Capitulo Uno: ¿Quien eres tu?

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Poco a poco recuperaba el conocimiento. Solo podía escuchar voces delicadas y ásperas, como la voz de una chica y la de un hombre adulto. Todo era confuso hasta ese punto, posiblemente estaba todavía muy ebrio como para entender qué era lo que estaba pasando. Pero intenté poner todas mis fuerzas en despertarme y así averiguar dónde estaba y con quiénes.

Escuché las patas de un pesado sillón arrastrándose por el suelo y dirigí hacia allí mi atención. Sentí unas cálidas y suaves manos quitar el fleco que cubría mi frente y acunar mi mejilla izquierda. ¿Por qué no podía abrir los ojos para verla? Eran las manos de una mujer, eso era más que obvio. Podía ser mi madre o...

Violeta...

Hice el esfuerzo de mover mi brazo para tocar su mano pero el dolor que eso me causó fue suficiente para despertarme completamente.

- Agggh -gemí de dolor y toqué con mi mano el lugar de dónde provenía el pinchazo. Las manos que me habían tocado antes me hicieron acostarme otra vez.

- No debes moverte, Chris. -me regaño una suave y desconocida voz.

Entonces, la mire. Sus enormes e impresionantes ojos azules capturaron mi mirada y no pude apartarlos de allí. Tenía el rostro de un ángel, los labios de un rosa suave y el cabello de un rubio oscuro muy extraño. Ella era muy hermosa y su voz hacia que me relajara, no podía dejar de mirarla. Era la chica mas hermosa que había visto, aunque el alcohol puede muy bien alterar mis sentidos y exagerarlo todo.

- Tus heridas no son muy graves pero sí fueron profundas. Debes descansar -continuó ella.

- ¿Y tú eres mi enfermera? -inquirí sintiendo la lengua pastosa y la voz muy débil.

- Algo así -me sonrió. ¡Qué hermosa sonrisa!-. El doctor dice que pronto estarás bien pero que deben mantenerte en observación por unos días... ¿Qué te pasó, Chris? ¿Desde cuándo bebes así?

- ¿Dónde está mi madre? ¿Está Violeta aquí? -la chica se puso tensa y la vi como tragaba saliva mientras levantaba su barbilla adquiriendo una postura más seria.

- No sé donde pueda estar tu mamá, pero me gustaría saberlo para avisarle que estás aquí.

- No... Es mejor que ellas no sepan. Estarían regañándome hasta el final de mis días.

- No has respondido a mi pregunta -insistió la chica mientras se enderezaba en su asiento.

- No tengo por qué hacerlo. No te conozco.

La chica me miró como si hubiera dicho una obscenidad. Abrió sus enormes y azules ojos y me miró fijamente.

- ¿Cómo puedes decir eso? ¿El alcohol afectó tu cerebro?

- Estoy perfectamente. Créeme, me acordaría de ti si te conociera.

- Si crees que me molestarás pretendiendo no conocerme, te equivocas... Ahora duerme, necesitas descansar.

- ¿No me vas a decir tu nombre?

- Sabes perfectamente mi nombre.

- ¿Sigues creyendo que sé quien eres? -pregunté levantando una ceja.

- Sí... Aunque puede que no lo recuerdes. ¡No puedo creer que me hayas olvidado!

- Perdón -respondí no sintiéndolo en verdad.

La puerta de la habitación se abrió y un hombre de piel oscura con un uniforme de medico color azul, entró seguido de una enfermera.

- Veo que ya estas despierto -me dijo mientras me sonreía-, tuviste una fuerte pelea. Fue una gran suerte que Emma estuviera allí para traerte. Afortunadamente, pudimos sacar los fragmentos de vidrio que estaban incrustados en la herida y la saturamos sin ninguna complicación. El vidrio no toco ningún órgano u arteria principal, por lo que estarás bien en unos días. Sin embargo, quiero hacerte unas preguntas.

Segunda chanceWhere stories live. Discover now