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—¡Apuesto a que fueron los Nocturnos! —bramó el señor Brest, golpeando la mesa con la palma abierta.

Meira soltó un suspiro frustrado mientras se masajeaba las sienes.

—No podemos culpar a los de Valthor sin pruebas —replicó con una calma que amenazaba con quebrarse—. Todo esto... podría ser otra cosa.

—¿Y qué otra cosa pudo ser? —intervino Aurora—. ¿Vas a decirme que no lo pensaste ni por un segundo?

—Zariel ha mantenido la distancia entre su pueblo y el nuestro —dijo Meira—. Desde que se levantó el muro, todo ha estado en paz.

—¡Patrañas! —vociferó Brest—. Estoy seguro de que fueron ellos.

—¡Basta! —Meira golpeó la mesa con tal fuerza que los vasos de vidrio temblaron—. ¡No vamos a culpar a los de Valthor sin certezas!

El silencio cayó como un manto sobre la sala de reuniones. Las llamas de las velas parpadearon intensamente, flotando en el aire con una inquietante serenidad.

Meira inspiró hondo y se pasó una mano por el cabello hacia atrás.

—Si Brest y Aurora tienen razón... —intervino Eileen, con la mirada fija en la mesa—. No puedes defender lo indefendible, Meira.

La rubia cerró los ojos y apoyó ambas manos sobre la superficie helada de la mesa. Todo se estaba saliendo de control.

—Yo no creo que hayan sido los de Valthor —dijo Alan, uniéndose por fin a la conversación. Su voz captó la atención de todos—. Creo que tiene que ver con la magia... se está debilitando.

—¿Debilitándose? —repitió Meira, frunciendo el ceño—. ¿De qué estás hablando?

—Me refiero a que —la miró directo a los ojos— alguien está rompiendo las reglas.

El silencio volvió, esta vez más denso, más ominoso.

No. No podía ser. Nadie debía romper las reglas. Las reglas eran lo único que los mantenía vivos, lo que había alejado la sombra de la guerra.

Una oleada de calor le subió por el rostro y las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos. No podían regresar a la guerra. No otra vez. Meira dejó caer la mirada sobre la mesa, mientras los ecos de gritos, pasos apresurados, armas chocando y estructuras derrumbándose le susurraban desde lo más profundo de su memoria.

—¿Pero quién...? —preguntó Brest en apenas un murmullo—. ¿Quién sería capaz de algo así?

Todas las miradas se clavaron en Meira. Ella parpadeó varias veces, tratando de contener las lágrimas.

—No lo sé —dijo al fin, cerrando los puños con fuerza—. No tengo idea. Pero lo vamos a descubrir. A partir de ahora, todas las Luces estarán bajo vigilancia. Nadie romperá las reglas mientras estemos a cargo. ¿Está claro?

—Sí —respondieron todos al unísono.

—Mantengan los ojos bien abiertos. Si descubren quién está detrás de esto... esa persona deberá enfrentarse al castigo que dictan las leyes.

↛დ↚

Luz llegó a Solarys justo antes de que los soldados del reino comenzaran su patrullaje matutino.

Respiró hondo, llenándose de la frescura del árbol viviente que albergaba el lugar. El aire tenía ese aroma cálido y limpio que solo podía encontrarse en lo alto, entre las hojas suaves que se mecían con lentitud.

A lo lejos, divisó una cabellera pelirroja que le resultaba más que familiar. Lo había estado buscando desde hacía dos días.

—¡Erik! —lo llamó con entusiasmo.

Él giró, primero con cara de aburrimiento, pero al reconocerla, su rostro se iluminó con una sonrisa chispeante.

—¡Muñeca! —la saludó, y ella soltó una risa breve, divertida, mientras se acercaba—¿Qué tal, linda? Hace siglos que no te veo.

—Solo pasaron unos días —respondió ella, cruzando las manos detrás de la espalda, traviesa—. Adivina qué.

—¿Qué cosa?

—Tuve mi primer beso —susurró emocionada.

Erik soltó una carcajada y le revolvió el cabello como si fuera una niña pequeña.

—¡Excelente! ¿Y? ¿Te gustó? ¿Fue como lo imaginabas? ¿Mágico? ¿Apasionado?

—Fue... —Luz bajó la vista, luego sonrió con dulzura—. Fue increíble. Y lo mejor es que... él siente lo mismo por mí.

—Entonces es el indicado —le dijo Erik, dándole una palmadita en la cabeza—. Me alegra mucho. De verdad.

—¿Disfrutar qué? —interrumpió una voz seria.

Zohar se acercaba con paso firme, enfundado en su armadura de patrulla. Luz le dio un codazo disimulado a Erik, quien pareció tensarse. Pero ella mantuvo la sonrisa.

—Hola, Zohar —lo saludó ella, tranquila.

—Luz —asintió él. Luego miró a Erik, que levantó la mano en un gesto breve.

—¿Qué hay? —dijo el pelirrojo.

—¿De qué hablaban?

—Del primer beso de Luz —soltó Erik sin filtro.

Zohar se giró hacia ella, visiblemente sorprendido.

—¿En serio?

—Sí —intervino Erik, con tono desafiante—. ¿Qué pasa, te molesta?

—No —respondió Zohar de forma cortante—. En realidad vine a decirles que el Consejo va a estar vigilándonos a todos.

—¿Qué? —preguntó Luz, frunciendo el ceño.

—Alguien rompió las reglas. Dicen que eso pudo haber causado el temblor.

—¿Y eso qué implica? —intervino Erik, cruzando los brazos.

—Implica que estamos bajo vigilancia constante. Nadie puede salir sin reportar a dónde va. Y si encuentran a los responsables... serán castigados según las leyes.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Luz. La piel se le erizó y su corazón dio un vuelco antes de volver a latir con fuerza.
Todo estaba mal. No deberían estar viviendo eso.

Erik soltó un suspiro pesado, pasándose la mano por el cabello.

—Ojalá todo siguiera como en Eclipsia...

Luz alzó la mirada.

—¿Eclipsia?

Erik y Zohar intercambiaron una mirada breve.

—Eclipsia era como se llamaban los dos reinos, antes de la división —explicó Zohar, bajando la voz como si temiera que alguien los escuchara—. Pero ya no se habla de eso.

—O sea que... ¿hubo un tiempo en que estaban unidos?

—Sí —confirmó Erik—. Pero fue hace muchísimo. Y no hay forma de que eso vuelva.

Pero Luz ya no los escuchaba. Algo se había encendido en su interior. ¡Eclipsia! Una posibilidad, una esperanza.
Si alguna vez fueron uno, ¿por qué no podrían volver a serlo? ¡Tal vez esa era la respuesta!

¡Tenía que contarle a Jett!

—¡Me tengo que ir! —gritó de pronto, saliendo disparada.

Erik y Zohar se quedaron viéndola irse, inmóviles, tan confundidos como preocupados.

Luz y Oscuridad ©Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang