. chapter two

457 18 1
                                        















↣“No sé si me hace bien, pero me hace bien”






↶*ೃ✧˚. ❃ ↷ ˊ-




La videollamada tardó en conectar por el WiFi inestable del hotel. Rossy y Fernando estaban sentados en la habitación, con el ventilador de techo girando lento y el calor metiéndose por las ventanas, cuando al fin aparecieron las caras de sus hijos.

—¡Ahí están! —dijo Rossy, acomodándose el pelo detrás de la oreja—. ¿Nos escucháis bien?

—¡Sí, sí! —respondió Fer, desde el otro lado de la pantalla—. ¡Contadnos! ¿Cómo os fue?

Pedri apareció a su lado, medio despeinado y con cara de recién despertado.

—¿Ya la conocisteis? ¿Qué tal es?

Fernando se acomodó en la silla y sonrió.

—La conocimos. Y es... fuerte. Con carácter. Muy cerrada al principio, pero auténtica. Tiene algo que te atrapa.

—¿Les habló? —preguntó Fer, curioso.

—Sí, más de lo que esperábamos. Fue sincera. Está dolida, claro, pero no se victimiza. Tiene una personalidad muy marcada —dijo Rossy—. Es reservada, pero... se quedó. Eso ya es mucho.

—¿Y creéis que podría haber una conexión real? —preguntó Pedri.

—Es pronto. Pero sí, Pedro —dijo Rossy con una sonrisa suave—. Hay algo. Le caímos bien. No lo dijo así, pero se le notó. La estamos viendo todos los días. Vamos de a poco.

—Ah, y le gusta el fútbol —agregó Fernando—. Mucho. Dijo que es fan del Barça.

—¿Y sabe que yo...? —empezó Pedri.

—Todavía no —lo interrumpió Rossy—. No queremos que se entere de eso todavía. No queremos que nos vea como “los papás de”. Queremos que nos conozca como personas.

—Bien pensado —asintió Fer—. No metáis el fútbol en esto... todavía.

—Ya os contaremos más. Por ahora, vamos bien. Mejor de lo que pensábamos.

Se despidieron con cariño y cortaron la llamada. Afuera, en las calles, el verano seguía ardiendo como todos los años.

 

↶*ೃ✧˚. ❃ ↷ ˊ-




Pasaron días, varios días.

Rossy y Fernando se acercaban al hogar todas las tardes, siempre con alguna excusa: llevarle una merienda distinta, charlar un rato, hacerle compañía. Micaela ya no se mostraba tan desconfiada. Empezaba a esperar sus visitas. No lo decía con palabras, pero a veces los recibía con una sonrisa leve o una pregunta inesperada: “¿Hoy qué me trajeron? ¿Otra historia rara de Tenerife?”

Se armó una rutina. Se sentaban en la galería o salían a caminar un poco por la cuadra, a la sombra de los pocos árboles que sobrevivían al calor. Hablaban de música, de comidas, de anécdotas tontas.

𝐍𝐀𝐃𝐀 𝐅𝐔𝐄 𝐂𝐀𝐒𝐔𝐀𝐋𝐈𝐃𝐀𝐃 ' 𝑳𝒂𝒎𝒊𝒏𝒆 𝒀𝒂𝒎𝒂𝒍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora