Capítulo 1. A good luck necklace.

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—Dios mío, no puedo creer que ya vienen—dijo mi hermana sin dejar de brincar de un lado a otro de la habitación. 

—Wow, y yo emocionada por ver a nuestro primo que tenemos, ¿cuánto sin verlo? ¿Cómo dos años?—dije son sorna.

—Eh, sí, a él también.

—Nunca cambiarás—dije negando con la cabeza sin dejar de mirar hacia la revista que hojeaba.—¿Podrías bajarle a la música?

—Eh… no—dijo, supe que estaba sonriendo para sí misma. Di un largo suspiro.—Cantan hermosamente, ¿no crees?

—Eh… sí, como sea—dije sin prestarle mucha atención—. ¿Sabes? Aún tenemos que ensayar la canción para la clase de música. Olvídate de que vuelvo a hacer pareja contigo.

—Lo haces porque me amas—se paró de su cama y se tiró en la mía, a mi lado. 

—No me queda de otra, eres mi hermana—dije aún sin levantar la vista de la revista.—Cuando vengan, trata de comportarte… lo más normal que puedas. Se quedarán aquí por unos días y quiero que por lo menos se lleven una buena impresión de esta familia y que no recuerden estas semanas como las peores de sus vacaciones—dije ahora mirándola.

—¿Cómo puedes estar tan calmada?

—¿Por qué no lo estaría?

—¡Porque es One Direction!—su tono de obviedad me hizo levantar una ceja.

—Son chicos normales que tienen talento, más nada. Ni siquiera los conozco, sólo quiero ver a Louis.

—Tanto tiempo sin verlo, ¿no? Recuerdo que solo teníamos que cruzar la calle para ir a su casa y pasar la tarde haciendo tonterías.

—Luego nos mudamos—mencioné recordando.

—Luego él entró a Factor X—continuó ella.

—Luego se hizo famoso.

—Luego estuvo en una banda. Luego se olvidó de nosotros, luego lo extrañamos, luego…

—Deja de ser dramática—dije riendo.—Nunca cambiarás.

—Así me amas—dijo ella pestañeando numerosas veces. 

—Tienes razón—abracé a mi melliza. Seguimos hablando de cosas tontas, mientras yo trenzaba su cabello, igual al mío, sólo que el de ella recortado en capas y un poco más corto. 

Las dos teníamos tez clara, ojos color miel con tonos verdes y cabello castaño oscuro. Éramos inseparables. Las personas pensaban que éramos gemelas, puesto que a veces nos vestíamos iguales, pero en nuestros rostros se notaba que no éramos tan idénticas. 

—Niñas…—cantábamos a coro Call me maybe, cuando una mujer de cabellos dorados y ojos color miel asomó la cabeza por la puerta de color blanca.

—¿Qué pasa mamá?—preguntó Des bajándole a la música.

—Agarra a tu hermana Den, los chicos han llegado—justo antes de que mi hermana pegara el grito de su vida, tapé con una almohada su cara.

—Yo la calmo, ahora mismo bajo—dije sonriéndole inocentemente. Me subí encima de mi hermana, la cual no dejaba de patalear.—Si no dejas de gritar y patalear, te vas a asfixiar. Dejó de hacerlo.

—Lo siento, estoy emocionada—dijo mordiéndose el labio inferior. 

—Tranquila…

—Dios, debo arreglarme el cabello, ponerme otra cosa…—estaba a punto de pararse y dirigirse al espacioso armario, cuando la tomé del brazo haciendo que cayera de nuevo en la cama. 

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