novela romántica antigua. Los chicos no dejaban de mirarla. Incluso Finn casi se atraganta con su agua cuando ella pasó por delante de él. Y para colmo, a cada rato su móvil vibraba.
—¿Todo bien? —le pregunté.
—Sí —suspiró—. Es mi novio.
—¿Tienes novio? —dijo Claire, abriendo los ojos con interés.
—Sí. Se llama Evan O'Connell. Va en el colegio que está al lado de Tommen. Es el capitán del equipo de rugby allá.
—Oh, mierda —soltó Lizzie—. ¿Ese colegio? ¿No juegan contra Tommen?
—Sí —respondió Aliannore, mordiendo un trocito de mango—. Y Evan está convencido de que todos aquí son unos idiotas.
Su móvil vibró de nuevo. Vimos cómo lo sacaba y leía un mensaje.
"¿Con quién estás? ¿Ese tal Ronan te dijo algo? Recuerda que paso por ti a la salida. No te mezcles con los chicos, Ali. No me hagas preocuparme."
Aliannore frunció ligeramente los labios y guardó el móvil sin responder. Pero noté cómo sus dedos temblaban apenas. Y por un instante, me pregunté qué tanto control tenía Evan sobre ella.
—¿Es celoso? —preguntó Claire, directa como siempre.
Aliannore sonrió, pero no fue una sonrisa alegre. Fue una de esas que se usan para no decir lo que se está pensando.
—Un poco —dijo—. Es protector. Pero solo porque me quiere.
No dije nada. Pero esa palabra —protector— me dejó un mal sabor en la boca. Aún así, Aliannore siguió sentada con nosotras, hablando con dulzura, mostrando interés genuino por conocernos.
Y por primera vez en mucho tiempo, sentí que podríamos ser amigas.

Binding 13Where stories live. Discover now